Decálogo antirracista: así se desmontan 22 falsos mitos sobre la migración

Manifestación por la reforma de la Ley de Extranjería.

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Ni la migración está en máximos históricos ni el mundo se enfrenta a una crisis de refugiados. Tampoco es cierto que los inmigrantes roban trabajos y abaratan salarios. También es mentira que la inmigración dispare los índices de delincuencia, así como que la llegada de migrantes sea beneficiosa para todos. Hein de Haas, catedrático de Sociología en la Universidad de Ámsterdam, acaba de publicar ‘Los mitos de la inmigración’ (Península, 2024), donde aborda 22 falsos mantras sobre uno de los temas que más divide a la sociedad a nivel mundial y que ha protagonizado algunos de los debates más tensos de cara a las Elecciones Europeas que se celebran hoy. Esbozamos los mitos más presentes en España, donde derecha y extrema derecha han cogido a los migrantes como chivo expiatorio de la degradación del Estado del Bienestar.

Uno de las grandes mentiras en torno a la migración de las personas respalda que se encuentra en máximos históricos. Nada más lejos de la realidad; “los migrantes internacionales representan en torno al 3% de la población mundial, cifra que se ha mantenido notablemente estable”, responde el también profesor de Migración y Desarrollo en la Universidad de Maastricht.

También hay otra forma de ver esa cifra, y es la que propone Haas: “Si le damos la vuelta a ese número, eso significa que una proporción abrumadora de gente –sobre un 97% de la población– vive en su país natal. Se trata de un dato sorprendente, dadas las inmensas desigualdades que siguen existiendo en el mundo. Así pues, no existe evidencia de que la migración global se esté acelerando”, ilustra en la monografía.

Los mensajes alarmantes sobre la inmigración no dejan de aparecer en medios de comunicación, sobre todo alentados por la derecha y extrema derecha. En España, el PP, la derecha tradicional y liberal, ha seguido la estrategia de endurecer sus discursos en torno a este tema aupados por las opiniones vertidas por Vox, el gran exponente en estos momentos de la ultraderecha en el país. Entre sus lemas, que el mundo se enfrenta a una crisis de refugiados, que nos invaden.

En este sentido, Haas también tiene respuesta: “Los aumentos bruscos recientes en las cifras de estos, así como de solicitantes de asilo en los países occidentales, no reflejan una ‘marea ascendente’ de migración refugiada, sino más bien una respuesta normal y, por tanto, temporal, al incremento de los niveles de conflictividad en unos países en concreto, tras la que esas cifras de refugiados, por lo general, descienden de nuevo una vez que los conflictos remiten”, comenta en su obra.

Desde su punto de vista, esas representaciones erróneas erosionan la opinión favorable a la protección a los refugiados. Por otro lado, los políticos también tienen interés en afirmar que las cifras de refugiados son insostenibles por lo elevadas, pues eso les proporciona justificación para reforzar los controles fronterizos, para “expulsar en caliente”, de manera ilegal, a personas que llegan en busca de asilo, y para someterlos a un trato duro e inhumano, añade el experto.

Entre las soluciones para aplacar el fenómeno migratorio, algunas voces defienden que el desarrollo de los países empobrecidos reducirá la migración de su población. La tesis, de nuevo, está equivocada. El especialista arguye: “El desarrollo económico en los países pobres lleva a más inmigración, no a menos. La paradoja es que la emigración, por lo general, es mayor en los países y las regiones que ya han alcanzado cierto grado de desarrollo económico, urbanización y modernización”.

El miedo cunde entre una sociedad a la que se le ha robado el futuro. El miedo, también, a veces nos lleva a creer en cuestiones totalmente irracionales, a actuar de manera desmedida. Por eso, no es raro cruzarse con personas que piensan que los migrantes roban trabajos y abaratan los salarios. Según Haas, que la desigualdad haya crecido y la ciudadanía haya perdido gran parte de su poder adquisitivo se debe a “ciertas decisiones políticas deliberadas que han desregulado los mercados de trabajo, han llevado a una disminución de la seguridad laboral, han debilitado los sindicatos, han erosionado los derechos de los trabajadores, han recortado los sueldos y han potenciado la desigualdad salarial”.

La inseguridad es otro de los grandes baluartes que también ha calado en partidos de izquierda para endurecer sus políticas migratorias. Volvamos a los datos aportados en el libro: “Dado que por lo general están muy interesados en quedarse y obtener el permiso de residencia o la ciudadanía, los inmigrantes suelen estar entre los miembros de la sociedad más respetuosos con el cumplimiento de la ley”. Pero también avisa, ya que las experiencias de racismo y exclusión pueden potenciar el desarrollo de unas subculturas conflictivas entre los jóvenes más desaventajados que no han logrado ascender por la escalera socioeconómica y se encuentran atrapados en barrios empobrecidos.

En la otra cara de la moneda se encuentran aquellas personas que se decantan por la opinión de que la inmigración es beneficiosa para todos. En cambio, la mayoría de los estudios muestran un patrón bastante coherente: la inmigración hace aumentar más los ingresos más altos y menos los bajos. “No existen pruebas de que la inmigración cause un recorte masivo de los salarios”, sentencia Haas. ¿Por qué? Porque los inmigrantes no suelen competir por los mismos empleos que los trabajadores locales.

Algunas voces se alzan uniendo inmigración y envejecimiento de la sociedad, además de que pudiera ser una solución a la acuciante despoblación de la España vaciada. De nuevo, la realidad es más fuerte que los deseos de muchos. Tal y como explicita el autor, “la escala general de la inmigración es demasiado pequeña para contrarrestar los efectos estructurales del envejecimiento”. Además, aunque algunos grupos de origen migrante siguen presentando unos niveles de fecundidad por encima de la media, cada vez son más los migrantes que llegan procedentes de países en que los niveles de fecundidad son bajos.

De esta forma, como si de una carrera se tratara, los partidos políticos compiten por ver quién aporta una mayor seguridad infundada a la población. Por eso, no es raro la generalización de la opinión de que los conservadores son más duros con la inmigración. En este sentido, tanto los políticos de izquierdas como los de derechas confunden a la opinión pública sobre la verdadera naturaleza de las políticas de inmigración. “Se trata de un acto hipócrita, pero que a la vez pone de manifiesto la tumba que los políticos se cavan a sí mismos a medida que se ven atrapados en sus propias mentiras”, zanja Haas.

Sobre la causa de la inmigración ilegal también hay algunos mitos que desmontar. Por ejemplo, que su origen está en el tráfico de personas. El experto expone en su obra que “el tráfico es una reacción a los controles fronterizos, y no la causa de la migración ilegal”. De hecho, Haas pone el ejemplo de lo que sucedió con la frontera entre España y Marruecos en 1991, que se cerró. “El aumento de los controles fronterizos también se tradujo en una mayor profesionalización del tráfico de personas, y en un aumento de la duración, el coste y los riesgos de la migración, lo que hacía que cada vez fueran más los migrantes que morían durante el viaje”.

Entonces, pensar que las restricciones fronterizas reducen la inmigración tendría que estar descartado, pero no es así entre la población general, y Haas lo sabe y, otra vez, recurre al ejemplo de lo sucedido entre España y Marruecos a finales del siglo XX: “Por desgracia, las restricciones a la inmigración tienden a interrumpir la libre circulación, pues disuaden del camino de regreso. Así pues, cuanto más difícil resulte entrar, más serán los migrantes que optarán por quedarse. Cuanto más hayan invertido en pasaportes, visados o traficantes, más serán sus incentivos para no regresar, por temor a que esa decisión sea irreversible”.

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