‘Descontenidos’ en una realidad de pantallas multiplicadas
«Mientras la gente común está compartiendo, la élite de la red gana fortunas sin precedentes”. Lo ha dicho Jaron Lanier, uno de esos genios de la computación y la red que vive y trabaja en ella, y a la vez es muy crítico. Figura en la lista de las 100 personas más influyentes. Creó el término “realidad virtual”. De su mano, nos detenemos un momento en la voracidad de las redes, para reflexionar sobre qué estamos haciendo, qué nuevos modelos de negocio estamos facilitando en una realidad de pantallas multiplicadas donde el autor sale muy tocado.
La realidad digital irrumpe en medio de la crisis. Afecta a muy variados sectores. La industria editorial es una de las más interesadas en tomar un rol activo. La economía de la información se abre hueco. Los contenidos digitales son las semillas en los nuevos parámetros de esta agricultura de la información. Los autores son los nuevos campesinos. No están solos, los acompañan periodistas, músicos, artistas visuales…, entre muchos otros. Y también cada persona con un móvil conectado a Instagram.
Los contenidos digitales han entrado en nuestras vidas hace tiempo. Se habla de la muerte del libro. También se afirma que gracias a los e-books se leerá más. Impera la disparidad de opiniones. Los periódicos no acaban de dar con la nueva fórmula. La industria musical fue la primera en adaptarse a nuevos formatos. Una película ya se ve en muy variados dispositivos. La televisión ya no depende exclusivamente de lo que decida emitir un canal en un lugar determinado a una hora concreta. Es fácil acceder a los contenidos digitales, basta un clic. Finlandia, España, Italia y Dinamarca son los países, por este orden, que utilizan más los contenidos digitales de información según el Reuters Institute at University of Oxford.
La realidad se perfila entre pantallas. La experiencia directa de esta facilidad y abundancia conduce a la idea de que todos los contenidos valen lo mismo. El valor de la autoría se diluye. Entre un blog y un medio de comunicación se difuminan las fronteras. Más de un periodista ha vivido el momento en que el contenido que ha creado y para el cual ha trabajado muchas horas se copia en un blog o incluso en otros medios sin que llame mucho la atención. Incluso los nombres de los autores se confunden y no hay de qué preocuparse. La gratuidad, o casi, es el valor imperante. Es más, muchos creadores de contenidos se ven forzados a estar agradecidos por poder publicar, y gratis, en más de una ocasión. Mientras tanto, la atención se centra en la piratería.
¿Por qué está ocurriendo esto? Hay que llegar a las raíces del asunto para observarlo en su bosque. Al fin y al cabo, se trata de la economía digital que nos rige en el presente. La economía de la información llegó junto a lo que fueron en un principio nuevas tecnologías y luego Ti, tecnologías de la información. Es un proceso económico que necesita que nos creamos que los generadores de contenidos no deben estar asociados a un valor, sea del tipo que sea. Para entender esta realidad, empecemos por las semillas.
Mira tus selfies, ¿qué dicen de ti? ¿Qué revelan de cada uno de nosotros? Informan sobre nuestro estado de ánimo, los lugares que visitamos, nuestras costumbres y los productos que consumimos, desde el móvil hasta el color de la laca de uñas, el reloj que luces en la muñeca, el estilo de vestimenta, las marcas que adquirimos y mucho más. El yo y las circunstancias se han vuelto muy valiosos. En cada selfie hay muchos datos. Y en cada interacción por las redes sociales, también. Y en cada clic que efectuamos cuando navegamos por la red. Hay empresas que se dedican a analizar todo eso. Cada uno de nosotros es un proveedor gratuito de datos. No sólo le interesamos a la NSA americana que nos espía. Hace tiempo que Facebook favorece el reconocimiento facial. Kraft, los del queso Philadelphia, por ejemplo, junto a empresas tan variadas como Cadillac, Coca-Cola, el club de fútbol Manchester United, la hotelera Marriott y el diseñador de moda Michael Kors, son algunos de los clientes de Ditto Labs Inc.
Esta empresa analiza las fotos de los selfies para dar con el uso que hacemos de una marca, qué otros productos se consumen junto con ella, quiénes son los clientes más habituales, en qué contexto se usa, cuáles son sus competidores directos, los usuarios que ejercen mayor influencia sobre otros, etc… Esos selfies y vimeos y vídeos que olvidamos son la memoria de nuestro comportamiento en el mercado y gracias a ellos somos un blanco más identificable. Nuestros hábitos generan una información que a su vez da beneficios directos. Somos generadores de datos. Y se utilizan para el mercado, el cual no es nada virtual sino que se apoya en productos que podemos tocar y, sobre todo, comprar. ¿Y por qué creemos que toda esa información que cada uno de nosotros llega a generar con datos muy concretos es gratuita? Parece un contrasentido. Además, según los cálculos más recientes, una persona que apenas se interese en nada, apenas haga nada, “la persona más aburrida del mundo”, genera datos de valor mínimo y aproximado de unos 200 euros al año. Ya se está investigando matemáticamente en las técnicas para medir el valor de la información que cada uno de nosotros genera.
Jaron Lanier es uno de esos genios de la computación y la red que vive y trabaja en ella, y a la vez es muy crítico. Es científico de computación y tiene la apariencia de un personaje bondadoso de Tolkien. Figura en la lista de las 100 personas más influyentes. Creó el término “realidad virtual”, medio que ha desarrollado desde sus inicios. Ha trabajado los parámetros centrales de la teleinserción y la teleinmersión. Además, es artista visual y músico reconocido. Ha escrito numerosos libros sobre el impacto de las tecnologías, de los cuales solamente dos han sido editados en castellano por Debate. Sus conferencias siempre son diferentes. En la última Feria de Frankfurt ha recibido de parte de la asociación de libreros alemanes el Premio de la Paz por fomentarla a través de su actividad en las áreas de literatura, ciencias y arte. Es quien más se ha ocupado de lo que él afirma que es “la expropiación de la producción intelectual que realizan el código y el contenido abiertos como una forma de maoísmo digital”. También defiende que la evolución de internet 2.0 ha retrasado el progreso, minado la clase media y la innovación, mientras ha aupado a la gran mayoría en su necesidad de información a expensas del individuo creador. “Si el contenido carece de valor, se acabará con cabezas vacías y sin contenidos”. Y seguramente, “descontenidos”, aunque muy formales.
If content is worthless, then people will start to become empty-headed and contentless.
— RealJaronLanier (@RealJaronLanier) October 16, 2013
Lanier afirma que “ahora mismo no se valoran los datos y la información en una economía que tiende a moverse según los algoritmos de la nube. Lo que se está haciendo es defraudar descaradamente. Y lo que está sucediendo es que cuanto más sofisticada es la tecnología, más datos incluye y más economía sin declarar se genera. La economía decrece mientras la tecnología aumenta, y no se reflejan las ganancias que la están creando. Así, la agencia americana de seguridad NSA es sólo un reflejo más de un sistema basado en el fraude económico de la información”.
Jaron Lanier busca los orígenes de la presente actitud hacia los contenidos en los comienzos de la computación. Se dieron una serie de factores que sumados nos hacen llegar a este presente. “Durante los años 80 hubo una moda cultural que defendía que la información no debía ser pagada. Además, por aquellos años la información se grababa en un soporte físico, el cual se insertaba a su vez en otro ordenador para leerla. La información sólo era el contenido de cientos de soportes físicos. Basta multiplicar este simple movimiento por miles al día, hasta que se vuelve algo casi automático. Eran las empresas de esos soportes físicos las que tenían el dinero para crear más ordenadores y nadie protestó ni se detuvo a cuestionar lo que parecía inevitable. Mientras esto ocurría, las investigaciones sobre internet y la red solo se daban en dos espacios cargados de cierto secretismo: bases militares y laboratorios de universidades”.
Así, en el nacimiento de la información virtual, ni su origen ni sus derechos de autoría fueron ingredientes suficientemente tomados en cuenta, sino todo lo contrario. Además, cuando Bill y Steve estaban encerrados en sus garajes, muchos imaginaban un sueño ideal en el que la información sería compartida para todos y por todos. Se creía que ese horizonte haría posible que la vida fuera mejor, que habría más oportunidades, más conocimiento y más libertad. Los canales de comunicación ya no estarían en manos de un poder de forma exclusiva. Años después, las nuevas tecnologías pasaban a llamarse tecnologías de la información.
Lanier perfila la otra cara de la realidad que se nos escapa. Y nos empuja a fijarnos en que “las empresas web explotan una nueva clase de trabajadores. Los creadores de contenidos que pueden vivir de ello son cada vez menos. Los usuarios de las redes normalmente no tienen ni idea de cómo están atrapados en ese mismo sistema ni de que una clase media es esencial para mantener a internet de manera sostenible. Mientras la gente común está compartiendo, la élite de la red gana fortunas sin precedentes”.
Tenemos dos grupos económicos en el presente: uno material y otro virtual. Si se habla de productos, existe una terminología compleja que parte del concepto de mercado, donde nada se comparte. Si se trata de información y creatividad, entonces es común encontrarse con la postura de que ha de ser compartida y abierta. Pero esto no es más que un mito que una gran mayoría cree, porque de ello depende la supervivencia de la economía tal como está planteada hasta ahora, respondiendo al modelo piramidal. Pero estamos en 2014 y la economía sostenible es una apuesta que gana cada vez más seguidores por sus beneficios para la mayoría. La manera en que se tratan los contenidos será la primera prueba del cambio real.
Felices lecturas, mares de reflexiones, olas de contenidos.
Comentarios
Por Paloma Ctrl, el 07 noviembre 2014
Interesante. Lanier es de los pocos que no tiene pelos en la lengua…
Por Sardiflor, el 07 noviembre 2014
Hola, Paloma!
Efectivamente. Y su lectura es muy inteligente, nutre. Sinceramente no creo que muchos quieran escucharlo o hagan sitio para que así sea, lo verifico en demasiadas ocasiones, lamentablemente.
Besos