¿Cómo exponer la obra de un anarquista? Ulises Carrión en el Reina Sofía
El nombre de Ulises Carrión seguramente no les sonará de nada. Mexicano de nacimiento, holandés por elección; autor de culto, desconocido para el gran público. Los elementos antagónicos van unidos a su nombre. Como el título de la exposición del Reina Sofía de Madrid, la primera gran retrospectiva que le dedica un museo: ‘Querido lector, no lea’. Chusco ¿no? Pues ese es Ulises Carrión (México-1941, Amsterdan-1989), un artista de la escritura, un creador de libros, un poeta que rodó vídeos, películas, audios, fotografías, el hombre que logró que cientos de personas escribieran cartas sin palabras y que revolucionó el mundo de las ideas a través de las palabras.
¿Cómo exponer la obra de un anarquista?, se preguntaba el director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja-Villel. Porque Carrión siempre estuvo al margen de los circuitos artísticos. Promover el arte libre era su batalla diaria. Fue poeta, escritor, estudiante de lenguaje y lingüística. Su vida siempre anduvo alrededor del libro, pero entendido como algo material en todo el proceso: la distribución, la lectura. Examinó las coyunturas sociales, la comunicación e incluso creó un espacio de exhibición muy popular en Amsterdam, aunque duró poco tiempo, la librería-galería Other Books and So, un lugar de encuentro por donde pasaron escritores, pintores, jóvenes que buscaban una idea del arte, pero también un lugar de discusión, de reencuentros y en el que siempre recalaban los artistas latinoamericanos.
Carrión tocó muchísimos formatos y todos se entremezclan. Se situó fuera de los circuitos comerciales del arte y de la industria cultural y se convirtió en un mito de la cultura underground de los años 70 y 80. No salió de la nada. Su obra es plural, compleja. Fue un “raro”, un artista escritor que pudo participar del boom latinoamericano de la década de los 60, aquellos años del realismo mágico de Cien años de Soledad, o de las novelas de Cortázar, Vargas LLosa, Miguel Ángel Asturias o Carlos Fuentes, pero que eligió otro camino e irse de México con todas sus consecuencias.
No fue un artista plástico al uso, pero para el comisario de la exposición del Reina Sofía, su amigo Guy Schraenen, si hay que presentarle como artista sería autor de una única obra: el archivo Other Books and So Archive (OBASA), creado a partir del cierre de la librería del mismo nombre. Ahí está todo, desde sus investigaciones con la escritura hasta el último de sus vídeos. Carrión fue también un teórico. Su manifiesto El arte nuevo de hacer libros (1975) apuntaba ideas que hoy son de lo más actual en el mundo digital. Su frase de cabecera de la que hacía bandera era: “Un escritor del arte nuevo escribe muy poco o de plano no escribe” O esta otra: “El libro más hermoso y el más perfecto del mundo es un libro con solo páginas en blanco”. Rompedor, ácrata, puso al plagio “como punto de partida de actividad creativa”. Y en su análisis del futuro editorial se adelantó algunos años a lo que estamos viviendo ahora. “Creo que los libros desaparecerán», decía. «Al menos desaparecerán tal como los conocemos ahora. Y esto no me apena especialmente; creo que esto es bastante normal. Ya sabemos, por ejemplo, que nosotros desapareceremos, ¿por qué no habrían de desaparecer los libros?… En otras palabras, no creo que por principio tengamos que defender estas cosas. Si los libros han de desaparecer es porque otras cosas tomarán el papel que habían desempeñado en nuestra cultura. Eso puede que sea mejor o peor, pero corresponde a nuestra época de una manera más…, se acomoda mejor a nuestra época que los libros”.
A principios de la década de los setenta, Carrión abandonó deliberadamente la literatura: “Yo comencé como literato, pero llegó un momento en que me di cuenta de que ese ámbito me quedaba chico y no podía continuar escribiendo cuentos y relatos en un sentido tradicional”. Aunque nunca perdió el gusto por la escritura, sólo lo transformó en un trabajo sobre el lenguaje. Él escribe letras, las deforma, las agrupa. Y es capaz de idear dípticos como éste: “Dear reader, Don’t read”. Ahí lo tienen, la dualidad perfecta. Porque para Carrión la escritura es algo más que mecanografiar palabras. Comprendió que las frases encerradas en un libro convierten a los lectores en consumidores. Javier Maderuelo, en su libro Ulises Carrión, escritor (Ediciones la Bahía), recoge la frase del artista que pone el dedo en la llaga: “Todo best seller testifica que el fuego del lenguaje se ha extinguido”.
En Amsterdam, su ciudad de acogida, ideó performances, criticó el papel de las galerías, de los museos, de los marchantes y dejó claro que no se sentía un artista conceptual. Brillante en los conceptos, ideó el término que mejor le definía en su correspondencia con Octavio Paz al que intentó explicarle que él hacía libros abstractos. En la exposición se muestra también la correspondencia que Carrión mantuvo con el poeta español Francisco Pino y con José Luis Castillejo. miembro del grupo experimental Zaj y tan cercano al mexicano en su concepto de la escritura y en los libros de artista.
Mexicano hasta la médula, cocinaba comida de su tierra, escuchaba rancheras, boleros y dispuso que en su entierro tocara una banda de mariachis. Su pasión por la música jamás le abandonó y posiblemente fuera el germen de sus audios. Carrión hizo poesía sonora en The Poet’s Tongue con textos que leía ante una cinta de casete. Nunca se afeitó el bigote tan a lo Pancho Villa que lucía y rindió un homenaje muy particular a la actriz mexicana Lilia Prado. Bajo el nombre de Expediente LPS, ideó todo el proceso de un festival de cine en Amsterdam que repasaba la carrera de la actriz. Grabó con unas cámara Beta un vídeo en el que documentó todo el proceso, desde las primeras charlas con Lilia Prado, hasta la llegada triunfal de ésta a Amsterdam.
Ya en los años 80, Carrión se interesó por otro tipo de proyectos diferentes al libro. Con Gossip, Scandal and Good Manners, un vídeo de 45 minutos en el que intenta mostrar cómo, frente a la discreción de la vida privada en Holanda, los mexicanos se entretienen con chismes y murmuraciones. Otra película, The Death of the Art Dealer, en la que el mismo Ulises aparece portando un pequeño televisor en las manos que proyecta una película, mientras se mueve de la misma manera en la que lo hace la cámara, le sirve para mostrar una metáfora del cine como construcción.
Es una exposición larga, intensa. Alrededor de 350 piezas inclasificables que muestran la vitalidad de un creador, un poeta que murió de sida demasiado joven, a los 49 años. Hay que verla despacio, y no perder de vista el momento en que estas obras fueron creadas, unos años en los que, aunque parezca mentira, no existía Internet.
‘Ulises Carrión. Querido lector, no lea’. Museo Reina Sofía, Madrid. Hasta el 10 de octubre.
Comentarios
Por Alex Mene, el 24 marzo 2016
Una prometedora exposición.