De Madrid a Estambul

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ÁREA DE DESCANSO

Ciudades y escritores. Rafael Reig y Madrid. Martin Amis y Londres. Pamuk y Estambul, ahora tan tristemente de actualidad por las prácticas dictatoriales del presidente Erdogan. Cómo las construyen y nos invitan a descubrirlas de otra manera, a través de libros que nos hacen libres.

JAVIER MORALES

Puestos a imaginar (aún es gratis y no está privatizado), imaginen un Madrid navegable. Es lo que hace el escritor Rafael Reig en Todo está perdonado (Tusquets). “Como todos los vertebrados, Madrid se halla dividida por una espina dorsal, el Canal Castellana, ese oscuro río que fue un bulevar ruidoso: bajo el agua aún se agitan, como esqueletos de manos cubiertas de liquen, mordidas por los peces, las ramas de las acacias, de los plátanos y de algún que otro castaño que ya estará colonizado por corales y esponjas”. Ya sabemos que en las buenas novelas negras la investigación de una muerte es solo el anzuelo que lanza el autor para contarnos más cosas. En Todo está perdonado, con guiños a grandes del género como Raymond Chandler o Vázquez Montalbán, descubriremos que un cambio de régimen (del Franquismo a la Transición española, por ejemplo) no siempre conlleva un cambio de quienes detentan el poder. “Había que ir tomando posiciones para que, si daba la vuelta la tortilla, los mismos quedaran otra vez arriba”, cuenta el narrador Antonio Menéndez Vigil, exagente del servicio de inteligencia y adlátere de uno de los prohombres del nuevo y del antiguo régimen.

En este Madrid navegable yo me quedaría varado más de una vez en la Plaza de Callao, en la librería La Central, que ocupa un antiguo palacete en uno de los afluentes de la plaza, el Postigo de San Martín. En apenas un año, La Central ha conquistado el corazón literario de muchos madrileños. En ocasiones voy con mi hijo de nueve años (no soy ningún torturador, le encantan los cómics) y acabamos la visita con una partida de futbolín, el único deporte de pelota que me interesa. Es lo que tiene haber nacido en un barrio obrero de una ciudad periférica, Plasencia.

La ciudad del viento, dice de ella Álvaro Valverde en su último poemario, Plasencias (De la luna libros, 2013). Aunque siempre ha estado presente, es la primera vez que el poeta la nombra. Sobre esta última obra de Valverde (Plasencia, 1959), una de las voces imprescindibles de la poesía española de los últimos veinte años, escribe una estupenda reseña Álex Chico en el número de mayo/junio de la revista Clarín. “Luis Martín Santos nos recordaba que “un hombre es la imagen de una ciudad”. La lectura de los poemas de Álvaro Valverde nos suscitan una idea similar. Esas calles secundarias, esas rúas sin acera, estrechas, parecidas a un zoco o a una judería, remiten al final a quien transita por ellas. El poeta es un paseante, alguien que, en silencio, encamina sus pasos a la deriva. Un ser reflexivo que, como el trazado de la ciudad, se presta a las divagaciones, mientras da “rodeos al encuentro/ de uno mismo”, dice Chico, que conoce bien la obra de Valverde. La revista incluye además un divertido artículo, Fernando Savater, sociedad anónima, sobre Las ciudades y los escritores (Debate, 2013), del filósofo donostiarra. El autor de la reseña y director de Clarín, José Luis García Martín, sugiere que Savater no solo no ha escrito el libro sino que ni siquiera lo ha leído.

La Central es un buen lugar para proseguir por este Madrid navegable. ¡Si nos pudiera llevar hasta Londres! En cualquier caso, siempre nos quedarán los Campos de Londres (Anagrama, 1991) de Martin Amis. Una dura, delirante, cruel, divertida y satírica reinvención del género policiaco ambientada en los bajos fondos de Portobello, en un cambio de siglo fatalista y amenazante. Escrita bajo el influjo de sus padres literarios, Bellow y Nabokov, Campos de Londres es una de las mejores novelas de Martin Amis, lo que no es decir poco.

Y sin movernos de sitio podemos arribar a Turquía, al Estambul (Mondadori, 2006) de Orhan Pamuk (Estambul, 1952). En este ensayo autobiográfico, el Premio Nobel de Literatura recorre su vida hasta los veinte años, ligada íntimamente a una ciudad en la que se confunde la geografía física con la emocional, como si las calles fueran las cicatrices de una vida, la de Pamuk, que comienza a ser adulta.

Leer Estambul puede ser una forma de unirse a los indignados que estas últimas semanas se enfrentan a la represión del primer ministro Tayyip Erdogan. Menos mal que era un islamista moderado y apoyaba la difunta Alianza de las Civilizaciones. Sobre Estambul, en noviembre de 2006, escribió el malogrado Félix Romeo en la revista Letras Libres: “En el libro no se eluden las cuestiones histórico-políticas, y Orhan Pamuk habla de los golpes militares que acontecían ‘no por miedo a los ataques de la izquierda (de hecho, en Turquía nunca ha existido un movimiento izquierdista lo bastante fuerte), sino, sobre todo, porque un día las clases inferiores y los ricos provincianos podían hacer bandera de la religión y unirse contra su estilo de vida’”. Premonitorio, ¿no?

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Comentarios

  • Alfredo

    Por Alfredo, el 07 julio 2013

    ¿Todo está perdonado? o ¿Sangre a borbotones?

    • javier

      Por javier, el 07 julio 2013

      En realidad, ambas, ¿no?

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