Cuentos que dan una vuelta de tuerca a nuestro día a día
Nuevas propuestas de grandes libros de relatos cortos. Hoy os invitamos a leer, de la mano de Javier Morales, a la neoyorkina Lorrie Moore, la argentina Samanta Schweblin y el madrileño Javier Sagarna. Imaginación desbordante para dar una vuelta de tuerca a nuestra percepción de lo convencional.
A estas alturas, los lectores de Área de Descanso ya os habréis dado cuenta de que aquí hay mucho cuento. Cuentos de los buenos, aptos para todas las estaciones del año y no sólo en verano. Porque los cuentos de verano no existen, aunque algunos medios de comunicación españoles se empeñen en lo contrario, como si el relato corto fuese algo menor, algo que cualquier redactor competente pudiera emprender con acierto. Pues no. La literatura es otra cosa. No debe aburrir (ya lo decía Marsé respecto a la novela) y tampoco dejarnos indiferente. En Estados Unidos, revistas de actualidad como The New Yorker publican periódicamente relatos de escritores más o menos reconocidos, incluso se ha creado un estilo con esa marca. En sus páginas han publicado autores de la talla de John Cheever, John Updike, Alice Munro y Lorrie Moore, entre otros.
De Lorrie Moore (Glens Falls, Nueva York, 1957), precisamente, podemos leer ahora la traducción de su última colección de cuentos, Gracias por la compañía (Seix Barral). El título original es Bark, que en inglés alude tanto al ladrido de un perro como a la corteza de un árbol, y este doble sentido, el de mostrar rabia pero también protección, es el pilar en el que se asientan los relatos de este esperado libro: las historias nos aguijonean, pero también nos conmueven y nos cobijan.
Son ocho cuentos (cuatro de ellos ya se habían publicado anteriormente) en los que volvemos a encontrarnos con la misma Moore de siempre, irónica e ingeniosa, con poco espacio para el sentimentalismo, la que retrata con humor la miseria y las contradicciones de la vida cotidiana, la dificultad de crecer y de acoplarse a la sociedad. Pero en este libro va un paso más allá, como si sus personajes hubieran crecido también y se encontraran de lleno ante la crisis de la media edad, ante nuevos desencajes vitales, pero con menos tiempo para resolverlos.
En el primero de los relatos, Muda, sin duda uno de los mejores, Ira, divorciado a la fuerza, intenta rehacer su vida sentimental con Zora. Y todo podría ir bien de no ser por el hijo adolescente de ella, Bruno. En Alas, otro de mis preferidos, el encuentro inesperado con un anciano le sirve a CK para aclarar su relación con su inmaduro novio, Dench, y las decisiones que toma al respecto, que conocemos gracias a un extraordinario manejo de la elipsis.
En las historias de Moore encontramos diálogos originales y chispeantes, llenos de juegos de palabras, con estallidos de un humor que salva siempre las situaciones y a los propios personajes (“Mike se describía a sí mismo como ‘católico étnico’ y en una ocasión se quejó abatido de no haber sido lo bastante guapo como para que un sacerdote abusara de él”). Moore disecciona las relaciones personales, la familia (“Todas las familias son una familia de cocodrilos”), con el telón de fondo de la guerra de Irak y los ecos del enrevesado mundo de la política norteamericana.
La familia y su dinámica también están presentes en los cuentos de Siete casas vacías (Páginas de Espuma), libro con el que Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) ha ganado el IV Premio Internacional de Narrativa Breve Ribera del Duero. La escritora argentina, con una prosa descarnada y punzante, nos sitúa en la frontera entre la normalidad y la locura, nos traslada a ese límite nada claro del que hablaba Foucault cuando afirmaba que no hay locura sin civilización, pues en último término es la razón la que finalmente impone unos códigos arbitrarios y cambiantes. ¿Por qué unos abuelos no pueden bailar desnudos en el jardín de casa?, como ocurre en Mis padres y mis hijos, uno de los mejores relatos de este volumen. Otro de los cuentos que más me han impresionado es Un hombre sin suerte. Una niña acude con sus padres a urgencias el día de su cumpleaños porque su hermana pequeña se ha tragado una taza de lavandina (lejía). Mientras espera a sus padres, desprovista de sus bragas, blancas, usadas en el coche como señal de emergencia para salvar el tráfico, le aborda un desconocido. A mitad de camino entre Buzzati y Carver, Schweblin consigue convertir lo cotidiano en algo inquietante y perturbador, le da una vuelta de tuerca a nuestra percepción de lo convencional, a lo establecido como norma, con un gran manejo de la tensión narrativa, como pedía Carver a cualquier relato.
Y de la aventura de lo cotidiano que nos proponen Moore y Schweblin, volemos en globo a Las nuevas aventuras de Olsson y Laplace (Menoscuarto), de Javier Sagarna (Madrid, 1964), un original libro de relatos que también podría leerse como una novela. Con una imaginación desbordante, Sagarna explora los límites, las fronteras entre géneros narrativos. El resultado es un libro divertido, profundo e irreverente, en el que el autor reinventa el género de aventuras, con guiños permanentes a Verne, London, Stevenson, y tantos otros, como si el propio Sagarna se hubiera embarcado también en una aventura, literaria, eso sí.
El noruego Olsson y el belga Laplace aparecieron por primera vez en Ahora tan lejos (Menoscuarto), y ahora los conocemos en profundidad a través de sus peripecias por medio mundo, en las situaciones más rocambolescas. Tras la lectura de Las nuevas aventuras es difícil no encariñarse con esta peculiar pareja, como con Phileas Fogg y su ayudante Jean Passepartout, con Sancho Panza y Don Quijote o con Holmes y Watson. Olsson es un hombre adusto, austero y parco, poco dado a sentimentalismos, proclive a vivir el momento, sin más, capaz de disfrutar de la existencia a pesar de sus inconvenientes y molestias, incluso en las situaciones más difíciles. Locuaz, sentimental, angustiado y neurótico, así es su amigo Laplace. El Yin y el Yan. Dos formas de ver el mundo, tal vez complementarias. Porque detrás de cada peripecia de Olsson y Laplace, uno se pregunta qué les lleva a emprenderlas, a lidiar con piratas, a pelear en batallas perdidas o a naufragar en las alcantarillas de una gran ciudad. Y lo que les mueve, quizás, es el miedo a la soledad, a la rutina, a una existencia varada, a perderse en las afanosas proezas cotidianas cuando en su lugar podrían contemplar un embriagador amanecer en el desierto. Olsson y Laplace responden a la máxima pascaliana de que el hombre es infeliz, porque no sabe estarse quieto y solo en una habitación.
Se nota que Sagarna ha disfrutado escribiendo estas nuevas aventuras de Olsson y Laplace y estoy seguro de que el lector lo pasará en grande leyéndolas.
Comentarios
Por Alex Mene, el 26 julio 2015
Mucho buen cuento