Denise Despeyroux: exilio, traumas, dolor, humor, ¡la vida es teatro!
La dramaturga y directora escénica Denise Despeyroux ha rematado esta temporada su gran talento teatral en ‘Misericordia’, obra que ha escrito, dirigido y en la que actúa, y que cierra este fin de semana su ciclo en la Sala Francisco Nieva del Teatro Valle Inclán del CDN. Denise nos desvela aquí sus claves teatrales tras una carrera con más de 20 obras. “Lo que sí tengo decidido es que no voy a volver a las producciones independientes, ya he alcanzado una edad en la que creo que he demostrado lo que puedo hacer”. El teatro es vida.
¿Me habla del teatro? Sí, de ese lugar de conjuros. De aquel espacio de vidas posibles, de lugares insospechados, de cuestionamientos, de devaneos vitales… Hay a quien le brota el teatro por las venas. Aquí tenemos a alguien que respira, que vive el teatro por sus poros, por sus cuatro costados, la dramaturga, directora escénica y autora teatral (también licenciada en Filosofía) Denise Despeyroux (Montevideo, 1974). Reside en España desde niña. Barcelona la acogió, la vio crecer y la formó en el teatro. Madrid la impulsó y la ofreció un lugar donde practicar y expandir su constelación teatral única. Ha escrito más de 20 obras teatrales. La última, Misericordia, cierra este domingo, 25 de febrero, su paso por el Valle Inclán de Madrid.
Misericordia vierte un reflejo de todo el universo Despeyroux a base de autoficción, cábala, psico-neuro-inmunología, videojuegos, vídeos, exilio, traumas y mucho humor. Despeyroux confesó hace años que sus obras “suelen tener argumentos disparatados y fantasiosos”.
Ella misma aparece en la obra como actriz, y narra un ictus que ha padecido, que parece broma, pero que no lo es. No es mentira, no es amarillismo, habla desde el corte, desde el tajo de la experiencia que nos parte en dos. Su experiencia de regresar a su país, del que se exiliaron sus padres, para ver a su familia. Emergen menciones (Sergio Blanco, Francesco Carril…) y críticas a la profesión teatral, todo cargado con humor, sorna y también aprecio por los que conforman la profesión.
Autoficción
Misericordia habla del teatro, del primer estreno teatral que va a realizar Darío (interpretado por Pablo Messiez) en la sala grande del Teatro María Guerrero del CDN. También habla de ver teatro y de su amistad con Dante (Cristóbal Suárez), y del exilio, de la familia (aparecen Delmira –Natalia Hernández– y Dunia –Marta Velilla–, hermanas de Darío). Además aparece la psico-neuro-inmunología, los videojuegos y los traumas, y como éstos nos acompañan. Eso lo adereza muy bien Despeyroux con humor, que interviene en la obra como ella misma. “Despeyroux ha tenido un ictus. Por eso está escribiendo poemas insufribles en las redes, igual no ha quedado bien. Y dice no, no, eso ya lo hacía de antes. Pues igual ya de antes no estaba bien”, comentan Darío y Dante. Y cuenta con la presencia del dramaturgo Sergio Blanco, mago de la autoficción, en vídeo. “La autoficción en general trabaja con sucesos así como muy traumáticos, pero que son mentira, por eso extraña que incluya algo que ha sido real”, explica la dramaturga.
Esa sensación de no acabar de encontrar tu lugar. “Es algo que repiten muchos exiliados, porque cuando vuelves a tu país de origen tampoco eres de allí, no perteneces ya. Yo de niña en ese viaje de regreso que hice sí que sentí esa sensación intensa de pertenencia. Pero eso tuvo que ver con que era una niña, y de repente me acogía mi familia, que me echaba tanto de menos. Luego, cuando he ido de adulta, no he sentido lo mismo. En Barcelona me costó mucho sentirme parte. Seguro que eso tiene que ver con mis padres”, explica Despeyroux.
El teatro tiene un poder catártico para también, de alguna manera, expiar, exculpar y también limpiar, con un punto sanador. “Me lo han dicho bastantes espectadores de esta obra, que les resulta como muy sanadora. Que incluso el final, a pesar de trágico y abrupto, es muy sanador”.
Teatro curativo
También aparece el punto curativo del teatro, o de cómo enfrentarse de maneras distintas con material un poco inflamable. “Creo que el arte en general tiene esa capacidad curativa. Aunque partas de un dolor, de una situación dolorosa, un trauma, el hecho de poder hacer algo creativo con ello, el hecho de poder crear tiene algo de sanador en sí mismo. Aunque también es verdad que esas creaciones a veces nos pueden llevar a lugares muy oscuros”, subraya Despeyroux.
Algo que caracteriza su teatro es la presencia a veces del terror, de cierta fantasía o del mundo gótico. “Me llama la combinación de la fantasía y la realidad, sí. De hecho, otra cosa que también pienso es que a mis actores les pido mucha implicación emocional, mucha verdad emocional. Sin embargo, escribo personajes que me gusta que hablen como yo quiero, y no como se supone que hablarían en la realidad. Pero pido una actuación muy realista, en un sentido de implicación ajena a la caricatura y a la parodia. Mis personajes tienen unos diálogos en los que hay que entrar, pero ellos desarrollan todo con esa naturalidad y esa verdad”.
En otras obras como La Omisión del Si Bemol III (2021) su sentido del humor es un ingrediente importantísimo. “Siempre ha estado en todas mis obras el humor”. Además le da un papel importante y trata de agudizarlo, de afinarlo lo más posible. “Sí, bueno, es que me sale así. El humor aparece en los diálogos y en las situaciones. Del mismo modo que de repente también aparece la tragedia, momentos trágicos. Porque La Omisión del Si Bemoll III, por ejemplo, era una obra muy graciosa, cada vez más hilarante, pero es verdad que tenía un final muy trágico, sin concesiones. El espectador se estaba riendo casi hasta el último momento, porque comprendía antes que uno de los personajes lo que había pasado, antes de que el personaje de Clara lo comprendiera del todo. Pero era reír desde el horror”.
Inquietudes
En sus textos también surgen universos intelectuales. “Pero no es por exhibición de nada, sino que eso forma parte de mí. Yo lo que hago es colar mis intereses en las piezas, y en cada pieza escojo unos intereses. En esta pieza en concreto escogí que cada personaje tuviera su propio mundo y sus propios intereses. Delmira con la cábala (empecé a estudiar cábala en 2020). Luego Dante con la psico-neuro-inmunología (un interés más reciente). Los videojuegos de Dunia vienen de la famosa obra no estrenada, Salvar a Apollinaire, en la que me puse a investigar sobre videojuegos porque no sabía nada de ese mundo. Me gusta darle a cada personaje su propia vida, que tenga su propio arco, que de alguna manera el público no tenga claro quién es el protagonista”.
Sus textos tienen un punto muy psicológico (crisis, puntos de inflexión vitales, situaciones un poco extremas). Influye su manera de ver el mundo, su formación, su experiencia, sus estudios en filosofía: todo está ahí. “En la creación todo es intencional, inconsciente, las dos cosas. Yo trabajo mucho desde el inconsciente, pero la obra son decisiones que he ido tomando a lo largo de todo el proceso. Todo está ahí como yo quiero que esté. Quiero decir que habrá gente, críticos y espectadores, a los que todo le parece perfecto, redondo. Y otros te dirán que sobra esto o aquello. Pero yo lo he escogido todo porque quiero que esté. Lo digo porque esa aparente dispersión que a veces me dicen para mí no es dispersión en absoluto. Para mí todo habla de todo. Es como nuestra idea de la obra de arte, de la creación como un fractal, en la que cada parte refleja el todo, y cada parte dice algo del todo”.
La editorial Punto de vista le publicó en 2022 Del Amor y otras catástrofes, que incluye siete de sus piezas más representativas. Cuando observa su obra con retrospectiva, encuentra una coherencia, unas líneas, un trazado, un hilo conductor. “Podría decir que tengo la sensación de que una obra me lleva a la otra”. Casi como una concatenación. “De alguna manera una obra se escribe para responder las preguntas que ha suscitado otra obra. Hay dos obras mías que están sin estrenar antes de Misericordia. Es un poco raro, en ese sentido. No sé qué voy a hacer con esas dos obras. A mí como creadora sí que me resulta extraño saltarme pasos. Siento como que Paciencia debe morir y Salvar a Apollinaire tenían que haberse estrenado antes que esta obra. Ahora quién sabe si las estrenaré después o lo dejaré aquí, tampoco lo sé. Lo que sí tengo decidido es que no voy a volver a las producciones independientes, ya he alcanzado una edad en la que creo que he demostrado lo que puedo hacer. Ahora a ver si a la profesión teatral le interesa darme esas oportunidades”.
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