Diego Neria, primer transexual recibido por el Papa: “No pude mirarme al espejo hasta los 40”
Cuando Diego Neria Lejárraga (Plasencia, 1966) recibió una llamada telefónica del Papa Francisco para invitarle a su residencia del Vaticano, pensó que era una broma. Meses después, Jorge Mario Bergoglio le abría las puertas de su casa y se convertía en el primer Papa de la historia en recibir a un transexual en audiencia privada. El encuentro tuvo repercusión internacional y fue interpretado como un gesto de acercamiento por parte de la Iglesia al colectivo LGTBI. A partir de este episodio y del libro que acaba de presentar, ‘El despiste de Dios, Cuadernos de viaje de un hombre que nació mujer’, nos cuenta a ‘El Asombrario’ cómo se ha sentido y cómo se siente.
Por DIEGO HERNÁN
“Cuando me llamó el Papa, al principio creía que era un operador de Movistar”, dice entre carcajadas Diego Neria, durante la presentación, en Madrid la pasada semana, de El despiste de Dios, Cuadernos de viaje de un hombre que nació mujer (Tropo Editores), su primer libro. Una novela autobiográfica, con su visita a Roma como hilo conductor, en la que repasa su vida, la de un funcionario de fuertes convicciones católicas que a los 40 años “volvió a nacer” al someterse a una reasignación de género. El libro ha sido apadrinado por un amigo, el Padre Ángel, un cura rebelde, mediático y piedra angular de la iglesia de San Antón. “Este libro va a suponer un antes y un después para mucha gente, se necesita ser muy valiente para decir lo que hay que decir aunque hagas enfadar a muchos”, dice el fundador de Mensajeros de la Paz, otro outsider católico, antes de fundirse en un abrazo con el autor. Ambos son dos elementos incómodos para el inmovilismo canónico, y se juntaron en la sede madrileña de UGT (a escasos metros de San Antón, en el barrio de Chueca), para recordarnos por qué una historia como la de Diego merece ser escuchada. Después de la presentación, El Asombrario habló con Diego Neria.
Cuentas en tu novela que desde muy joven tuviste el firme convencimiento de dos cosas: no llegarías a los 40 y nadie te querría de verdad. Viendo a tu pareja, Macarena, y tu DNI, ninguna de las dos se ha cumplido…
Tenía la certeza de que si mi cuerpo seguía creciendo, cuando yo fuera mayor, si no me podía operar ni ser quien quisiera ser, sería un monstruo, y no quería llegar a eso. Tenía el convencimiento de que si Dios me había hecho la putada que me había hecho, por lo menos me llevaría temprano para no tener que sufrir una vejez que en la gente que no está operada debe de ser un infierno. Por eso pensaba que no llegaría a los 40. Yo solo decía: “No quiero ver mi cuerpo ni crecer ni envejecer sin operar, puede ser mortal para mí”. No supe lo que era un espejo hasta los 40, no podía mirarme. Nací en una cárcel. Sigo en una, pero con una libertad condicional que me permite salir y entrar de vez en cuando. Y conozco la libertad, pero mi cárcel va a acompañarme, mis barrotes estarán ahí. Cuando eres pequeño, cada órgano tuyo que no debe crecer es un barrote que te va cerrando todo y te acaba convirtiendo en un preso de una cárcel de la que tienes clarísimo que no vas a salir nunca.
Escribiste una carta al Papa para contarle tu historia y te llamó para conocerte. ¿Qué crees que quería al recibirte?
Con estas barbaridades que oyes y lees, es lógico que se les siga yendo gente. Creo que lo que buscaba era tranquilizarme, traerme otra vez de donde no tendría que haber salido nunca. Mi opinión es que Bergoglio está dando pasos gigantes, pero tiene que cambiar siglos y siglos de unas raíces que están podridas pero agarradas, y eso le va a costar mucho. Y tendrá toda la gente que tú quieras y alguna más en contra.
Como católico y transexual, ¿por qué crees que condena la Iglesia la transexualidad?
No es que condenen la transexualidad, es que lo hacen porque no la entienden, y no la entienden porque no se preocupan por entenderla, no les interesa. ¿Su respuesta? “Estáis locos” ó “vamos a tener compasión”… Yo no he pedido ni quiero compasión de nadie, quiero vivir como cualquier persona, no con ese sentimiento de “gracias por dejarme compartir un banco”. No entiendo el odio que tiene la Iglesia, pero me da la sensación de que cuanto más se trata de ver esto como algo normal, más se acojonan ellos y más quieren ver cómo los callamos, y ya no se calla nadie.
¿Les guardas rencor?
Prefiero ocupar la energía que tendría que perder en odiar en abrir mi vida a esa otra Iglesia que de verdad quiero. Si tuviera que estar todo el día pendiente y cabreado con las barbaridades que me dice el brazo armado de los histéricos [así se refiere constantemente a la Iglesia que no acepta la transexualidad] no sería feliz. Me han dicho: “¿cómo no has utilizado el libro para dar caña?”; porque lo hubiese estropeado, esa no era la idea.
¿Cómo compatibilizas tus creencias sabiendo que hay una Iglesia que no te acepta?
Esa otra Iglesia ha estado toda la vida ejerciendo el poder a través del miedo. Creo que estos brotes homófobos de ahora responden a que por fin la gente está empezando a levantar la cabeza y eso no gusta. Si tú eres transexual y te estás calladito en tu casa y no molestas a nadie, vale: “Te permitimos que vivas, pero no molestes”. Pero si sacas la cabeza, la levantas y encima te permites el lujo de decir “creo en el mismo Dios que tú”, cuidado, porque ahí ya sí podemos cortártela…
«Vives en un recipiente que odias y, desde que tienes uso de razón, rechazas. Pasan los años. Y un día te baja la regla, y entonces sientes que te mueres de asco. Pero tú eres un chico, y a los chicos no les baja la regla. ¿Qué me pasa? Yo no soy ella, yo soy él» (‘El despiste de Dios’).
¿Qué has echado de menos?
Hay cosas que jamás voy a hacer; no voy a poder ser padre, porque no he podido.
¿Te apetecería serlo ahora?
Tengo una sobrina que es mi vida, que me ha permitido poder acercarme a saber lo que se siente dando un biberón, ponerla unos pañales, voy siguiendo su educación, soy su tío… Me he acercado un poco. Pero he tenido una época en la que he sufrido más. No he ido a una boda jamás, me dolía tanto porque pensaba que nunca iba a poder disfrutar eso. Me sentaba en un parque y veía a un padre con algún niño y para quererte morir. Pero luego se pasa, y a estas alturas…
«De año en año, cuando estoy solo, ojeo los álbumes de fotos familiares y le niego la vida a esa niña que sostiene un gato, besa un perro o monta en bicicleta por el jardín. En realidad, no puedo librarme de esa intrusa, de la niña que fui» (‘El despiste de Dios’).
¿Crees que la imagen que la gente tiene de la transexualidad corresponde con la realidad?
La sociedad está cambiando, puede, pero muy, muy despacio. Todo sigue igual, seguimos siendo raros… Por un lado estamos enfermos, por otro lado somos unos frívolos, y eso no es real. He tenido y tengo una vida absolutamente normal, con una pareja normal, o lo que los demás llaman normal: un trabajo, unos sueños, unos proyectos…, como los de todo el mundo.
«Desde muy joven tuve el firme convencimiento de dos cosas: no llegaría a los cuarenta años y nadie me querría de verdad» (‘El despiste de Dios’).
¿Qué papel ha jugado tu madre en la historia de tu vida?
Mi madre muere cuando tengo 40 años, no conoce mi reasignación de género. Me conoce como me dejó aquí, sin operar. Ella, por sus creencias, por un motivo o por otro, no me acompañó en el proceso de transexualidad; me pidió que lo hiciera cuando ella ya no estuviera y yo lo respeté, hipotequé mi vida por ella. Pero ahora creo que la llamada del Papa, el libro, la resignación…, todo esto es la respuesta que mi madre me ha dado desde donde esté, no un perdón -porque no me lo debe-, sino un “esto debimos hacerlo juntos y ahora lo entiendo”.
Durante la presentación has hecho referencia a un proyecto que tienes entre manos para promover campañas y actuar a nivel académico en contra de la discriminación y ayudar a niños y niñas en riesgo de exclusión social, ¿cómo nace la idea?
No quiero que el libro ni que todo este impulso acaben aquí, quiero que esto siga: es demasiado bonito para quedármelo para mí solo. Creo que se puede hacer un trabajo muy bueno con un equipo de gente detrás. Si tú un día tienes que ir a un centro porque hay un niño pasándolas canutas, hay que ir, hay que hablar con ellos. No te hablo solo del colectivo LGTB, yo no quiero cerrar este proyecto al colectivo LGTB. El colectivo LGTB es uno de los colectivos más dañados, pero hay otros. Tenemos colectivos de niños excluidos, en situación de riesgo… Este proyecto está pensado para todo aquel que se considere distinto y discriminado por algo.
Comentarios
Por Carmen noval, el 30 junio 2017
Enhorabuena DIEGO, sigue ayudando a los niños que estén en un cuerpo erróneo, te necesitan……
Por Carmen noval, el 30 junio 2017
Continúa DIEGO no pares de ayudar