Diario de un fotógrafo en el Círculo Polar

Un viaje por el Ártico

Foto: EDUARDO P. V. RUBAUDONADEU

SU TRABAJO HA MARCADO A TODA UNA GENERACIÓN. FUE DIRECTOR DE IMAGEN DE LA REVISTA ZERO Y POR SU OBJETIVO HAN PASADO GRAN PARTE DE LOS ARTISTAS DE ESPAÑA. AHORA CAMBIA DE REGISTRO Y NOS VUELVE A SORPRENDER. DESDE EL ÁRTICO, LE REGALA A EL ASOMBRARIO & CO. UN VIAJE VISUAL AL FRÍO.

EDUARDO P. V. RUBAUDONADEU, Tromsø (TEXTO Y FOTOS)

Hace ya varios años que emprendo este viaje que se alarga durante aproximadamente un ciclo lunar. Desaparezco a finales de diciembre para transformar esos días en una venda curativa. Viajo buscando los colores, la ausencia y el frío para que me cuenten cómo debo afrontar el año que comienza. Disparo en cientos de ocasiones. Detrás de la cámara se está a salvo. Protegido en los largos paseos reflexivos que ocupan la mayoría de mi tiempo. Los consejeros del paisaje tienen tendencia a los celos y demandan soledad para regalarte el mejor asesoramiento vital. Todo es válido en mi mundo: Instagram, cámaras pequeñitas, profesionales, actuales y del pasado. Todo enriquece.

Para quien se adentre por primera vez en el espacio del Ártico, mi consejo, sin pensarlo un segundo, es pasear horas y horas sin ansiedad. Esa es la manera de encontrar paisajes fantásticos, decenas de estrellas fugaces, tormentas de nieve, viejos cementerios vikingos, tormentas solares que dejan todo el cielo verde fosforescente y la elusiva aurora. Pero que todos sepan que ese cielo te convierte, quieras o no, en alguien muy pequeño. Estáis advertidos

Ni es tan frío -gracias a las corrientes del Golfo- ni tan duro como uno imagina. El sol no aparece hasta la tercera semana de enero, así que es inevitable que los paseos sean nocturnos, lo que aporta a la mayoría de las imágenes una soledad inquietante. La noche continua regala diariamente un par de horas de penumbra con degradados del rosa al violeta muy pronunciados… Y una media hora de un azul muy muy intenso. Un paraíso para los vampiros, y desde luego para mí.

La cámara son mis ojos en este viaje y es ella la que se dedica a obviar a la gente con premeditación. Aún así, decenas de turistas han pasado a engrosar mi lista de Facebook. Les he guiado en excursiones alrededor de la isla. Este año son mexicanos, australianos, alemanes y japoneses.

Foto: EDUARDO P. V. RUBAUDONADEU

Foto: EDUARDO P. V. RUBAUDONADEU

Quien diga que no viene al Ártico en busca de la aurora, miente sin recato. Todos la buscan. Adornan su estancia con excursiones, trineos de perros, con barquitos… Pero siempre, siempre la que vence es ella. La aurora boreal (Nordlys) es algo que te atrapa, y mira que la he fotografiado multitud de veces… Siempre la miras con los ojos de un niño. Incluso en los momentos en que buscas un cielo apocalíptico, pequeños hilillos verdes danzan entre las nubes.

Tras la hipnosis del cielo, te preguntas dónde estará la gente. Y recuerdas que en el centro de la ciudad, las chicas semidesnudas con raíz rubio platino y tinte negro azulado, patinan por las calles con sus taconazos. Pasean ajenas a las conversaciones de madrugada de la gente local y a las velas esparcidas por toda la ciudad entre la nieve. Mientras, a las tres de la madrugada –qué más da en una noche interminable-, la gente pasea a sus perros o hace ejercicio entre los arcos y cortinas verdosas que se empeñan en manifestarse envolviéndolo todo.

Flickr de Eduardo

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