David Álvarez, el ‘compositor artesano’ que integra música y naturaleza
David Álvarez, extremeño y ‘medio’ gallego, ha hecho de sus composiciones musicales un arte que se integra en la naturaleza para convertirse en una herramienta de concienciación ambiental a través de las emociones que provoca. Afincado en Alburquerque (Badajoz), este profesor de guitarra y director de la Escuela Municipal de Música de su municipio, tiene en su haber obras para más de 25 espectáculos, pero también para documentales de naturaleza o proyectos de cooperación internacional.
Se define como un “compositor artesano”, alguien que traslada a su música las diferentes realidades sociales, medioambientales y culturales, adaptando sus creaciones a cada una de ellas. Es nuestro nuevo invitado a la ‘entrevista circular’. Además de participar en el proyecto Areitos / Artistas para el Desarrollo, dedicado a erradicar la extrema pobreza a través de la educación artística, es consejero de la Asociación de Ayuda Social, Ecológica y Cultural (ADASEC), que lleva más de 40 años promoviendo valores relacionados con la solidaridad, la tolerancia y la sensibilización. Fruto de esa vocación es la campaña en la que participa este año, que ADASEC ha puesto en marcha gracias al Proyecto LIBERA –de SEO/BirdLife en alianza con Ecoembes, en los márgenes derecho e izquierdo del río Guadiana a su paso por Badajoz. Es un entorno de gran riqueza ornitológica –de hecho, es Zona de Especial Protección de Aves (ZEPA)–, que ha pasado de ser un lugar donde se acumulaba basura a un espacio en el que reencontrarse con la naturaleza a través del arte que ahora habita entre sus árboles. En la última convocatoria de LIBERA se seleccionaron 54 proyectos a nivel nacional.
¿Cómo llega un artista como usted a interesarse por la concienciación ambiental?
En mi caso, es algo que me vino de casa. Mi madre era voluntaria de ADASEC y desde pequeño me enseñó la importancia de la naturaleza. ADASEC hace más de 40 años que se dedica a la educación en valores, con diferentes proyectos de educación social y ambiental, a nivel nacional, especialmente en Madrid y Extremadura, y también en cooperación internacional. Funciona con voluntarios y gracias a subvenciones para proyectos que nos permiten poner en marcha nuestros proyectos. Este año, tenemos en marcha uno con LIBERA, con los que llevamos cinco años colaborando con su campaña de Basuraleza. Hemos hecho charlas en colegios, talleres, etcétera… En esta ocasión, un grupo de artistas presentamos una iniciativa para sensibilizar a través del arte, cada uno desde su expresión artística.
¿En qué consiste esa iniciativa junto al Guadiana?
En recuperar un tramo de entre 8 y 10 kilómetros de sus orillas. Es una zona donde se ha encontrado todo tipo de basura dañina, como plásticos, ruedas, envases, colillas, botellas, latas, etcétera. Junto con Montserrat Álvarez Quintero, en ADASEC pensamos que era una buena idea apadrinar ese lugar y crear empatía con él a través del arte. El proyecto incluye convocatorias públicas de limpieza con voluntarios, pero también acciones artísticas a través de postes de pizarra y carteles que hemos colocado a lo largo del recorrido. Allí se da información sobre cómo mantener limpio el lugar o sobre reciclaje, pero también se accede con un código QR a contenidos artísticos que han sido creados exclusivamente para el lugar. Ya lo hice en Alburquerque y este año ha sido en Badajoz. Se busca que a través de las emociones que provoca el arte, como son mis composiciones musicales, la gente empatice con la naturaleza. También se accede a información, poesías, cuentos, integrando sonidos de la naturaleza con otros que evocan la basura, como ruidos metálicos, que no son los que debería haber allí.
¿Cuál cree que es el principal reto ambiental que tenemos en la actualidad?
Por mi experiencia, se trata de tener incorporada la conciencia ambiental de forma natural en nuestras vidas. No puede avanzarse si no es parte de nosotros. Cuando lo está, es imposible plantearse dejar tirada por ahí la basura, como no se hace dentro de casa. Numerosas acciones que hacemos cada día afectan al todo, porque formamos parte de una unidad. Por eso es importante empatizar con el medio ambiente a través de las emociones, como hacemos en este proyecto desde el arte. Y es un campo en el que queda mucho por avanzar. La gente siempre ayuda cuando hay un vertido o una catástrofe, pero todavía son pocos los artistas que provocan esta sensibilidad a través de sus obras y es muy importante.
¿Qué es para usted la economía circular?
Es una fórmula para entender y generar la sensación de que todos formamos parte del mismo ecosistema y, por lo tanto, hay que reducir los residuos para beneficio de todos.
En general, ¿cómo ve la evolución de la conciencia ambiental?
Se está en el camino. Los que trabajamos en ello aún no tenemos todo el impacto que deseamos, pero sí se consiguen cosas. Se trata de que cada día hay que implicar a alguien para avanzar en ese objetivo de concienciación, por ejemplo, tener como meta convencer a una persona de que no puede tirar las colillas por una alcantarilla, como me ha ocurrido hoy mismo. Hay que crear una masa crítica, conseguir que un número elevado de ciudadanos comiencen a cambiar sus formas de actuar. Son muchas cosas las que podemos hacer. Y tenemos que lograr que la gente joven se convierta en abanderada de esta lucha, que entre en acción. Como decía un voluntario de ADASEC, en el presente la solidaridad es importante, pero en el futuro será obligatoria.
¿Qué prácticas ambientales tiene incorporadas en su día a día?
Desde luego, el cuidado con el consumo, el reciclaje o ir a una velocidad en la que contamine menos. En general, trato de dejar la menor huella posible. Habitualmente, suelo recoger la basuraleza que veo por ahí tirada, como latas o envases. También intento participar en las actividades que organiza LIBERA para limpiar espacios. A la hora de comprar productos, me fijo mucho en si tiene algo que indique que es respetuoso con el medio ambiente.
¿Un lugar al que le gusta regresar?
Los acantilados. Me gusta esa sensación de estar en un espacio grande, con el mar al fondo en el horizonte. No me importaría volver a los acantilados escoceses.
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