¿Qué hace un concierto pop en un salón de baile del siglo XIX?
El próximo miércoles 12 de febrero se cierra el ciclo ‘A las Veinte Cero Cero’ de este curso: conciertos pop en escenarios decimonónicos. Una exitosa idea que cumple 10 años y con la que dos de los museos con más encanto de Madrid, el Cerralbo y el del Romanticismo, persiguen conectar con las nuevas generaciones a través de conciertos pop. Mañana salen las entradas para asistir –gratuitamente- a ese último concierto, a cargo del grupo Blue Boredom. ‘El Asombrario’ asistió al anterior, el 29 de enero, a cargo de El buen hijo.
“El cielo estaba del color del Océano Ártico / Nubes en forma de coliflor decorando el espacio / Abro las ventanas y sale un gato a maullar a los pájaros / Agarro una nube para la crema que estoy preparando / Le falta sabor”. (La fatalidad de las cosas. El buen hijo ).
Los cinco músicos de El buen hijo suenan en directo como si fueran una banda de los noventa. Probablemente sea algo estudiado, puesto que reivindican a Le Mans y a los madrileños La pequeña Suiza como dos de sus grandes influencias. Una parte del salón de baile de un palacete de finales del siglo XIX como es el Museo Cerralbo no es, a priori, el lugar más adecuado para que un quinteto de pop suene adecuadamente. Sin embargo, su concierto del pasado 29 de enero tuvo un sonido algo más que suficiente. En algunos momentos la voz de Marco, compositor y alma de la formación, quedaba un poco apagada y hacía difícil comprender del todo las letras de las canciones, uno de los puntos fuertes de este grupo nacido en Madrid en 2016.
También tuvieron que enfrentarse a otro problema: su falta de repertorio en este momento. Pero lo solventaron con humor y profesionalidad. Hasta el momento, el grupo tiene accesibles en plataformas de streaming tan solo siete canciones. Las que componen Los cinco temitas de El buen hijo y los dos singles, Walasse Tin y La fatalidad de las cosas. Así que montar un concierto que dure casi una hora, hablando muy poco entre canción y canción, resulta ser todo un reto para esta banda que no hace versiones. Pero también salieron airosos. El humor absurdo de Marco logró que el público participara en una especie de estudio de mercado votando a mano alzada por los temas que querían que se repitieran una vez agotado el repertorio. Vencieron dos temas nuevos que, según cuentan, formarán parte de su primer larga duración en cuya producción se encuentran inmersos. A corto plazo, Río de Janeiro y Aunque pene fueron las tres nuevas incorporaciones al repertorio. Tres nuevas canciones que siguen la senda de la identidad de El buen hijo: temas frescos que cuentan pequeñas historias de una manera desenfadada y cercana.
Este fue el tercero de los cuatro conciertos programados este curso 19/20 dentro del proyecto A las Veinte Cero Cero: Simoneta en octubre, Süma en noviembre, El buen hijo en enero y Blue Boredom en febrero. Propuestas íntimas, que reflejan el desengaño y desenganche de las nuevas generaciones con la sociedad actual y buscan refugios frente a la imposibilidad de cumplir sus sueños. Conciertos pop de una hora en el salón de baile del Museo Cerralbo y el salón de actos del Museo del Romanticismo. Gratuitos. Para un centenar de personas. Mañana, a las diez de la mañana, se ponen a disposición las invitaciones para el concierto que darán las cuatro chicas de Blue Boredom en el Museo del Romanticismo. Se cierra así el ciclo A las Veinte Cero Cero en el 20/20.
La chispa surgió en diciembre de 2010 en el Cerralbo, tras haber estado cerrado cuatro años por obras de reestructuración; se trataba de introducir una de las mayores aficiones de la juventud, la música pop indie, en ambientes decimonónicos. Con estos conciertos, que han demostrado gran aceptación, estos dos centros (dependientes del Ministerio de Cultura y Deporte) buscan la re-conexión con las nuevas generaciones, que cada vez sienten mayor desapego hacia los museos como actividad para su ocio. Es lo mismo que hace El Prado abordando en cómics las historias de grandes artistas de su colección o el Thyssen con su concurso en Instagram para realizar versiones libres de algunos de sus cuadros más famosos. Intentar hacer llegar el patrimonio a los jóvenes a través de lenguajes con los que ellos se sienten más identificados: el pop, el cómic, redes sociales como Instagram.
En el caso del museo Cerralbo, también se persigue recrear la función musical para la que fue concebido ese fastuoso y recargado espacio que es su salón de baile. Y realmente resulta curioso escuchar en ese ambiente de cornucopias y querubines, floripondios y espejos mágicos, a Marco cantando esto tan de la juventud desencantada del siglo XXI: “No sé si lo habrás notado / Pero me cuesta tanto / Hacer como que no pasa / Lo que me está pasando / Puede que tan solo sea / Contracultural. / Pero siento que es más grave / Siento que nada me vale / Que todo me va a salir fatal / Por mi mentalidad”. (La fatalidad de las cosas. El buen hijo).
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