La distopía de paisajes de basura y perdices de Ángel Pantoja
Nos impresionan los últimos trabajos del artista Ángel Pantoja (Sevilla, 1966), esos enormes montajes fotográficos con la Tate Modern de Londres o el Atomiun de Bélgica invadidos por basura dejada a su libre albedrío. Futuros distópicos de un planeta caótico por la avalancha de residuos sin gestionar, sin tratar, sin reciclar. Visitamos su nueva exposición en Sevilla. “Son pesadillas posibles del gran vertedero en que podemos convertir el planeta como consecuencia de un consumismo voraz, poco responsable”, nos explica el artista.
“Estas obras son un canto a la torpeza humana, a la espiral en que estamos sumergidos por nuestro feroz individualismo. Eso sí, desde la estética, creando algo bello del desastre, y con sentido del humor. El sentido del humor es algo que me persigue desde pequeño. Me cuesta mucho ponerme serio”.
Ángel Pantoja inició las composiciones monumentales de basura que nos han llamado la atención en 2012, cuando realizó una Giralda de basura. También hay una Gran Vía [de Madrid] vertedero y una serie dentro de ésta llamada Arias para Tormentas de Bolsas de Plástico. En 2018 remató la obra Tate Modern Basura, con un tamaño de 2 x 3,5 metros y que reproduce la Tate Modern de Londres convertida en un gran vertedero.
Ahora ha llevado sus collages digitales, su barroca imaginería de la basura –como buen sevillano, reconoce sus influencias del barroco–, sus Visiones de un futuro distópico a la galería Weber-Lutgen de la capital andaluza (hasta el 24 de enero). Quince obras que llevan por subtítulo: Paisajes, Tormentas y Perdices.
Y, claro, enseguida nos surge la pregunta: ¿Por qué precisamente perdices? “Las veo como símbolos de cierta estulticia, de quien puede ser fácilmente manipulado”. No se nos escapa la metáfora de “marear la perdiz”, expresión tan actual, porque seguimos dando vueltas a grandes retos que tiene planteada la humanidad, como la crisis climática, sin tomar resoluciones o medidas efectivas ya. Ni esa expresión de los cuentos clásicos: “fueron felices y comieron perdices”, como una irónica carcajada de Ángel Pantoja respecto al futuro de la Humanidad. Me conmueve esa imagen de una pareja de perdices anidando en una Thermomix, robot de cocina que se ha convertido para Ángel en el gran icono de la clase media de las sociedades occidentales.
“Por supuesto que mis obras son una exageración, pero una exageración necesaria, como toque de atención, porque el planeta se nos está cayendo a cachos. Una exageración hasta la pesadilla que propone la reflexión, el debate; nada me puede gustar más que ver hablando sobre estos temas a la gente que sale de mis exposiciones”.
En Visiones de un futuro distópico asistimos a escenas post-apocalipsis de una Europa derrumbada, desolada, abandonada, sin apenas figuras humanas, como si algo atroz hubiera sucedido y sólo quedara basura, la basura no reciclada, asalvajada, como avalancha catastrófica. Como iconos de esa civilización devorada a sí misma, esas impresionantes imágenes de la Tate Modern de Londres y el Atomium de Bruselas, con toda su carga implícita de cultura y civilización, invadidas por los desechos, con cerdos husmeando entre los restos.
Pantoja nos cuenta que se inspira en los pintores románticos, sobre todo en Caspar David Friedrich, del que ha adaptado su lienzo El mar de hielo logrando una evocadora composición en la que asistimos a un cúmulo de escombros y chatarra, desde neumáticos a autocaravanas y electrodomésticos, amontonados en el caos, como tras el paso de un tsunami, con la imagen en primer plano de un oso polar tumbado (muerto o durmiente) y un guiño al famoso cuadro Almuerzo sobre la hierba, de Manet, como dándonos a entender que, mientras la catástrofe se cierne sobre nosotros, los seres humanos nos abstraemos, relajados, en un bucólico paraje, ajenos a todo el desastre que nos rodea.
Ángel Pantoja también se fija en maestros de otras épocas como el gran pintor andaluz barroco Valdés Leal, uno de los más conocidos artistas de la representación de la vanitas, a través de alegorías como Finis gloriae mundi (El fin de las glorias mundanas) e In ictu oculi (En un abrir y cerrar de ojos), y en el surrealismo de Dalí, cuyas composiciones nos producen esa incomodidad de no saber bien a qué mundo se están refiriendo, si es el que vendrá después de nuestra civilización (ahora podríamos decir después del Antropoceno). Se inspira en ellos para retratar «todo el detritus que la sociedad contemporánea produce» y explorar narrativas que nos impacten a partir de esas avalanchas de basuras no recicladas. «Es que yo veo basuras y me digo: la de historias que hay ahí dentro”.
Sobre la serie La Hojarasca, a la que pertenece la imagen de las perdices y la Thermomix, el experto en arte y comisario Rafael Doctor Roncero ha escrito en el catálogo de Visiones de un futuro distópico: “La hojarasca es así el detritus de lo que antes fue vida y ahora, aunque muerto, va a ser la base de lo que está a punto de estallar. El escenario que nos ofrece es el de un mundo que ha sucumbido en el que persisten unos pinos y unos abejarucos que sobrevuelan por diferentes huellas y símbolos de la estupidez y la maldad humana”. “Ahora la realidad se comprime en unas pocas escenas en las que aún persisten los símbolos de nuestra miseria supina en escenas como las que vemos el esqueleto de un galgo ahorcado u otras con otros esqueletos de tantos animales como hemos ido arrasando hasta hacerlos extinguir”. “De una forma plácida, pero contundente, nos encontramos representado el grito de este artista contra la estupidez del comportamiento humano que rige el mundo desde el capítulo que nos toca vivir. Ahora soñamos un futuro en el que es lógico que ya no estemos y en el que quizás sean otros los que intenten restaurar tanta destrucción y sinsentido arrasador innato de un mundo que ya es solo hojarasca. Ojalá y esto solo sea una llamada de atención, ojalá y esto sea solo un grito de una sociedad que ya está intentando reparar y aprender de sus constantes errores, ojalá y estas obras dentro de un tiempo sean contempladas como un retrato de un miedo”.
Como dice Rafael Doctor, de forma plácida pero contundente, Ángel Pantoja nos da una bofetada, un puñetazo, con la intención de que reaccionemos, como en otra de sus exitosas series juega a convertir bustos clásicos en trans. “Es una crítica a toda esa gente que se niega a ver la realidad, al capitalismo sin medida que genera tanta desigualdad”. Porque, si nos fijamos más en la imagen del Atomium, vemos al fondo a la derecha unos hombres de negocios que, trasladándose en zancos (y este es un guiño a los elefantes con zancos de Dalí), siguen a lo suyo, haciendo sus negocios, mientras todo a su alrededor se pudre. En medio de una atmósfera irrespirable, ellos, a lo suyo. Es la misma bofetada en nuestras conciencias de esas bonitas bolsas de plástico revoloteando, de bellos colores pastel, que representan “una violencia edulcorada”. “Me acerco al drama desde la ironía”, termina el artista. “Y desde la teatralidad… ¿Qué quieres?, ¡soy sevillano!”.
Comentarios
Por Anna, el 24 junio 2021
Maravilloso artículo. No concía a este fotógrafo pero gracias a ti voy a buscar su obra. Muchas gracias por tu gran trabajo. Un abrazo.
Anna.