Diego Galán: «La de la mujer fue la única revolución victoriosa del siglo XX»
El crítico y cineasta Diego Galán presenta en los cines Golem su documental Con la pata quebrada tras su paso por el Festival de Cannes. Una cinta que fundamentalmente, a partir de recortes de ficción de aquí y de allá, retrata el papel de la mujer en la sociedad española, que no siempre se ha portado bien con ella. Narra, en fin, la gran revolución femenina del siglo XX.
Diego Galán (Tánger, 1946) empezó a coleccionar películas «malas, horrorosas» del cine español hace muchos años y acabó convirtiéndose en una adicción, fundamentalmente, por el poder excepcional del cine popular para reflejar la actualidad. Tras dirigir dos documentales, uno de ellos sobre Pilar Miró, fue abriéndose paso vagamente la idea de un tercero que contara sin grandilocuencias el papel de la mujer en el cine español. Y después de dos años de trabajo, el cineasta y crítico estrenó en la sección oficial del pasado festival de Cannes Con la pata quebrada, que ahora se proyecta en los cines Golem. El material procede en su mayoría, un 70%, de los fondos de Enrique Cerezo, que ha sido productor junto con El Deseo. Y ha vuelto a contar para el trabajo de documentación con Juan Sánchez para quien esta película, armada a partir de fragmentos de 180 películas (de las 8.000 que suman el cine español) ha sido un regalo. El humor, la ironía, los excesos, unas cuantas frases memorables, monjas, putas, solteronas… y un final con sonrisa amarga, como dijo alguien, componen el relato de «la única revolución victoriosa del siglo XX, que fue la de la mujer y que sigue siendo un tema de actualidad», en palabras de su autor. Los festivales de Marsella, Toulouse o San Sebastián, del que Galán fue director, son algunos de los próximos destinos de Con la pata quebrada, que también ha sido solicitado por algunos institutos como herramienta de enseñanza.
Pregunta. Apenas utiliza material documental en esta película. ¿Por qué narra la historia casi exclusivamente a partir de material de ficción, de archivo?
Respuesta. Me gusta mucho esta fórmula que la utilizan dos películas que aprecio muchísimo, «Canciones para después de una guerra» (1971) y «Hermano ¿me das 100 centavos?» (1975). Rechacé pronto la idea de utilizar entrevistas o reportajes. Pienso que las películas se defienden solas, no necesitan que nadie las interprete. Solo uso algo de material documental durante la Guerra Civil y la Transición, con las colas de gente votando, o cuando acuden al Parlamento Dolores Ibarruri y Alberti porque estas imágenes no estaban en ninguna película.
P. ¿Por qué eligió a Carlos Hipólito como narrador?
R. Hasta entonces los documentales que había hecho yo llevaban mi voz y nos habíamos acostumbrado mucho a ella. Y para esta película peleé bastante sobre quién lo hacía. Opté por Hipólito porque me gusta mucho, tiene una voz joven y no aniñada, no es redicho y tiene humor, algo que para mi era fundamental. Luego se ha dicho que si es por su trabajo en la serie «Cuéntame», pero no. Y aunque hubiera sido ¿por qué no?
P. ¿Qué grandes momentos destacaría del papel de la mujer en el cine español?
R. Los años treinta durante la II República, que es cuando se producen las grandes conquistas similares a otros países como el divorcio o el aborto; la etapa del erotismo, que desemboca en el destape y la época de la democracia, que no está muy tratada. Según algunos críticos hablo poco de ella, pero es que durante los últimos 25 años no ha pasado nada fundamental, o por lo menos en el cine no se ha notado. En el festival «Différent» de París, que se celebró hace unos días, me dijo una mujer que había tratado poco el tema de la madre. Creo que no es así. Están la madre soltera repudiada o la madre como motor represor en la película «El fascista, la beata y su hija desvirgada» (1978) donde la madre le pregunta a la hija si se «la metió mucho». Y ella contesta: «Sí, entera». Y está la mujer como reposo del guerrero. Este documental no ha querido ser la historia del cine español, sino representar el papel de la mujer en unas determinadas películas, y no podía durar más de hora y media.
P. ¿Qué actrices representaban mejor el ideal patrio?
R. Lola Flores presumía mucho de ello, aunque la más popular era Sara Montiel y durante la República, Imperio Argentina. Sin olvidar a Concha Velasco, que en 50 años ha recorrido buena parte de la historia del cine español hasta nuestros días. Pero yo no hablaría de ideal patrio, eso no es nada.
P. ¿En qué medida el gusto popular coincidía con quienes representaban en el cine?
R. Había actrices y actores que no gustaban. Fernando Fernán-Gómez decían que era un veneno para la taquilla, y otros que trabajaban mucho nos los conocía nadie, como Julia Gutiérrez Caba. No ha sido España un país de «star system». Algunas, como Imperio Argentina, Sara Montiel y, en otra época, Nadiuska, pero fueron fenómenos coyunturales que no duraron más allá de una década.
P. Durante la censura, los cineastas, guionistas y los grandes productores, ¿de qué forma fueron fieles al momento que vivían? ¿Optaron por someterse o poco más podían hacer?
R. Hacían cosas por encima de lo que la censura deparaba. Se hicieron muchas cosas con ironía, como en ese diálogo de «La Violetera» (1958) donde el hombre dice: «La belleza es la única prueba de inteligencia que reconozco en una mujer». Otras veces, están hechas con mucho humor y otras con cierto espíritu crítico, aunque fuera recurriendo a la caricatura. Pero se hacía sobre algo que se estaba produciendo en ese momento.
P. ¿Que papel desempeñaron las mujeres directoras en el cine español?
R. Las películas más feministas están hechas por hombres. Como «La tía Tula» (1964) y «Calle Mayor» (1956). Son magníficas y siguen estando vivas en cierto modo. Hablan de esa época en la que no casarse era tremendo y se quedaban para vestir santos. Las mujeres directoras se incorporan tarde, como en otros países. No creo que hubiera un cine feminista, pero sus películas no son machistas y ese es el cambio más importante respecto al cine machista mayoritario. Hay una directora que aún vive y nadie le hace caso, Margarita Alexandre, que realizó la primera película en Cinemascope y color, luego se fue a Cuba… Y tampoco hizo películas sobre mujeres. Luego están Josefina Molina, Pilar Miró, Cecilia Bartolomé… y las jóvenes, Iciar Bollaín, Gracia Querejeta, Helena Taberna, Chus Gutiérrez… Su papel no ha sido diferente respecto a otros países. Fuimos más bestias y se dijo algo que no tiene traducción en ningún país: «la mujer honesta y en casa con la pata quebrada». Esta peculiaridad salvaje es solo española, pero en todos los sitios cuecen habas. Aquí se envidiaba el desnudo de Brigitte Bardot y cuando por fin se hizo dicen que es machista. Y en cuanto a la violencia de género en París me contaron que matan a una mujer por semana solo en la capital francesa, así que igual resulta que tenemos la misma proporción.
P. El sexo como elemento que atraviesa toda la historia. ¿No es otra peculiaridad?
R. Hay películas en las que solo existe el amor, como en «Agustina de Aragón» (1950) o en «Raza» (1941), donde Ana Mariscal solo se junta las mejillas con el soldado victorioso como el mayor acaloro. Sara Montiel es quizás la primera que luce el sexo, que saca la lengua y canta letras que se entienden. Pero antes estaban en Italia Silvana Mangano o Sofia Loren, que eran actrices de tetas y pantalón corto, y la imagen del sexo era primordial. Y en Argentina Isabel Sarli, la «Coca Sarli», la peor actriz del mundo, en películas con títulos como «Carne», «Fiebre», «Insaciable». Había que mirar qué pasaba en otros países latinos, calientes, mediterráneos.
P. Este documental, que arranca con la película «Nosotros somos así» (1937) y termina con «Blog» (2010), plantea cuestiones que siguen levantando ampollas después de pasadas siete décadas, como el maltrato o el aborto.
R. Es curioso que la gente ya no vaya al cine, ha dejado de ser un medio de comunicación popular, cosa que sí pasaba en los sesenta, eso de responder a la actualidad de forma inmediata. Hay directores que eran excesivos en todo, como Eloy de la Iglesia, cuyas películas tienen un reflejo de la Transición mejor contado que una película comprometida. O como ese «speech» de Teresa Gimpera en «Los embarazados» (1982) sobre si los hombres se embarazaran y parieran habría aborto libre es de una actualidad acojonante y se trata de una película corriente. Cuando vi la película de Bardem sobre la matanza de Atocha, «Siete días de enero» (1979), me indigné. Y un día años después, dije viéndola: «menos mal que existen las películas, que nos cuentan lo que ocurrrió y que duran más que los censores». Y que nosotros.
Imágenes: El director, Diego Galán y fotogramas del documental ‘Con la pata quebrada‘
Comentarios
Por LO, el 21 junio 2013
Pues sí, el varón todavía no se ha liberado de todas las imposiciones culturale del matriarcado que le inculcan desde pequeño.