Cullum, la psicodelia y las cervezas
El músico británico Jamie Cullum abre con brillantez y madurez en la playa de la Zurriola donostiarra la 48 edición del Heineken Jazzaldia. Por allí también pasaron el flipe alucinógeno de la Shibusa Shirazu Orchestra y un encontronazo de cervezas que estaba algo más que cantado
MANUEL CUÉLLAR, San Sebastián
San Sebastián se volcó ayer con Jamie Cullum. El músico inglés era el plato fuerte de la inauguración de la 48 edición del Heineken Jazzaldia y Donosti no le defraudó. Todavía era de día a las nueve y cuarto de la noche y la playa de la Zurriola ya estaba abarrotada esperando al músico que venía a tocar, esta vez, a su escenario más grande. La última vez que tocó en la ciudad fue en la 44 edición de 2009 en la Plaza de la Trinidad frente a un público mucho más reducido y que previamente había pasado por taquilla. Ayer lo hizo a lo grande. En el primer concierto gratuito en el Escenario Verde con las únicas limitaciones de aforo que imponen los casi 800 metros de largo por 100 de ancho (de media) de la playa de la Zurriola.
Arrancó con The Same Things, de pie tocando la percusión, una caja, mientras luchaba contra un sonido que en los primeros minutos de concierto dio algunos problemas. Pero con Cullum ayer nadie pudo. Cumplirá 34 el próximo 20 de agosto y presumió, como es costumbre en sus conciertos, de juventud: se subió varias veces al piano desde donde inmortalizó al público con la cámara de su teléfono móvil, aporreó tambores en distintas ocasiones, saltó, correteó, brincó, sacudió su cabeza de forma espasmódica… Y, sobre todo, deslizó pasajes y temas ajenos versioneados con una maestría casi tan adulta, personal y perfeccionista como las fantásticas entregas que hace Diana Krall cuando transita por temas de otros como A case of you de Joni Mitchell por poner un ejemplo.
Por el concierto de ayer de Jamie Cullum pasaron en parte o en su totalidad temas de artistas como Justin Timberlake, Rihanna, Cole Porter, Hendrix, Radiohead o los francesísimos Daft Punk, que con su recientísimo Get Lucky llevan camino de batir el récord de número de artistas que quieren versionearla en menos tiempo desde su lanzamiento. En la jornada de ayer, en Donosti, sonó de alguna u otra manera en, al menos, tres escenarios distintos. Para que luego digan del nuevo funky.
Cullum se deshizo en halagos con Donosti: “Esta es la ciudad en la que he intentado hacer surf sin éxito, la ciudad en la que me he quemado por el sol, la ciudad en la que me he ido de fiesta hasta el amanecer y en la que he dado los conciertos que recuerdo con más cariño”. Ya sabemos: el músico siempre adula al respetable allí donde va, pero juro que a este muchacho con cara de pillo y tendencia al baile de San Vito ayer las medias verdades le quedaron de lo más creíbles. Que adora Donosti, debe ser cierto, aunque solo sea por la casi hora larga que estuvo haciéndose fotos con fans una vez terminado el concierto.
Al cuarto tema se cumplió la profecía. O más bien, la contradicción esperada. Es lo que tiene este mundo globalizado en el que se ha puesto de moda que los anuncios publicitarios de bebidas alcohólicas, y especialmente de cervezas, estén protagonizados por músicos (Cullum, Mika, Love of Lesbian, Delafé…) y que sus composiciones, casi inevitablemente, se conviertan en canciones del verano con patrocinador. No pasó de la mera anécdota, pero a gran parte de los presentes no se les escapó el hecho de que uno de los hitazos de Cullum, Everything you didn’t Do, que sirvió como himno para una campaña de la cerveza San Miguel, sonara en un festival y un escenario verde bautizados así precisamente por el color corporativo de Heineken, otra marca de cerveza principal patrocinadora del Jazzaldia.
La voz de Jamie Cullum es especial y su forma de tocar el piano también, tanto que lo lanzaron al estrellato directamente cuando tenía solo 24 años. Pero en el concierto de ayer su garganta sonó con muchos matices. En ocasiones como si se le hubiera colado dentro el espíritu de Gabe Dixon tocando en el world café –a ambos les gusta Hendrix- o con una inusitada y romántica suavidad sin edulcorar cuando atacó el High and dry de Radiohead.
Nada menos que a las 12.30 de la noche, le tocó el turno a uno de los grupos más sorprendentes y extraños del panorama musical actual. Se trata de la Shibusa Shirazu Orchestra, una suerte de big band japonesa que mezcla en sus espectáculos en directo, música, danza, escenografía, pintura… Lo que haga falta. Ya habían visitado San Sebastián hace tres años, pero anoche, en la playa pusieron a bailar a un público bien predispuesto y a alucinar con esa puesta en escena en la que la sobredosis de psicodelia está algo más que estudiada. Como una medusa gigante sobrevolando la playa en una especie de flipe hinchado de helio o unos incansables bailarines y bailarinas que le siguen bailando a uno en la cabeza incluso cuando ya ha cerrado los ojos para irse a la cama.
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