Dejemos los combustibles fósiles donde están: ¡bajo tierra!
Continúa aquí la colaboración de ‘El Asombrario’ con el partido verde español, Equo, para acercarnos a temas de gran calado e interés social, y que los grandes medios de comunicación suelen arrinconar. Tras la entrega del pasado verano sobre los peligros que acechan a Doñana, hoy recogemos los argumentos de la campaña para des-invertir en combustibles fósiles (carbón, petróleo y gas natural) y apostar por las energías renovables. «Hemos quemado en apenas 200 años lo que al planeta le ha costado más de 100 millones de años en crear. Como consecuencia de esto, hemos emitido más gases de efecto invernadero de los que el planeta puede absorber, y estamos sobre-calentando nuestra atmósfera».
POR AITOR URRESTI
Los combustibles fósiles como los dinosaurios deben estar en un museo. «¡Déjalos bajo tierra!». Ese es el lema de una campaña que anima a las instituciones a des-invertir en combustibles fósiles para evitar que el calentamiento global vaya a más. Este lema no es baladí. En una carta firmada por personalidades de la comunidad científica enviada a los museos de ciencias e historia natural pedían precisamente a los museos que rompieran lazos con los combustibles fósiles, ya que estas instituciones gozan de una enorme credibilidad como fuente de información científica e histórica y son una de las herramientas más importantes, no solo para educar a los y las jóvenes, sino como fuente de conocimiento para la sociedad.
Todavía inmersos en las consecuencias de la burbuja del ladrillo, parece que no somos capaces de escarmentar ni de aprender de nuestra propia experiencia, y seguimos apostando por invertir en quimeras que nos prometen seguridad y grandes ganancias. Tras el Acuerdo de París y la Cumbre de Marrakech, cada día es más clara la necesidad de reducir los gases de efecto invernadero para evitar un cambio climático catastrófico. Si queremos mantener el nivel de temperatura del planeta por debajo de 2ºC, como promete el Acuerdo de París, no podremos quemar el 80% de las reservas conocidas de carbón, petróleo y gas natural. Es decir, tenemos cuatro veces más combustibles fósiles de los que realmente podremos llegar a quemar nunca, y tendremos que dejarlos bajo tierra. Todo el dinero que se está invirtiendo en buscar nuevos yacimientos es dinero perdido, porque nunca se va a poder vender ese combustible y obtener beneficios. Estamos ante un caso claro de burbuja económica, que llamamos “la burbuja del carbono”. Es necesario dejar de gastar dinero en estos sectores, des-invertir para evitar una burbuja que, cuando estalle, pueda salpicar de nuevo a toda la sociedad. Es necesario dejar los combustibles fósiles bajo tierra.
De todos modos, los motivos para des-invertir en los combustibles fósiles van más allá de los meramente económicos. Hay que dejar de dedicar recursos económicos a los combustibles fósiles, que son los causantes del cambio climático, y generan grandes impactos en las zonas donde se extraen aumentando la desigualdad entre el norte económico y los países empobrecidos. Sabemos que no es fácil, pero también sabemos que es posible. Nuestra sociedad consume de manera voraz petróleo, gas natural y carbón. Hemos quemado en apenas 200 años lo que al planeta le ha costado más de 100 millones de años en crear. Como consecuencia de esto, hemos emitido más gases de efecto invernadero de los que el planeta puede absorber, y estamos sobre-calentando nuestra atmósfera. Tenemos que cambiar la manera en la que producimos y consumimos energía, ahorrando, consumiendo de manera más eficiente, y usando sólo fuentes de energía renovables, para mejorar nuestra calidad de vida. Es urgente, por lo tanto, dejar de invertir en combustibles contaminantes, y dedicar esos recursos al cambio de modelo energético.
La realidad actual, sin embargo, es bien diferente. Las instituciones públicas siguen financiando los combustibles fósiles a espuertas. Sólo por dar un par de datos: la Agencia Internacional de Energía estima que los combustibles fósiles reciben más subvenciones en un mes que la eficiencia energética en 38 años, y quintuplican las subvenciones que reciben las renovables. No es fácil seguir el rastro del dinero que reciben los combustibles fósiles, puesto que a las ayudas directas se suman exenciones fiscales y otro tipo de ayudas encubiertas.
Pero también nuestro dinero privado puede estar contribuyendo al cambio climático. No es fácil hacer el seguimiento de dónde está invertido el escaso dinero que conseguimos ahorrar. La opacidad del sistema financiero, empaquetando en muchas ocasiones las inversiones en fondos de nombre indescifrable, hace que sea complicado seguir dónde está invertido el ahorro familiar.
Es hora de dejar los combustibles fósiles bajo tierra, o llevarlos a los museos para que compartan espacio con los fósiles de los que se crearon. Y queden como recuerdo de un mundo ya pasado.
Aitor Urresti es coordinador del Grupo de Energía de EQUO.
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