Conexión con el cosmos desde un templo afro en el Thyssen

‘Des/astres’, 2024. Videoinstalación (color, sonido) con madera, hojas de palmera, hamacas tradicionales de algodón tejido a mano kali’na de la Guayana Francesa 61 min. Tabita Rezaire. Nebulosa de la calabaza, 2024. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. Foto: Roberto Ruiz, TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary.

En la exposición ‘La nebulosa de la calabaza’, la artista afrociberfeminista y multidisciplinar Tabita Rezaire presenta tres instalaciones auténticamente inmersivas que recrean la mitología yoruba y los rituales amazónicos, conjugados con los testimonios de la ciencia actual, como formas de acercarse al conocimiento del cosmos. Es la nueva propuesta de la FundaciónTBA21 en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Partiendo de las raíces y los ancestros para conectar con el Universo y “el ciclo infinito y circular de la vida”.

La nébula estelar podría tener la forma de una calabaza y remitir a nuestra cuna africana, donde las calabazas no solo alimentan, ya que sus cáscaras se convierten en instrumentos que percuten y despiertan las almas antiguas para que nos acompañen en nuestro breve tiempo en este planeta. Del polvo cósmico de la nebulosa con el que se forman las estrellas nace la materia de la que estamos hechos, junto al resto de flora, fauna y los minerales de la Tierra, así como los demás astros del universo. Por esto, en La nebulosa de la calabaza, tal es el título de la exposición que acaba de inaugurar Tabita Rezaire en el Museo Nacional Thyssen Bornemisza, la artista quiere dejar patente “el ciclo infinito y circular de la vida”.

Rezaire (París, 1989), una artista afrociberfeminista y multidisciplinar que se autodefine como “hija del agua, como un arroyo que deambula e intenta fusionarse de nuevo con el océano”, llega por primera vez a España con una muestra individual, comisariada por Chus Martínez y coproducida por la Fundación TBA21 Thyssen Bornemisza Art Contemporary. Ella resume su biografía diciendo que es hija de padre de Guayana y madre danesa; que actualmente reside en la Guayana francesa, “para vivir en el bosque” y que su nombre, Tabita, significa “la que ve todo”, en arameo.

En el hogar de sus ancestros americanos, Tabita es una aprendiz de la ambivalencia de la selva, “porque hay espíritus benéficos y otros que no, y hay que saber reconocerlos, gracias a la guía de los guardianes de las tradiciones de diferentes comunidades afro e indígenas”, según relata.

Al Thyssen trae tres instalaciones en 2024 (Omo Elu, Des/astres y OMI: Yemoja Temple) en las que se pregunta y nos pregunta cómo queremos pertenecer al mundo. Para empezar a responder, Tabita Rezaire señala que tanto los científicos como los místicos comparten la misma misión: entender el cosmos.

Reconocer el pasado colonial no nos quitará nada

En la introducción de la exposición ante la prensa, el director artístico del Museo Thyssen Bornemisza de Madrid, Guillermo Solana, afirmó que La nebulosa de la calabaza continúa la línea desarrollada por el museo en torno a las sociedades postcoloniales. A su juicio, ese miedo del hombre ilustrado a “que nos quiten algo” está dando por fin paso a la comprensión de que “la decolonización del pensamiento no solo no empobrece, sino que enriquece”.

Solana destacó que “del romanticismo hacia aquí, los artistas visionarios hayan intentado recuperar estas otras dimensiones mutiladas en Europa, que incluyen los rituales y mitos de las culturas ancestrales, para devolverlas al arte occidental”. Y esto, señaló, es lo que hace Tabita al conjugar la “percepción ancestral del cosmos con la ciencia contemporánea”.

Instalación con sonido y tela de algodón teñida de índigo, madera, bridas, calabazas, cerámica, conchas de cauri, agua, miel, cuba de índigo. Tabita Rezaire. Nebulosa de la calabaza, 2024. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. Foto: Roberto Ruiz, TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary.

‘OMI: Templo de Yemoja’, 2024. Instalación con sonido y tela de algodón teñida de índigo, madera, bridas, calabazas, cerámica, conchas de cauri, agua, miel, cuba de índigo. Tabita Rezaire. Nebulosa de la calabaza, 2024. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. Foto: Roberto Ruiz, TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary.

El director del museo subrayó que sea precisamente hoy, mientras en la industria del ocio “se abusa de la experiencia inmersiva” como entretenimiento, cuando se propone “esta verdadera experiencia inmersiva” que suponen las creaciones de Rezaire.

Por su parte, la comisaria Chus Martínez habló de tres ejes que sostienen estas creaciones, como son la lógica de los valores, la experiencia del tiempo y la historia de las prácticas. Así, “la experiencia del pensamiento está basada en el lenguaje”, indicó.  Pero el pensamiento y el lenguaje “no son una línea recta”.

“Pensar es una práctica”, aseveró, y los artistas basan su práctica justamente en esas asociaciones de imágenes o conceptos que “no van en línea de coherencia, porque hay múltiples formas que se mezclan, muchas de ellas contradictorias y vienen del cosmos”. De esas formas no lineales “emergen ideas”, afirmó.

“Son ideas que emergen en un estado de posproducción”, agregó. En sus palabras, lo que el visitante puede hallar en esta exposición es “la reflexión de formas ancestrales de conexión con la Tierra, con el cosmos, con los símbolos, con los organismos, con el lenguaje, con el amor y con la experiencia de la bondad, que resulta importante para pensarnos en el seno de una sociedad”.

La generosidad de esta experiencia, en la que hay “espacio para la autorreflexión”, radica, en su criterio, en que se nos brinda el conocimiento de “multitud de formas diferentes de codificar” y la “posibilidad de la coexistencia”, siempre que seamos capaces de comprender esas otras visiones, sin aplanar rituales de culturas distintas para que quepan en nuestros marcos.

Lo decolonial en las maneras de ver

En la planta -1 del museo de Madrid, el visitante se encontrará en una gran sala con tres espacios claramente demarcados por las instalaciones de Rezaire, que se expresa en textiles y materiales constructivos que permiten oler fragmentos de naturaleza, observar las figuras inspiradas en divinidades orishas y otros espíritus de Nigeria, Benín, Togo y la selva amazónica, así como apreciar telas teñidas con pigmentos naturales, al tiempo que se exploran algunos conceptos de astrónomos y críticos culturales.

En este sentido, llama la atención la cita a Elizabeth Kessler, una investigadora en la cultura visual de la Universidad de Stanford, que estudia el rol de la estética y los medios en la ciencia contemporánea, especialmente en la astronomía y el intercambio entre la tecnología y las maneras de ver y representar. Los expertos consultados en la pieza audiovisual que se proyecta en una de las instalaciones mencionan a Kessler para explicar que la noción occidental del hombre blanco que conquista el Oeste (o el espacio salvaje) se ha proyectado también hacia el cielo. Así, los colores y las iconografías del romanticismo en Europa (por caso, los cuadros de Joseph Turner) son los que se han impuesto como el imaginario prevalente a la hora de representar e ilustrar el espacio sideral.

A continuación, presentamos una breve descripción de las instalaciones que integran la exposición:

La producción de esta obra contó con el apoyo del IFN / Embajada de Francia en Nigeria y la Alianza Francesa de Lagos. Encargo de la Bienal de Lagos, Nigeria, 2024.Tabita Rezaire. Nebulosa de la calabaza, 2024. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. Foto: Roberto Ruiz, TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary.

‘Omu Elu’, 2024. Pintura azul, seis telas teñidas de índigo. Encargo de la Bienal de Lagos, Nigeria, 2024. Tabita Rezaire. Nebulosa de la calabaza, 2024. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid. Foto: Roberto Ruiz, TBA21 Thyssen-Bornemisza Art Contemporary.

Omo Elu

Omo significa niño, en lengua yoruba, y elu es índigo. Esta obra fue encargada por la Bienal de Lagos, Nigeria (2024). Son seis textiles que exhiben las figuras de las encarnaciones de Yemoja, como madre, agua, creadora, sanadora, gobernante y bailarina. Las telas están teñidas con índigo (un pigmento extraído de plantas), en una forma de tintado tradicional en Nigeria. Este azul también se utiliza para adornos corporales y prácticas curativas.

En el centro del círculo de las diosas, dos medias calabazas, dispuestas a modo de tambor acuático, permiten al visitante tocar la percusión en homenaje a la madre orisha.

Des/astres

La instalación Des/Astres (que puede ser ‘astros’ o ‘desastres’, en francés) está inspirada en el maluwana, un disco de madera decorado, que es el elemento central del tukusipan o ‘casa del cielo’ de los wayana, un pueblo indígena de la Guayana francesa. Allí las celebraciones están amparadas por las leyendas cósmicas.

Esa casa circular de madera, cubierta por hojas de palma, que evoca un carbet –nombre del espacio tradicional– funciona aquí como un planetario, ya que en el techo se proyecta un vídeo con el que la artista pretende dar a conocer “diferentes visiones de exploración del cosmos” a través del tiempo, como ella misma lo expresa. En la pieza caben las voces de expertos del Centro espacial de Guyana o que trabajan observando el cielo a través del telescopio James Webb, pero también los testimonios autóctonos, lo cual permite conjugar la mirada ancestral y la de la ciencia.

“La gente piensa que no hay otra manera de viajar por el cosmos que con cohetes”, sostiene Rezaire, pero “las poblaciones nativa y marrón (descendientes de africanos) tienen otra manera de conocer el universo, por ejemplo, a través de árboles que están habitados por espíritus con los cuales uno puede entrar en conexión, o que están en el agua, mediante las visiones chamánicas”.

Los visitantes pueden tumbarse en hamacas como las que se utilizan en el Caribe y no solo mecerse, sino también aprender todo lo que la selva amazónica y las piedras de las construcciones megalíticas pueden contarnos acerca de la cosmología indígena o de la coexistencia milenaria de formas contradictorias, pero también acerca de la agricultura colonial, las formas del extractivismo actual o las renovadas maneras de conectarnos con la Tierra.

OMI – Yemoja Temple

Una gota de agua da forma al templo dedicado a la orisha del agua, Yemoja. Se trata de una especie de cueva ritual, con paredes flexibles teñidas de azul intenso, como el de las profundidades del Lago Tanganica, quizá inspirada en una exploración que hizo la artista junto al arquitecto Yussef Agbo-Ola y los biólogos Alex Jordan y Anja Wegner, para estudiar los ecosistemas de los corales.

Los tejidos ornamentados recrean antiguas prácticas africanas de la comunicación simbólica a través de telas, con diseños que representan a las criaturas oceánicas.

Dentro de la instalación sensorial, el círculo de la vida se celebra gracias a la recuperación de rituales yorubas. Allí los cantos tradicionales se intercalan con reflexiones artísticas y ecológicas. Y la gratitud se expresa frente al altar, en oraciones que pueden ser simples contemplaciones de colores, u olores y sabores como el dulzor de la miel, que se ofrenda junto con los copos de coco y el índigo.

‘La nebulosa de la calabaza’ está abierta al público en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza hasta el 12 de enero de 2025.

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