David Jiménez, la premonición hecha fotografía
David Jiménez es el autor de ‘Infinito’, trabajo que ahora está considerado como el inicio del nuevo fotolibro español. Ha tardado catorce años en lanzar ‘versus’, su siguiente propuesta marcada por los extremos y grandes dosis de premonición. Jiménez habla con El Asombrario de este trabajo y de la fotografía casi una década y media después.
David Jiménez ha dado a luz versus, su esperado nuevo libro. O, más bien, le ha dado luz, porque precisamente nace del juego entre la luz y la oscuridad; es decir, pura fotografía, y un concepto de la realidad que conecta de manera inquietante con los sueños. Han pasado muchos años y muchas cosas en el micromundo fotográfico desde que presentara su primera creación, Infinito, calificada ahora como el inicio del nuevo fotolibro español.
Curiosamente, versus e Infinito comenzaron a gestarse sobre la misma época, pero debido a la forma de trabajar de David Jiménez (Alcalá de Guadaira, Sevilla,1970), pausada, constante y reflexiva, han transcurrido casi tres lustros entre ellos. Durante ese tiempo, su lenguaje ha evolucionado, alejándose de la representación más evidente, con formas no siempre reconocibles, obligándonos a recorrer nuestro propio camino con las escasas pistas visuales que nos da.
versus está compuesto por dos volúmenes que se complementan, se relacionan, a veces se niegan, pero que forman una unidad. Mantiene ese interés por estructuras compositivas basadas en la simetría que son marca de la casa: blanco y negro, luz y oscuridad, racionalidad e intuición; una estructura consecuente con el que fuera un estudiante de Bellas Artes que escribía poesía entre una familia de científicos.
David es un hombre delgado, de voz suave y trato agradable. Viste de negro y va encogido de hombros, como queriendo pasar desaparecido. Con apariencia de escritor de principios del siglo XX, ese aire de no darse importancia esconde reconocimientos como Fotógrafo Revelación en PHotoEspaña 99 o el Premio de las Artes Kaulak Villa de Madrid 2008. Además, cuenta con el respeto por parte de sus contemporáneos por la seriedad de su propuesta, y es un referente para los que empiezan ahora, que lo demandan regularmente para talleres y conferencias sobre el proceso creativo.
A los pocos días de presentar su nuevo libro en Madrid, durante una mañana soleada, nos citamos con él para tomar un café y conversar sobre luces y sombras, realidad y sueño, concepto y obra… Vamos, que nos pusimos intensos. Pero es que charlar con David es aprender.
Catorce años desde Infinito. ¿Qué has hecho en este tiempo?
Muchas cosas. Normalmente trabajo al mismo tiempo en diferentes proyectos, en paralelo. La primera maqueta que hice de este libro es de 2001, aunque la idea surgió alrededor de 1998. Al hacer aquella maqueta, me di cuenta de que el concepto me servía pero que necesitaba otras imágenes, y continué trabajándolas pensando ya en el proyecto. No es que no me sintiese preparado para hacer este libro antes, simplemente 14 años pasan rápido. Dentro de ese periodo hubo un tiempo en el que tuve muchos trabajos de encargo. También me mudé varias veces de casa y de ciudad, y he ido trabajando a la vez en otros proyectos. Y finalmente el libro se ha materializado gracias a que Iñaki Domingo me propuso publicarlo para la editorial RM, y me pareció una gran oportunidad.
Con esos plazos, ¿se puede decir que tu método es hacer fotos y luego decidir dónde las encajas?
Tomo muchas fotografías; algunas de ellas están pensadas para proyectos concretos, pero la mayoría son piezas de un universo de imágenes con las que voy dando forma a los trabajos. Al ir fotografiando y familiarizándote con el resultado, esbozas algo que puede servir para que surja un posible proyecto más concreto, o que va un poco más allá. Creo que las ideas y los proyectos maduran, y lo hacen gracias al propio proceso y a la reflexión personal en torno a ese proceso. Incluso en el aspecto más concreto, fabricar físicamente la maqueta de un libro ayuda a visualizar el libro ideal que desearías hacer, a ver dónde te has equivocado, dónde has acertado, y a volver sobre esa idea. Así es como trabajo, juego con ese archivo de imágenes siempre en construcción, y al mismo tiempo voy coleccionando notas e ideas en unos cuadernos que son mi mayor tesoro. Imagínate, ¡los guardo en la caja fuerte del equipo cuando salgo de viaje! Muchas de esas ideas no las podré llegar a realizar nunca, pero tengo la impresión de que unas y otras se van enriqueciendo mutuamente.
¿Gracias a que te proponen el libro, lo concluyes?
En este caso sí, aunque en otras ocasiones ha sido una decisión personal. Cuando surgió la posibilidad de hacer versus, estaba trabajando en otro libro. Dejé en suspenso aquel proyecto y retomé éste casi como si volviera a empezar desde cero. Y reservé una cantidad de tiempo para ello, varios meses. Necesito días, incluso semanas, para calentar el motor y que alcance la temperatura adecuada en la que siento que el proceso creativo empieza a funcionar.
Tu proceso creativo empieza mucho antes del momento de hacer fotos, mediante la lectura, la vida, las fotos… Y al final de todo eso, aparece un libro. ¿versus es una instantánea de tu proceso creativo?
Más bien refleja hasta dónde he podido llegar en esa dirección. Creo que la versión final del libro está más afinada que las primeras versiones. El concepto es el mismo, pero las imágenes no lo son. No ha sobrevivido ni una sola de las fotografías de la primera maqueta. Pero si hubieran pasado diez años más, tal vez hubiera podido hacer algo mejor. O no, quién sabe.
Eres un autor que no se limita a hacer las fotos, sino que controlas absolutamente todo el proceso en un libro. No delegas en otros el trabajo de maquetación, por ejemplo. ¿Por qué?
Porque lo entiendo como una obra completa en la que todos los detalles son significativos. Entiendo el libro como una experiencia. El formato, el tipo de papel…, todo comunica. Mientras yo tenga recursos para hacerlo, aunque suponga más tiempo, prefiero tenerlo en cuenta y trabajar en ello. Pero, por supuesto, también pido consejo, como en este caso a Iñaki y a otros amigos que me han ayudado a tomar decisiones sobre cuestiones creativas y de producción. He contado con la ayuda de unos buenos amigos y maravillosos diseñadores como son Sonia Sánchez y Paco Lacasta (www.sanchezlacasta.com) para el diseño de la parte tipográfica, por ejemplo. El título tampoco es mío, por cierto; me lo dio mi amigo José Guerrero. Ahora que lo pienso, todos los que han participado en este libro, del primero al último, son amigos.
¿Esa capacidad para ocuparte de todos los aspectos viene de tu formación en Bellas Artes?
Puede ser, pero creo que siempre he sido más o menos así. De todas formas, a veces voy demasiado lejos, quizá tengo que aprender a dejar más espacio a que intervengan otros. En una exposición que hice en la galería Astarté en 2007, quería hacer un montaje a sangre en madera y que tuviera una determinada textura, y acabé haciéndolo yo mismo. Compré las maderas, las pinté y lijé, hice las copias. Ahora pienso que aquello fue una locura.
¿Qué encontramos en versus?
versus es una colección de espacios que se interrelacionan. La clave está en los dos volúmenes, que son como dos historias que discurren en paralelo y entre ellas se establecen puentes, algunos más evidentes, los que menos me interesan -pero que tienen una razón de ser en el proyecto-, y otros más sutiles. Creo que el arte trata de construir una metáfora sobre alguna experiencia vivida, algo que has creído entender o has percibido. Y a mí me fascina la interdependencia, cómo todo está relacionado con todo. Me he interesado mucho por este tema y he aprendido todo lo que he podido, sobre la estructura misma de la realidad y de cómo la percibimos. Aparentemente, la realidad tiene unas claves lógicas y parece estable, pero tengo la impresión de que es más bien una construcción interior, con una lógica que recuerda a la de los sueños de un modo inquietante. Nuestra propia vida es una imagen, una fantasía que ha ido tomando forma en la memoria.
Y la vamos cambiando, vamos modificando nuestro recuerdo.
Sí, desde luego, nuestra historia se va reconstruyendo a cada instante. Y por otro lado, todos hemos vivido experiencias que se resisten a cualquier explicación racional. Se dan unas simetrías y unos ecos muy extraños, si prestas atención a ellos. Es una especie de juego, y me gustaría pensar que el libro es en parte una recreación de esto, de la idea de que hay zonas de la realidad ocultas que emergen a través de ciertos fenómenos que podemos interpretar como signos. Para terminar versus hice una serie de notas para orientarme en todo el conjunto de ideas sobre el proyecto, y una de las que apareció con fuerza fue la idea de premonición. He intentado que esté presente en el libro.
Al ver las fotos que mostraste en la presentación del libro, me acordé de los test de Rorschach. Tengo la sensación de que propones un juego para que sea el lector quien complete la imagen basándose en su subconsciente.
De alguna manera, sí. Esa idea se fue haciendo fuerte a medida que avanzaba en su desarrollo. Al compartirlo con otras personas caí en la cuenta de que hay muchas cosas que no son reconocibles, pero entendí que eso no era un problema sino todo lo contrario. Se daba a la imaginación un papel mucho mayor. La duda era si el espectador iba a entrar en ese juego o no. Cuando tomas esta serie de decisiones creativas estás pagando un precio, claro está. Pero he procurado dar todas las claves posibles para que se pueda entrar en él, intentando no llegar a ser evidente.
No deja de ser un proceso de comunicación, ¿no es cierto? Emisor, receptor, lenguaje y un código que se entiende o no.
Así lo creo. Dedico muchísima energía a la cuestión de la claridad, a que lo que hago comunique y sea legible. Si sólo tuviera que entenderme conmigo mismo, no hubiera tardado seis meses en hacer la última versión de versus. Se trataba de plantear un juego complejo, pero a la vez lo más transparente posible.
Conectas una vez más los opuestos. Se ve que es un trabajo muy metódico, pero a la vez muy intuitivo.
Estoy de acuerdo. Creo que tengo los dos extremos, y bastante acentuados los dos. Soy bastante intuitivo y a la vez bastante metódico, aunque parezca una extraña combinación.
Incluso puntilloso.
Son imágenes que están tomadas desde la intuición, que supongo que está compuesta de muchos elementos que actúan aunque uno no sea consciente de ellos. Pero en cierto punto del trabajo sí adopto una actitud más consciente y reflexiva. Incluso hago un catálogo completo del material de trabajo para intentar no dejarme atrás nada que pueda enriquecer el proyecto; para ello hago un gran número de pequeñas copias de trabajo. Supone mucho trabajo hacer las mil minicopias, cortarlas y organizarlas. Es una parte un poco excesiva. Pero a la hora de componer soy de nuevo bastante intuitivo, y a la vez le doy muchas vueltas buscando la precisión.
El trabajo es en blanco y negro, pero con un volumen blanco y otro negro. ¿Por qué?
Tiene que ver con el desdoblamiento en dos mundos, idea con la que inicié este proyecto. En un momento dado, hace muchos años, comprobé que sin haberlo premeditado tenía en mi archivo un conjunto de fotos muy negras y otras muy blancas. Luego realicé positivados extremos de otras imágenes hacia el blanco y hacia el negro, y comprobé cómo a través de la luz podía recrear dos mundos separados y a la vez complementarios. Y me pareció que podía ser el origen de un trabajo, con una estructura general muy simple pero al que había que aportar otros grados de complejidad, y que podía generar lecturas que me parecían interesantes.
Y todo lo negro tiene algo blanco, y todo lo blanco tiene algo negro.
La cuestión del Yin-Yang está muy presente, sí. De hecho, los dos volúmenes guardan un equilibrio muy preciso el uno con el otro. Esa era la intención, hacer que el libro blanco fuera tan radiante como oscuro era el libro negro. Hubiera sido interesante haber medido con un método objetivo cuánta luz u oscuridad hay en cada uno, aunque lo importante es que eso se ha buscado de manera intuitiva.
Los libros están pensados para jugar entre ellos, para que podamos verlos juntos si queremos, y ver cómo se relacionan. Y yo, viéndolos, así tan limpios, tan blancos y tan negros, he llegado a pensar que ¡has hecho unos iPads de papel! ¿Has pensado llevarlos a otros formatos?
Sí. En primer lugar al expositivo, pero no descarto el formato digital. En exposición, el trabajo será igual en esencia pero con una formulación diferente, e incorporando imágenes que no están en el libro. He manejado una selección muy grande de imágenes para hacer esta versión, las que aparecen en el libro impreso son sólo la punta de iceberg.
Eres un autor que tiene muy en cuenta en qué formato se verán sus fotos en función de si es un libro, una exposición o, por ejemplo, una web. De hecho, la tuya no es muy convencional…
Creo que lo interesante es proponer una experiencia completa, y el formato tiene una influencia enorme.
¿Se debe a esa característica que no suelas trabajar con proyectos cerrados?
Puede ser. Por ejemplo, la exposición de 2007 que antes he mencionado, cada vez que se muestra en una sala nueva cambia de forma, y las imágenes no son siempre las mismas. Hubo un momento de mi vida en el que acepté que mis proyectos pueden y deben seguir abiertos todo el tiempo que me parezca oportuno, pese a que al mercado no le gusta mucho este modo de proceder. Pero creo que un proyecto debe poder modificarse mientras uno sienta que está vivo.
Decíamos que han pasado 14 años desde Infinito, un libro considerado de referencia y que marca un punto de inflexión en el fotolibro español. ¿Qué piensas cuando oyes eso? ¿Te puede la responsabilidad?
Pienso que es exagerado. Es cierto que, cuando apareció Infinito en el año 2000, se hacían aquí muy pocos trabajos de este tipo. Durante un tiempo, el medio se volcó sobre todo en la exposición, como está ocurriendo ahora con el fotolibro. Así son las modas. De hecho, ahora tal vez estamos descuidando un poco la exposición. El caso es que en aquel momento había un vacío en ese campo, y recuerdo haber hecho el libro en un ambiente de total soledad en ese sentido. La explosión se dio mucho más tarde, entre 2009 y 2012, cuando aparecieron los libros de Ricardo Cases, Cristina de Middel y Julián Barón, entre otros.
¿Volveremos a ver Infinito?
Espero reeditarlo algún día, sí. Pero la verdad es que no sé si será dentro de un año o dentro de diez.
¿En qué has cambiado tú, si has cambiado, y cómo piensas que ha cambiado la fotografía en 14 años?
Creo que mi lenguaje ha cambiado en estos años, sí. Pienso que ahora es más abstracto y menos narrativo. Pero para llegar ahí he necesitado recorrer todo ese camino. Te cuento un caso. Llevo casi 20 años viajando a India cada cierto tiempo, y después de cada viaje hago una nueva edición de las imágenes de este proyecto que abrí un día sin querer. Bien, pues esta última vez, el año pasado, descubrí al editar que había escogido casi únicamente imágenes de los tres últimos viajes, y había dejado de lado las de los cuatro anteriores. ¿Significa eso que no sirvieron para nada? Todo lo contrario, creo que precisamente eso aportó la base para lo que vino después. Creo que el proceso, en el terreno de la creación, es lo más importante, es lo que te enriquece y hace que tu trabajo pueda aportar algo. Creo que cuando empiezas a trabajar sobre un tema o una idea, es bueno hacerlo con la actitud más experimental posible, no con el deseo de acertar a la primera. Creo que la auténtica creación exige que corramos riesgos.
¿Tiene eso que ver con el mercado?
Seguramente sí. El mercado necesita productos. Y creo que una obra de arte no es fácilmente un producto, es posible que se parezca más a lo contrario. El producto necesita poder ser clasificado, debe tener un precio. La obra de arte tiene en cambio un valor, y además no suele ser objetivo. El mercado gusta de una firma reconocible, por ejemplo, y eso puede llegar a ser incluso un obstáculo para la evolución de un autor. Hay artistas que lo llevan mejor, y otros peor.
¿Entonces, la fotografía ha adoptado los vicios del mundo del arte?
Bueno, el mercado no es un vicio, es una realidad. La sociedad en la que vivimos es cada vez más un mercado en todos los sentidos, o sea que no es un problema del contexto del arte, es a otra escala. Pero también ha habido cambios positivos. No soy en absoluto pesimista. Pienso que la fotografía ha hecho avances importantes desde hace 15 o 20 años. Ahora hay mucha más formación e información en todos los sentidos, más canales de difusión, y un público mucho más amplio y que sabe apreciar más cosas.
¿Vivimos bajo la tiranía del concepto en la fotografía actual?
Creo que hay cierta confusión sobre lo que denominamos concepto: todo es concepto, cualquier cosa que seamos capaces de concebir. Para construir un armario, hay primero un concepto, un diseño. Pero creo que usamos esta palabra para designar una idea de carácter racional que sirve como punto de partida o justificación de un trabajo de creación, por ejemplo. Y realmente siempre habrá un concepto, pero no necesariamente de ese tipo, ni expresado en la obra de esa manera. A mí personalmente me interesa el concepto transformado o hasta diría que transpirado en una imagen, no el concepto ilustrado con imágenes, que a veces sólo acompañan sin reflejar algo más profundo, complejo o sutil. Concepto hay en todo, incluso cuando abres la puerta para salir de casa.
¿Te consideras un fotógrafo clásico?
Vengo de una tradición, soy consciente de eso. Pero si por clásico entendemos estar anclado en ideas del pasado, yo creo que no lo estoy. Eso sí, quizá mi método de trabajo a largo plazo recuerda más a la manera de trabajar de muchos fotógrafos del siglo pasado que a la de ahora.
¿Cómo son los fotógrafos que te encuentras en los talleres y conferencias?
Hay mucha gente muy brillante, mucho talento. También hay mucha prisa, que creo que no es buena para nada. El proceso de maduración de un autor requiere un tiempo. Cuando dices en público que es posible trabajar en procesos largos y no estar frustrado sino todo lo contrario, que eso te hace vivir la creación con más plenitud, he notado que hay sorpresa, pero también la gente se relaja y respira más tranquila. Parece mentira que llame la atención algo así, que debería ser natural.
También creo que ahora se tiene mucha más información visual, pero creo que sería bueno ampliar nuestra formación en otros canales, en artes plásticas, música, literatura, arquitectura… Personalmente, he recibido más desde esos campos que desde la propia fotografía. Si no, nuestras ideas pueden quedar atrapadas en círculos, como en una pecera.
En un mundo de colectivos y muy grupal como es la fotografía actual, ¿eres un verso suelto?
No me las querría dar de verso suelto, ni soy por supuesto el único que trabaja así. Pero es cierto que trabajo a mi manera y voy a mi ritmo. Creo que el arte tiende cada vez más hacia el trabajo colaborativo y tal vez el creador individual empiece a ser algo más raro. Pero en el fondo nadie trabaja totalmente en solitario, y menos ahora; todos vivimos dentro de una red de ideas compartidas e influencias mutuas, que además se propagan muy rápido.
¿Tenemos que estar alerta ante nuevos proyectos?
¡Alerta no, porque igual pasan diez años! (Risas). Pero espero poder presentar pronto la exposición de versus, y sigo trabajando en otros proyectos, de los que algunos están bastante avanzados, otros todavía a medias, y muchos son sólo una idea dibujada en un cuaderno de apuntes.
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