¿Cómo se mira un cuadro? De Hopper a Rembrandt y Goya 

‘Nighthawks’ de Edward Hopper. The Art Institute of Chicago.

Contemplar un cuadro. Saber que sobre él se habrán escrito litros de tinta en sesudas investigaciones aunando obra y artista, su simbología, ese intento imperecedero de querer descifrar lo que los lentos movimientos de los pinceles inmortalizaron en el lienzo. Obras de Botticelli, Vermeer, Dalí, Hopper, Rembrandt y Goya, por todos conocidas, por todos vistas, pero que apenas se analizan desde las impresiones que siente aquella personas que las observa. Un ‘nosotros’ omnipresente, pero ignorado. ¿Cómo se mira un cuadro? Esa es la pregunta que el libro de Françoise Barbe-Gall responde en su última publicación (Lunwerg, 2020).

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El universal Rafael abre esta cuidada edición. Frente a nosotros, su retrato de Baltasar Castiglione realizado en 1514. “Este hombre está ante nosotros con una tranquila seguridad. Parece fundirse de tal modo en la realidad circundante que su retrato podría pasar desapercibido. Nos resulta familiar antes de que lo hayamos realmente mirado”, explica la autora. Así, Barbe-Gall desgrana todos y cada uno de los detalles de la obra, los pone en contextos, se acerca a nosotros para explicarlos con suma delicadeza.

El siguiente es el inconmensurable Caravaggio y su Muerte de la virgen, de 1605. “Están reunidos alrededor del cuerpo. En la atmósfera de la estancia deben de tener calor. Hay tanto rojo en el cuadro… Sus manos caen pesadamente. Una tenue luz incide en la parte superior de sus cráneos”. Esas palabras son el génesis de una nueva explicación tan cercana al lector o lectora como exhaustiva. Frases cortas, simples, cargadas de emotividad que se aúnan con las impresiones que nosotros, público impaciente por la siguiente obra, leemos con la avidez de la curiosidad.

“Creerse en el cine” es el título que Barbe-Gall ha elegido, con acierto, para Edward Hopper y su emblemático cuadro Nighthawks (noctámbulos). La esquina de una calle que se cruza con otra, las dos con mucha luz, lúcidas como ellas solas, ofrecen la vista íntima de la barra de un bar. “¿Qué hora será…? En realidad no es una pregunta. Tan solo lo que solemos decir por costumbre, una especie de reflejo. De todas formas, es tarde. Demasiado tarde para montones de cosas. Las calles están desiertas. La noche es larga”, describe esta profesora de la École du Louvre.

La historiadora del arte repasa icónicas obras de diferentes artistas a partir de las cuales esboza su historia, su narrativa, a las que titula con gran tino: Antoni Tàpies, “Reconocer la sustancia del mundo”; Botticelli, “Acariciar la idea de la perfección”; Johannes Vermeer, “Sentir que el tiempo se detiene”; Diego Velázquez, “Admitir que no se puede ver todo”; Vincent Van Gogh, “Alcanzar la estridencia”; Juan Gris, “Ensalzar la alusión”; Pablo Ruiz Picasso, “Adaptarse a las circunstancias”. De esta forma, la autora recorre milimétricamente qué observamos cuando vemos un cuadro, qué nos hace sentir, pone palabras a lo que nos susurramos por dentro.

‘La persistencia de la memoria’, de Salvador Dalí. Foto: MoMA.

Su laborioso trabajo de documentación queda reflejado en las numerosas referencias en las que apoya su interpretación, añadidas al final de cada capítulo, tras la reproducción de la obra y sus detalles. La persistencia de la memoria es el cuadro que Barbe-Gall ha elegido para definir a Salvador Dalí: “Los relojes empiezan a fundirse. Han debido de sufrir una insolación en la playa. El metal no ha resistido. Por lo general, se dice que el tiempo fluye. Una expresión trivial pero que tiene el mérito de la claridad. El cuadro también es nítido. Liso. Exacto como un reloj”.

Pieter Brueghel ‘El Viejo’ también aparece en el libro Cómo mirar un cuadro. En este caso, el título no da lugar a engaños: “Tomarse tiempo para equivocarse”. Camino del calvario, de 1564, es la obra elegida por la experta para hablarnos del pintor belga. “La imagen bulle de vida. La atención se desperdiga. El cuadro la atrae por todas partes a la vez, sin darle razones para detenerse más en un lugar que en otro. Su desorden desconcierta. En ocasiones divierte como un juego”. Ese es el vocabulario sencillo y certero que Barbe-Gall dedica en cada una de sus composiciones.

Y es que hay veces que, realmente, hay que contenerse para no tocarlo. No tocar el cuadro, no intentar agarrar lo que en él aparece. Así ocurre con la obra de Cornelius Gijsbrechts y su trampantojo, que puede verse en la exposición Hiperreal. El arte del trampantojo, en el Museo  Thyssen-Bornemisza (hasta el 22 de mayo) . “Metido debajo de las cintas del soporte para cartas, el correo en espera de respuesta linda con otras tarjetas ya releídas, cuidadosamente dobladas o dejadas tal cual: noticias que ya no lo son, un pequeño desorden sin consecuencias que normalmente se mantiene al abrigo de las miradas”, enuncia la escritora uniendo sentimiento y observación.

Paul Cézanne, Vassily Kandinsky, Georges Braque, Rembrandt, Goya y Paul Gauguin son otros artistas en los que Barbe-Gall se detiene. Escudriña sus obras, nos interpela con sus textos. Nos habla de “evaluar la dificultad de ver”, “celebrar una libertad”, “buscar una realidad a tientas”, “captar la grandeza de un ritual”, “atravesar el espejo” y “comprender la lógica de una visión”, según los titulares que dedica a cada uno de los pintores.

‘La muerte de la Virgen’, de Caravaggio. Foto: Museo del Louvre.

“El cuadro fluye como la lava. El color, presa del pánico, gira en todas direcciones. El pincel no corre lo bastante rápido sobre la superficie del lienzo. No sabe de qué huya ni dónde refugiarse. El cielo invadido de rojo resulta demasiado plomizo, va a estrellarse como una masa viscosa. Ya no es un cielo”. Estas líneas, que parecen gritar, se refieren a la más célebre obra de Edvard Munch, también retratada en la publicación.

Le suceden artistas como Kazimir Malevich, Francis Bacon, Leonardo Da Vinci, Murillo, Claude Monet, Paul Klee y Mark Rothko. Ellos completan un libro vertebrado en seis capítulos: una simple realidad, un mundo sublimado, las deformaciones del mundo visible, el engaño de las apariencias, la impresión de la primera mirada y la dulzura del cuadro. En ellos, la delicada prosa de una Barbe-Gall que analiza 42 cuadros principales con suculenta minuciosidad, al igual que decenas de páginas dedicadas a la profundidad del relato con contexto histórico y cultural y diversos cuadros complementarios.

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Comentarios

  • pepa

    Por pepa, el 17 abril 2022

    Hermoso artículo; el cuadro de Hopper que aparece al inicio se llama Nighthawks. Un abrazo

  • Marcelino

    Por Marcelino, el 17 abril 2022

    Aprender a mirar te permite pensar

  • Roger Cardenete Suriol

    Por Roger Cardenete Suriol, el 18 abril 2022

    Es una apasionante lectura.

  • Silvia

    Por Silvia, el 20 abril 2022

    Gracias por tu artículo, muy interesante y muy interesante también el libro que nos presentas, dan ganas de leerlo ya mismo. Excelente trabajo.

  • Nely García

    Por Nely García, el 23 abril 2022

    Al contemplar un cuadro, a cada persona puede trasmitirle un mensaje dependiendo de que su sensibilidad conecte con el motivo, el color, el movimiento pictórico u otros, y el estar receptivo es algo importante

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