Cómo reinventarnos cayendo en los siete pecados capitales

Wences Lamas y Victoria Lamas en la galería Mad is Mad. Fotografía: R. Ruiz

Una expo de enigmático nombre, ‘Orión’. Dos artistas que, por confluencia de los astros, se encuentran de repente y resulta que se apellidan igual (Lamas), que manejan lenguajes plásticos similares, que habitan mundos que se aproximan, y cuyos nombres nos hablan de glorias: Wences (Vences) y Victoria. Y una galería madrileña, Mad is Mad, en el barrio de Chueca, que decide acoger este mes de octubre sus demonios y monstruos (tan de actualidad, pues campan últimamente a sus anchas por la Tierra) y, sobre todo, su interpretación regenerativa de los Siete Pecados Capitales. ¿Eres de los que caen en la ira, en la pereza, en la gula o en la lujuria? Lee esto y visita el ‘templo’ de Wences Lamas y Victoria Lamas.

¿Por qué ‘Orion’? ¿De dónde os sale?

Wences Lamas: «Una amiga de Victoria iba a ser madre el día de la inauguración de la expo y a su hijo le iba a llamar Orión. Cuando Vic me lo propuso, se me hizo un poco extraño y exótico, hasta que vi que el tentáculo de la Vía Láctea en el que flota el Sistema Solar es el brazo de Orión. Me gusta esa cosa de nuestros cuadros que, aunque estén llenos de Demonios y Monstruos lejanos, en realidad estén hablando de cosas que ocurren en Lugo o en Albacete. Tan lejos, Tan cerca… Me imagino que Victoria lo contará con más detalle».

Lo cuenta Victoria Lamas: Orión como título surge una noche de verano en Rafelbunyol, Valencia. Estaba de vacaciones con mis amigas, y Lucía, que de aquellas estaba embarazadísima, me dijo que salía de cuentas el 21 de septiembre. Misma fecha que la inauguración. Me pareció tierno y bonito llamar a la expo como este niño que estaba por nacer. También cursi, eh. Un misticismo raro y repentino por el parto y la vida, no sé. Un homenaje prenatal. Luego resulta que el brazo de la Vía Láctea que acoge al Sistema Solar, y en definitiva a la Tierra, se llama Orión. Parto, vida, Tierra, pecados, el limbo… Y otros conceptos encadenados. Siendo honesta, fue Wences quien supo conectarlo con nuestra obra, que es terrenal y mundana. Yo me dejé llevar por la emoción que me provocaba la maternidad de mi amiga”.

Obra de Victoria Lamas.

‘O can branco’, obra de Victoria Lamas.

¿El concepto de esta expo en Mad is Mad?

Wences: “Hay dos salas expositivas en Mad is Mad. Una es blanca; la otra, negra. En la blanca, la obra de Victoria y la mía están enfrentadas, se dan besos desde la lejanía. La gente puede ponerse en medio y sentir cómo todos esos seres sobrenaturales le están acorralando. Que lo sobrenatural te acorrale puede ser una experiencia muy satisfactoria. La sala negra es un lugar más cercano a un templo que a una expo. Hay 7 pecados capitales drenándose. Una oportunidad para deshacerte de algún peso”.

Victoria: “Creo que lo más interesante es el diálogo que se establece entre nuestras obras. Hasta el día del montaje no sabíamos realmente cómo iba a funcionar. Solo habíamos visto la conjunción de las mismas en ese documento de word cutre que habíamos enviado un mes antes. Aquí ha habido serendipia. Todo ha sido casualidad y no hay nada mejor que lo espontáneo, porque huele a fresco”.

¿Qué paso dais con esta expo en vuestra trayectoria?
Wences: “Cuando viajaba con los cuadros hacia Madrid, saqué a ciegas de una maleta llena de juguetes la figura de un caracol. Yo le pedía a la providencia un animal que me guiase y vino el más lento. Los caracoles resbalan sobre sus propios fluidos. No sé qué paso estoy dando con Orión, pero puedo sentir el tempo y el tacto de ese paso”.
Victoria: “Hablar en términos de trayectoria me da vértigo. No me concibo sin la pintura y, aunque a veces la vida se mete por medio y es más difícil, siempre está ahí: latente. Una exposición es siempre una aproximación al abismo, pero también catártico. Un parto. Como el de Orión”.

Pájaro de Simorgh de Wences Lamas.

‘Galicia’, de Wences Lamas.

Y llegamos a Los Siete Pecados Capitales. Tan lejanos, Tan cercanos. Habladme de ellos, de cómo los habéis expresado. Me habéis contado que, de la caída en la tentación, podemos salir renacidos, reinventados…

Victoria: “Para mí, los pecados podrían clasificarse en diferentes grupos. Por una parte están los relativos a la compulsión: la gula y la lujuria, que tienen que ver con lo excesivo, lo inmensurable. Los nombro primero, porque son con los que yo más me identifico. Luego están la soberbia, la avaricia y la envidia, que son corrosivos. Especialmente la envidia. De hecho, Giotto, en la capilla de Scrovegni, representa la envidia en forma de mujer que arde. La envidia abrasa en la garganta.

La ira y la pereza son independientes. La ira explota como Un volcán de Dr. Atl, pero la perdono; es también catártica, a veces purgante (siempre que no sea dirigida, claro). A mí cuando estoy iracunda, me salen del cuerpo sonidos guturales.

El día de la inauguración, un chico me contó que antes de la Revolución Industrial la pereza no se llamaba pereza sino acidia, que tiene que ver más con el apocamiento espiritual. Como connotaba trastorno mental y por ende eximía de responsabilidad al aciago, fue sustituida por pereza. La pereza se atribuye a la falta de voluntad y la voluntad a una decisión personal de hacer o no hacer. Redención para los pecadores de pereza”. 

Wences: «La ira te rompe en mil pedazos, destapa ciertos secretos soterrados y da la oportunidad de recomponerte sin ellos.
La pereza sitúa tu percepción en unos tiempos más lentos y te permite observar el crecimiento de las piedras.
La vanidad hace que te transformes una y mil veces en lo que crees que los demás esperan de ti, en imágenes inalcanzables de ti mismo. Te pone delante del Dios último: el cambio.
La gula y la lujuria te acercan, a través del hartazgo y la voracidad, a un vacío fértil.
La envidia aparece por sentirte carente, “son guapos porque yo soy feo”; ese lugar bajo al que te lleva te hace mirar frente a frente a las lombrices y los topos.
La avaricia también está relacionada con la carencia: “Me guardo, pues no tengo suficiente”. Esa cueva en la que te mete la avaricia quizá tenga escondidas ciertas joyas».

Termina Victoria: “Siento, en fin, que los demonios son guías hacia las virtudes”.

A la izquierda, La Vanidad de Wences Lama y a la derecha, La Lujuria de Victoria Lama.

La Vanidad, en versión Wences Lamas (izquierda), y la Lujuria de Victoria Lamas.

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