Desmontando a ‘Lolita’ y su presunta historia de ‘amor’
La audacia es uno de los requisitos de la buena literatura. Y de eso tiene mucho ‘Cada noche, cada noche’ (Siruela), la última novela de la escritora Lola López Mondéjar. Psicoanalista además de narradora, Mondéjar cuestiona la lectura deformada que se hizo de ‘Lolita’ después de su publicación y que se ha instalado en el imaginario colectivo a través de las nínfulas.
Sin duda el cine ha contribuido a esa interpretación, alejada en realidad de la obra maestra de Nabokov y en la que se dibuja a Dolores Haze, Lolita, como una joven seductora que mantiene algo así como una relación de amor con un hombre maduro. Una lectura vulgarizada que rechazó el propio Nabokov. “Lolita no es una niña perversa. Es una pobre niña a quien corrompen y cuyos sentidos no ceden jamás bajo las caricias del inmundo señor Humbert”, aseguró el escritor ruso. Mondéjar construye su novela a partir de Dolores Schiller, hija en su ficción de Dolores Haze, y de los diarios de ésta antes de conocer a Humbert. El resultado es una obra autónoma, exigente y luminosa que dialoga con la obra de Nabokov para reflexionar en torno a la infancia, la crueldad, el papel de la mujer, la orfandad, la soledad, la muerte y, sobre todo, la literatura.
¿Cómo ha sido el proceso de escritura de ‘Cada noche, cada noche’?
Largo, con alguna interrupción debida a cuestiones biográficas y literarias. Entre estas últimas, que no encontraba la estructura. Lo primero en aparecer fueron los diarios, la voz de Dolores Haze como una niña inteligente y curiosa, huérfana, con necesidad de un padre y con una relación fría con su madre, que nunca superó la muerte de su primer hijo, fue la primera que escuché. El encuentro de esa niña con la sexualidad púber queda reflejado en su diario como una antítesis de la hipersexualización que se le atribuyó en Lolita. Sin embargo, para llevar adelante mi propósito tenía que decidirme entre desarrollar el protagonismo de la hija de Dolores Haze, Dolores Schiller, cuando descubre los diarios de su madre, o tomarla en un momento más avanzado de su vida. Finalmente, me pareció que el recurso a una Dolores Schiller de cincuenta y muchos años me permitía construir un personaje más complejo e interesante que el de una joven de 24; me facilitaba dotarlo de otros aspectos más contemporáneos, el presente de la novela es el año 2009, que me interesaba reflejar. Hasta que no descubrí esa voz adulta no pude continuar la historia, y cerrar su estructura.
La novela es un claro homenaje a ‘Lolita’, pero una crítica severa a la vulgarización de la historia que disgustó al propio Nabokov. Cuando empezaste a escribirla, ¿te preocupaba que pudiera ser malinterpretada?
Tenía mucho miedo a que mi propósito fuese malinterpretado: ¿por qué meterse con Lolita?, una novela mítica, de un escritor al que admiro, ¡qué osadía! Y también temía que no se comprendiese la investigación sobre la recepción de Lolita que emprende mi protagonista. Para mí era fundamental incluir esos datos en la narración, pero temía que no fuese bien comprendido como recurso literario, aunque a mi entender lo es de pleno derecho, y queda justificado por la personalidad de la protagonista. En este sentido, participo de la opinión que expone Javier Cercas en su último libro, El punto ciego, sobre el carácter mestizo de la literatura desde Cervantes hasta hoy, que mezcla géneros, los fagocita, salvo el paréntesis del XIX donde predomina en la novela la narración sobre el pensamiento y el ensayo. Yo también busco textos híbridos, donde se mezclan narración y pensamiento, ensayo y ficción. Busco un territorio de libertad que me permita plasmar plenamente lo que quiero contar, como quiero contarlo, y aunque existe una larga tradición al respecto, me preocupaba cómo sería recibida.
La novela parte del supuesto de que Dolores Haze, la ‘Lolita’ de Nabokov, tuvo una hija, Dolores Schiller. Es ella quien narra la historia en dos momentos de su vida. Pero incluyes una tercera voz, la de Dolores Haze antes de conocer a Humbert. ¿No tuviste la tentación de contar la novela exclusivamente desde esta perspectiva, la de Lolita?
En ningún momento pensé que los diarios pudieran ser el núcleo central de la novela, ni que Lolita fuese su protagonista, más allá de lo que dije más arriba. Sobre todo quería construir un personaje nuevo, Dolores Schiller, que dialogase con Humbert, que tuviese una vida, que pensase y nos guiase por el camino de sus pensamientos, que son los de una mujer autónoma intelectual y personalmente, que se opone al prototipo que representa su madre en el imaginario social. Recurrir a Lolita como protagonista me hubiese limitado demasiado. Ella murió a los 17 años, no podía saber cómo fue entendida su historia, no tenía formación… No servía, pues, para encarnar mi propuesta.
‘Cada noche, cada noche’ me parece que guarda muchas similitudes con ‘El ancho mar de los sargazos’, en la que Jean Rhys reinterpreta el personaje de Antoinette Cosway, Bertha Mason, la mujer loca del señor Rochester en ‘Jane Eyre’. En ambos casos se ‘rescata’ a un personaje ‘maltratado’ por la recepción crítica de la novela. ¿Qué opinas?
Sin Jean Rhys y su novela no sé si hubiera podido resolver la mía tal y como lo he hecho. Las motivaciones personales estaban ahí desde el principio como un poderoso motor, pero ¿cómo abordarlo narrativamente? Primero escribí un artículo donde vertí mi estudio sobre la obra de Nabokov, y sobre la recepción de Lolita, pero hasta que no vino a mi memoria Jean Rhys, a quien le había dedicado un capítulo en mi último libro de ensayo, Una espina en la carne. Psicoanálisis y creatividad, no comencé a imaginar con claridad la estructura de la novela. Debo mucho también a J. M. Coetzee y su novela Foe, donde recrea a Robinson Crusoe desde el punto de vista de una mujer. De ahí que cite a ambos en los agradecimientos de mi novela. La intertextualidad, explícita o implícita, es una constante en la historia de la literatura. Shakespeare no escribió nada original desde el punto de vista temático, se sirvió de leyendas, de crónicas, de otras obras clásicas, y Cervantes dialogó con los libros de caballería y hasta con el Quijote de Avellaneda en la segunda parte de su obra magna. Es un juego muy estimulante este diálogo permanente de la literatura consigo misma, como lo es también entre ficción y realidad, como hago en el Epílogo. Me interesaba tratar personajes de ficción como si fuesen reales, y que funcionen como tales en mi historia, difuminando las fronteras entre realidad y ficción hasta la última frase. La perplejidad que puede sentir el lector es para mí imprescindible. Somos seres en los que la ficción (los sueños, las fantasías, las ilusiones, las lecturas, los miedos…) nos determina tanto o más que la realidad.
Quien esté leyendo esta entrevista quizás se plantee si es necesario haber leído ‘Lolita’ antes de sumergirse en ‘Cada noche, cada noche’. ¿Qué les dirías?
Construí la novela con la intención de que fuese autónoma, y así me lo han señalado muchos lectores que no han leído previamente la obra de Nabokov, pero es cierto que, si quien se introduce en ella ha leído previamente o lee después Lolita, alcanzará un nivel de lectura más amplio, se formulará nuevas preguntas, tomará partido por Dolores Schiller o contra ella, y la dinámica de la recepción se ampliará y enriquecerá. El lector que no haya leído la obra de Nabokov tiene que dejarse llevar por mi interpretación sin resistirse, y esto puede irritarlo y no estimularlo. La gran mayoría de lectores me han confesado que Cada noche, cada noche les ha aportado una interpretación nueva que agradecen tener, y les ha llevado de vuelta a Lolita, o a una primera lectura de esta. Esa curiosidad intelectual que genera también me satisface. Los lectores buscan sobre el apoyo de la intelectualidad francesa a los pederastas en los años 70, sobre la eutanasia…
Aunque nos movamos en el terreno de la ficción, en el epílogo de la novela aseguras que tu intención al escribir es la búsqueda de lo Absoluto. Sin embargo, afirmas que el absoluto que movió a otros autores en otros tiempos hoy apenas preocupa a unos pocos. ¿Tan sombrío ves el panorama de la literatura en la actualidad?
Parece grandilocuente decir eso, pero Dolores Schiller, profesora de literatura, utiliza la frase de Balzac, que luego emplearía Todorov en un libro excelente, y que Georges Steiner no se cansa de repetir. Cada día soy más ambiciosa al plantearme un proyecto literario. Se trata de una profunda ambición estética que no se corresponde con mi ambición personal, mucho más modesta. He escrito siete novelas y tres libros de relatos, y cada uno ha sido un reto para mí. Dialogo con la tradición literaria y con la realidad que me rodea, y pretendo aportar algo nuevo con cada libro.
Creo que en la actualidad hay libros muy bien escritos que son meras repeticiones de otros, que hay demasiados autores condescendientes que entienden la literatura solo como contar una historia, en algunos casos muy bien, pero una historia como otras miles de historias anteriores. Yo me exijo más, lo que no quiere decir que consiga mi objetivo. Con cada nuevo proyecto pretendo establecer otro punto de vista sobre un tema que me es fundamental y que, a mi entender, permite un acercamiento diferente, que lo complejiza. En Mi amor desgraciado interrogué el amor maternal y sus dificultades y ambivalencias frente al pensamiento simple del mito del amor puro de las madres; en La primera vez que no te quiero hice una lectura de los efectos de la transición española en la identidad de su protagonista, Julia, y una crítica a la revolución sexual en la que nos embarcamos entonces las gentes de mi generación. En Cada noche, cada noche he querido denunciar la plasticidad cognitiva del ser humano, nuestra enorme sumisión a los discursos hegemónicos, porque, ¿cómo pudo entenderse mayoritariamente Lolita como una historia de amor?, ¿qué tipo de amor es ese que describe? Aún hoy, en la contraportada de la edición española, podemos leer que se trata de una “extraordinaria novela de amor”. Quise interrogar la dificultad para comprender al otro, el poder que tenemos para inventarlo en base a nuestros deseos, como hace Humbert Humbert con la niña; la incomprensión que nos genera la alteridad pura. En este sentido, los lectores no entienden la falta de deseo sexual en Dolores Schiller, pues le proyectan su propio deseo, reeditando de algún modo el abuso, la desaparición del otro a la que apunto. En fin, me propongo transformar la mirada del lector.
Sin embargo, cuesta mucho desmontar estereotipos y relatos cuando se instalan con fuerza en nuestro imaginario cultural, es como el cuento del rey desnudo: nadie se atreve a decir la verdad que queda por fuera del discurso oficial. Por fortuna, el conocimiento y la vida no se detienen y cada generación añade luces nuevas a esa historia.
¿Y el de la crítica literaria? ¿Crees que está dominada por el punto de vista masculino?
Absolutamente. Observemos la composición de la Academia de la Lengua, o el número de mujeres que ejercen la crítica en los suplementos literarios, que no alcanza el 18%. Los premios literarios son para los hombres en su gran mayoría, y ellos son mayoría también en los jurados que los otorgan. Los varones se interesan por sus propias producciones, se aplauden entre ellos, independientemente de la calidad de sus obras, e ignoran o no comprenden lo que escriben las mujeres; les cuesta mucho reconocernos. Han sido tradicionalmente los amos del discurso, de todos los discursos, y se resisten a ceder ese poder. Yo encuentro una resistencia inconsciente en la mayoría de la crítica, y otra voluntaria, consciente, más intencionada; y una y otra colaboran para ignorar a las escritoras. Así ha sido a lo largo de la historia, como demuestran los numerosos trabajos que, desde hace unas décadas, se dedican a visibilizar el capital cultural borrado de las mujeres en el arte y en la ciencia. Esta misma semana, la escritora Ana Merino ha publicado en El País un artículo que titula, Por la igualdad en la poesía, en la que expone esto mismo. O el documental Las sin sombrero, sobre las escritoras borradas en la generación del 27.
Es ingenuo pensar que la recepción de una obra literaria tenga que ver exclusivamente con el texto; son otros los factores espurios, ajenos a la literatura, que llaman la atención sobre una obra y contribuyen a que se visibilice, se reseñe y se lea: las amistades, la oportunidad de su aparición, los favores recíprocos entre los agentes de difusión, la vecindad ideológica o comercial con un medio u otro, y el género de su autor. Sucede igual en todos los ámbitos de la cultura, de ahí que haya autores que se olviden y que son luego descubiertos en otro momento más propicio. En el caso de las escritoras la dificultad para acceder al canon es enorme, y no tiene que ver con el valor de su obra, sino con los obstáculos que para su reconocimiento impone el sistema patriarcal. Me gustaría que la generación de mi hija no tuviera que seguir hablando de esto porque la igualdad sea para ellas un hecho, pero lo veo difícil.
Además de escritora, eres psicoanalista. ¿En qué medida te influye el psicoanálisis a la hora de escribir? Hay una larga tradición, tanto creativa como crítica, en este sentido.
Para mí es muy difícil responder a esta pregunta. Escribo con todo lo que soy: mujer, psicoanalista, madre… y utilizo los instrumentos que tengo a mi alcance para construir mis novelas y relatos. Creo que el psicoanálisis me da un cierto inconformismo con las apariencias, una rebeldía, un querer ir más allá de lo que se muestra, de la mera acción, a la hora de construir mis personajes. Pero eso ya lo hacían escritores que no tenían ese aparato conceptual. Hay observaciones en Tolstoi, Flaubert, Charlotte Brönte, anteriores al descubrimiento del inconsciente, que ya lo tienen presente de forma bastante explícita. Por no hablar de los filósofos que lo anticipan: Kierkegaard, Schopenhauer, o de los grandes poetas. Las teorías freudianas pueden rastrearse en la tradición filosófica y literaria anterior a Freud. Creo que la escritura es un camino de introspección y de autoconocimiento similar a la cura psicoanalítica, al menos la que a mí me interesa.
¿En qué estás trabajando ahora? ¿Qué proyectos tienes?
No tengo ningún proyecto entre manos. En noviembre se representará en Málaga una obra de microteatro mía, El sueldo, cuya puesta en escena me hace ilusión, y en estos momentos leo sobre los siglos XV y XVI, el siglo de la melancolía, para tratar de comprender qué pasó allí, cómo surgieron Montaigne, Shakespeare, Cervantes, y también algunas novelas de mis contemporáneos. Necesito descansar, nutrirme intelectualmente, y guardar un ratito de silencio.
Comentarios
Por Felipe R. Navarro, el 24 julio 2016
¡Bravo, Lola! ¡Bravo, Javier!