Componer canciones con mujeres maltratadas y gente sin hogar

El cantautor Rafa Sánchez.

El cantautor Rafa Sánchez.

El cantautor Rafa Sánchez.

Rafa Sánchez ha llevado el compromiso de ser cantautor hasta sus últimas consecuencias. En su proyecto Fabricanciones compone con mujeres que han sufrido el maltrato de sus parejas para sacar con la música la angustia que llevan dentro. Antes, trabajó en la misma línea con personas sin hogar para hacer visible un grave problema que a menudo olvidamos. Hablamos con él en su taller de Madrid, y con dos de los coautores de sus canciones de liberación, Laura y el guineano Óliver.

Ha llegado la hora. Rafa afina su guitarra mientras un grupo de mujeres, víctimas de la violencia de género, hablan, ríen y sonríen. Una melodía se abre paso entre el tumulto de voces y cada mujer inicia su viaje particular al recuerdo. Ojos cerrados, manos abiertas: el pasado se convierte en presente. Asoman las emociones, aunque flaquean las palabras. De repente, una mujer sugiere una sensación, de ahí nace una frase. Otra. Y otra. Se acumulan las experiencias hasta que se crea una metáfora, un verso. Una pizarra recoge y asimila cada trocito de vida que estas mujeres le regalan. Quieren vivir su presente, enseñar su herida cerrada y servir de ejemplo para el futuro más cercano. “Hay que hacer más canciones. Nosotras no podemos dejar de hacer canciones”.

Rafa Sánchez (en Twitter @fabricanciones), cantautor madrileño, se siente afortunado de poder dedicarse a la música como servicio para las personas y que esté comprometida con causas como la dignidad y la justicia. “Entiendo la música como una forma de estar en el mundo. No sabría vivir sin componer, no puedo dejar de hacerlo”, confiesa Rafa mientras coloca con cuidado su guitarra. El año pasado sacó adelante un proyecto con la asociación Generando Igualdad llamado Fabricanciones: un taller de composición de canciones donde las protagonistas son las mujeres que, cada martes, ofrecen su historia marcada por el maltrato para convertirla en canción y que así sirva de ejemplo para otras mujeres que atraviesen una situación similar. Además, este taller sirve como terapia en la que se comparten experiencias, alegrías, tristezas y, también, muchas ilusiones.

Laura (24 años) empezó a sufrir maltrato por parte de su novio cuando tenía 17. No era consciente, hasta que dijo “basta”. Ese fue el título de la primera canción compuesta en el taller de Fabricanciones, allá por marzo del año pasado. “Esta familia, porque es una familia, me ha ayudado a aceptarme, a mirar al pasado sin miedo, desde la verdad, a normalizar mi historia. Ahora no huyo de lo que me ocurrió, sino que me enfrento a ello”, afirma Laura convencida. “A todas las mujeres que sufren maltrato les diría que levantaran la cabeza, que escuchasen a las personas que sienten cerca, pero, principalmente, que se escuchen ellas mismas, porque sí se puede salir adelante”.

Generando Igualdad es un verdadero ejemplo para ser optimistas a la hora de afrontar la solución de este problema, pero también ilustra cómo el actual gobierno recorta (hasta un 28%, según las organizaciones que trabajan con las mujeres) el dinero que se empleaba antes para luchar contra la violencia de género. Para esta asociación, nacida en el 2000, en los últimos años “se viene notando mucho la falta de subvenciones y ayudas para financiar nuevos proyectos; aun así, nos mantenemos organizando diferentes actividades solidarias y donaciones”, reconoce Elena Cedillo, psicóloga voluntaria, que destaca que la asociación está llena de altruismo.

Rafa tiene claro que este problema hay que agarrarlo desde la raíz. La educación como el arma más poderosa para cambiar el mundo, dijo Mandela. “El problema es que no nos han enseñado a amar sin poseer”, sentencia. “Además, hay un gran nivel de hostilidad hacia la figura de la mujer desde edades muy tempranas. Es decir, los modelos de referencia que tiene una niña en series, televisión o publicidad son de una exigencia bestial”.

¿Por qué no mejora esto, si parece haber un consenso de igualdad? “No mejora porque está situación es rentable para mucha gente. Esta imagen que muestran de la mujer genera muchísimo consumo”. Rafa añade que no solo hablamos de igualdad de género, sino que este es un tema de “justicia social”.

En la asociación es inevitable que salga el tema de la situación de la mujer en España. Rodeadas de unas paredes color lila, estas mujeres reconocen que el Gobierno, con medidas como la nueva ley del aborto impulsada por el ministro Gallardón, no ayuda a mejorar la situación. Preguntas, muchas preguntas sobre la mesa. “¿Hemos avanzado o retrocedido?”, plantea una. “¿A qué se debe el reducido número de denuncias?”. En 2013, de las 54 mujeres asesinadas solo 11 habían denunciado. “¿Este problema tiene que ver con la cultura española?”, plantea otra. No hay respuestas unívocas, los análisis pueden multiplicarse y matizarse, pero las víctimas no pueden seguir esperando.

Las canciones hablan de ellas. Cantan a la fuerza necesaria para volver a empezar, a la capacidad para sobreponerse a las cadenas, a la belleza inconclusa, ponen voz a la angustia de un niño testigo del infierno y a enamorarse nuevamente de la vida. “Muchas mujeres no se atreven a salir de este pozo porque ni siquiera son capaces de identificarse como víctimas”, advierte una de las mujeres. Una cosa hay que tener clara: “Nadie te va a poder ayudar si no pides ayuda”.

En 2010, Rafa propuso a la Fundación RAIS un proyecto con características parecidas, conocido como Fábrica de Canciones. “Ese proyecto surgió de una pregunta que yo me hacía cuando veía a una persona en la calle viviendo a la intemperie. Me preguntaba qué historia había detrás de estas personas. Sentía la necesidad de hacer algo”, nos cuenta. Y eso hizo: dio la oportunidad de participar a personas sin hogar (según el INE, en torno a 30.000) en el proceso creativo de la propia composición de las canciones. Rafa se niega a creer que haya personas sin capacidad artística creativa; la diferencia está en las oportunidades, porque todo el mundo tiene algo que contar. Por eso, “estas canciones están hechas de historias y con ellas se intenta que la sociedad se acerque a esta realidad trascendiendo el estereotipo”.

Allí conoció a Óliver, un joven guineano que fue víctima de un desahucio, uno más del medio millón que acumula ya España. Este joven reconoce que en los primeros días de taller no abría la boca. Su timidez fue una losa. Esa vergüenza fue apagándose hasta que se vio dando palmas y sonriendo a rabiar: “Fíjate si he cambiado, que en clase ahora me han elegido delegado”. Entre un cartón y un pupitre hay una distancia considerable. Óliver lo sabe y tal vez por eso admira a Rafa: “Para mí…, es un ángel. No tengo palabras. No sé cómo lo hace. Él podría haberse dedicado a la música como hacen la mayoría de los artistas: recibiendo aplausos en los escenarios y firmando autógrafos. Pero tuvo el coraje de acercarse a nosotros y devolvernos a la vida”.

Óliver tiene un pasado y, como Laura, ha sabido derribarlo, entenderlo. Este joven se lamenta: “La gente es consciente de lo que supone vivir en la calle, pero nadie hace nada. Muy pocas personas se atreven a acercarse a hablar con una persona tirada en la acera”. ¿Por qué existe esa brecha? Rafa no duda y responde: “Tiene mucho que ver con este sistema fallido basado en el miedo y en la desconfianza. La gente se pone unas barreras que impiden comportarse con naturalidad, como seres humanos”.

“A mí, Fábrica de Canciones me ha devuelto la música. He vuelto a tararear por la calle”, dice uno de los miembros del taller. Volver a tararear… La música como vehículo para cerrar las heridas del pasado y crear vínculos fuertes con las personas.

A Rafa hay una frase que le gusta subrayar: “La música llega donde no alcanza la palabra”.

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