¿Cuáles son los cultivos con menor ‘huella de suelo’?

Sembrado de patatas. Foto: Flores y plantas / CC.

La degradación de los suelos no es un asunto menor: según la FAO, de aquí a 2050 la erosión podría provocar una caída del 10% en la producción de cultivos. Un equipo de investigadores del departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba propone un indicador de la cantidad de suelo que se pierde durante el proceso de producción de distintos alimentos. Se calcula dividiendo la tasa de erosión por su grado de productividad. Cebollas y patatas salen como los cultivos menos agresivos. Los olivares, entendidos en su producción intensiva actual, de los más impactantes para la cobertura fértil. Su trabajo supone, además, una llamada de atención sobre este universo subterráneo y desconocido, pero de importancia vital para el mantenimiento de ecosistemas y cultivos.

Hasta hace poco tiempo, el suelo era el gran olvidado, una especie de contenedor inerte en el que colocar nuestros cultivos, algo que podíamos usar y alterar a nuestro gusto sin mayores consecuencias. Hoy, sin embargo, sabemos que el suelo es un sistema muy complejo y dinámico, fuente de biodiversidad y que, según la FAO, nos provee directa o indirectamente del 95% del total de nuestros alimentos. Sabemos también que su maltrato nos sale caro: si el principal sostén de cultivos y ecosistemas está dañado, estos también saldrán perjudicados.

“El suelo es importante por muchas razones, dos de ellas fundamentales para los cultivos. En primer lugar, contiene materia orgánica, que a su vez es el alimento de las plantas e influye, por tanto, en su crecimiento. Además, funciona como almacén hídrico, de forma que en los periodos sin lluvia sigue habiendo agua disponible. Así que, si nos quedamos sin suelo, también estamos perdiendo el agua y el alimento para los cultivos”, nos explica Andrés Peñuela, investigador en el departamento de Agronomía de la Universidad de Córdoba. Su equipo acaba de publicar un artículo en la revista Soil Security en que se propone un método que permite comparar el impacto de distintos cultivos en el suelo y, a la vez, concienciar sobre este problema.

La degradación de los suelos no es un asunto menor: según la FAO, de aquí a 2050 la erosión podría provocar una caída del 10% en la producción de cultivos. “El suelo se suele ver como algo que está ahí siempre, no como un recurso que consumimos”, añade Peñuela. Afortunadamente, las cosas están cambiando, y poco a poco las estrategias y políticas agrarias empiezan a incluir el mantenimiento de los suelos y su diversidad como un eje esencial de cara a garantizar la producción de alimentos y la salud de los ecosistemas a medio plazo.

La ‘huella del suelo’, un indicador útil para los consumidores

El concepto de huella de suelo se basa en otros similares, como la huella de carbono o la huella hídrica, que estima cuánta agua se necesita para producir un determinado alimento. “Por ejemplo, sabemos que la producción de carne tiene una mayor huella de agua que los vegetales. No es una cifra exacta, pero permite hacer comparaciones y ayuda a los consumidores a hacer elecciones más conscientes”, nos explica Peñuela.

En el caso de la huella del suelo hablamos de la cantidad de este recurso que se pierde durante el proceso de cultivo de un alimento, y se calcula dividiendo la tasa de erosión por su grado de productividad. “Por ejemplo, una huella con valor 3 nos está indicando que para producir una unidad de cultivo perdemos tres de suelo”, indica el investigador. “No es una cifra exacta, pero creemos que es fácil de entender y además nos permite hacer comparaciones”.

Los cultivos con más huella

En concreto, el equipo de Peñuela ha calculado las huellas de suelo de 10 de los cultivos más importantes en la península, obteniendo los resultados más bajos –más producción de alimento en proporción a la erosión que generan– para la cebolla, la patata y la naranja. Por el contrario, el cultivo más problemático en relación a la degradación del suelo sería el olivo, seguido del cerezo y el trigo.

¿Significa esto que habría que dejar de cultivar olivos? No necesariamente, puesto que la erosión es un problema que depende de muchos otros factores como las condiciones climáticas, la topografía y el manejo agrícola. Como nos recuerda Peñuela, hablamos de cifras muy globales que lo que nos indican es que ahí hay un problema que conviene analizar más a fondo y a escala local, teniendo en cuenta las particularidades de cada zona.

Los investigadores han profundizado en el caso del olivo para averiguar cuáles son las razones detrás de esa huella tan elevada. “En el manejo tradicional del olivar se ha tendido siempre a eliminar totalmente la vegetación que hay entre los árboles, tratándola con herbicidas o arando, de forma que el suelo se queda desnudo. Cuando llueve, y en el sur las lluvias suelen ser torrenciales, se crean grandes corrientes superficiales que erosionan el suelo, sobre todo si el olivar está en pendiente”. El mantenimiento de cubiertas vegetales sería una práctica, en este caso, que contribuiría a disminuir la huella de suelo de los olivares.

Aceite de oliva de calidad: con menor huella de suelo

Como hemos comentado antes, la solución no pasa por dejar de consumir un tipo de producto u otro. “Si este concepto de huella de suelo tuviera éxito se podría, por ejemplo, reflejar de alguna forma en las etiquetas o con algún tipo de sello, al igual que sucede con la producción ecológica”, reflexiona el investigador. “Yo compro un aceite de oliva que es respetuoso con el suelo, porque el agricultor está aplicando una serie de medidas encaminadas a reducir la erosión. Y si crece la demanda de alimentos producidos con menor huella de suelo, los productores y las políticas agrarias tendrán que ir también por esa línea”, concluye el científico.

Referencia del estudio: V. García-Gamero, T. Vanwalleghem, A. Peñuela, “Soil footprint: A simple indicator to communicate and quantify soil security”, Soil Security, Volume 16, September 2024. 

Foto de cabecera: Flores y Plantas / CC. 

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