¿Pueden entenderse ecologistas, animalistas y feministas?

Dos ilustraciones que acompañan al libro ‘Claves ecofeministas’ de

Dos de las ilustraciones de Verónica Perales en ‘Claves ecofeministas’, de Alicia H. Puleo.

¿Es compatible el conservacionismo con una nueva dimensión menos patriarcal de la economía? ¿El antiespecismo es el eslabón que faltaba para lograr un cambio real que nos salve de la crisis climática? Conversamos con Marta Tafalla y Alicia H. Puleo, que acaban de publicar ‘Ecoanimal’ y ‘Claves ecofeministas’, respectivamente, sobre la necesidad de buscar los puntos en común y unir fuerzas para avanzar hacia un futuro mejor frente a sistemas en que todo ha de girar en torno al macho humano.

A simple vista, quienes buscan cuidar el planeta, defender a quienes menos voz tienen como los animales o revertir el sistema desigual entre hombres y mujeres bien podrían viajar en el mismo barco. Sin embargo, prácticamente desde el inicio de estos movimientos (desde el siglo XIX hasta los años 70) son muchos los conflictos que parecen hacerlos incompatibles. Desde Plaza & Valdés se lanzan dos textos complementarios, que parece que dialogan entre ellos: Ecoanimal’, de Marta Tafalla, y Claves ecofeministas, de Alicia H. Puleo. Y tanto lo hacen que en El Asombrario les hemos pedido a las propias autoras que sean ellas quienes hablen sobre los puntos comunes, los desencuentros y cómo debe ser el futuro para garantizar un mínimo a las generaciones venideras.

Lo primero: ¿Qué tienen en común uno y otro libro? Para empezar, la admiración de una autora hacia la otra. “Si coincidimos en algunas cosas es por lo que he aprendido de ti, Alicia”, comenta Marta Tafalla por videoconferencia. “Ecofeminismo para otro mundo posible [libro de Alicia H. Puleo –Anaya, 2011– que sienta las bases de la vinculación de la lucha por la igualdad y otra forma de tratar la naturaleza] es un libro que he releído y he usado en clase”, comenta Tafalla, que es profesora de Filosofía en la UAB y forma parte del Centro de Ética Animal de la UPF (Universitat Pompeu Fabra). “La huella de ese libro está en el mío ahora”.

Ecoanimal. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista tiene como objetivo abordar desde la apreciación de la naturaleza su conservación, de una manera artesanal y con vocación de comunicar, pese a la complejidad del enfoque”, añade la escritora argentina Alicia H. Puleo.

“Quien no sabe admirar la belleza de una familia de lobos salvajes en libertad, quien nunca se ha parado a contemplar las aves, los reptiles, los insectos o las malas hierbas con los que comparte su barrio, quien ni siquiera sabe lo que es un chorlitejo patinegro o un pinsapo, ¿los echará de menos si los extinguimos?”, se pregunta en su libro Tafalla.

Pero ¿realmente es incompatible la defensa de los derechos animales con los frentes del feminismo y de la ecología? A diferencia de otras posturas en la lucha por la igualdad real de las mujeres que dejan de lado su relación con el sistema productivo o con la explotación de otros más débiles, como los animales, Alicia H. Puleo nos hace imaginar un mundo en el que vivamos en paz con los otros, incluida la Naturaleza. “Propongo un pacto de ayuda mutua. Yo pienso que es destructivo estar señalando continuamente aquello que nos separa y, aunque no quiero cerrar los ojos, quiero buscar puntos de encuentro”, explica la autora, que no esquiva el tema de los derechos reproductivos en su libro ni la contradicción que supone ignorar las otras violencias, más allá de las cometidas contra la mujer.

Trabajar en equipo frente a muchos tipos de violencia

“La situación en la que estamos resulta tan grave, tanto de extinción, como por el trato a las mujeres, la pobreza. Tan grave que es necesario recurrir a las fuerzas progresistas para trabajar en equipo. Si nos peleamos entre nosotras por la más pequeña diferencia, no avanzaremos nada”, comenta Tafalla. Aun así, se pone sobre la mesa el enfoque conservacionista de una parte del ecologismo que se niega a tratar a los animales como individuos con derechos propios (lo que da lugar a soluciones como la erradicación de una especie considerada invasora o el asesinato de otras para regular su número) o el rechazo de una parte del feminismo a ampliar el círculo de empatía a otros animales, al igual que se ha hecho con otros colectivos como el LGTBi+ o el de las personas racializadas.

“Señalaría especialmente una cuestión desde el feminismo. Esta percepción de los animales como individuos capaces de sentir y sufrir, y lo que sería consecuente con esto: tratarles de una forma ética. Hay un sesgo androcéntrico que nos lleva en otra dirección: la compasión está considerada como algo no científico y es rechazado”, comenta Puleo. “El antropocentrismo nos lleva también a limitar el feminismo a los seres humanos, aunque hubo sufragistas en el siglo XIX que ya fueron más allá y consideraron a los animales no humanos y compararon su situación con otras opresiones, como la de las mujeres”, complementa Tafalla. “Llevamos muchos siglos con la supremacía humana y nos sentimos muy cómodos ahí. Alimenta mucho nuestro orgullo, es reforzado por la religión, la ciencia y la filosofía, además de que nuestro sistema económico se basa en eso. La naturaleza y los animales vistos como recursos”, comenta la profesora de la AUB. Y añade: “Cuando te das cuenta de que no es legítimo, puedes pensar que pierdes privilegios, pero no: cuando te das cuentas de que puedes vivir de otra manera al reducir el sufrimiento que produces, vives mejor”.

Por eso, Tafalla señala que la visión ecologista es necesaria en esta revolución verde, “pero me gustaría convencer a los ecologistas de que tenemos problemas muy graves y urgentes que les está costando entender, como la ganadería y la piscifactoría. Por muchos asuntos, como el daño que hace a los animales, a los animales salvajes que expulsa de sus hábitats, el cambio climático que generan…”. “El ecologismo debería asumir el veganismo como una manera de luchar contra el cambio climático”, concluye.

El jardín-huerto epicúreo

“Nada es suficiente para quien lo suficiente es poco”. Con esta cita de Epicuro de Samos arranca Claves ecologistas; el jardín-huerto de la escuela epicúrea es un elemento común en ambos libros. No solamente un jardín decorativo, sino un lugar donde disfrutar de la naturaleza, meditar, consumir sus productos en una sensación de suficiencia felicidad. “Ese jardín nos aleja mucho del modelo de felicidad actual que está basado sólo en consumir. Un consumo que no hace otra cosa que estimular la insatisfacción”, explica Puleo. “La gente, cuando busca disfrutar la naturaleza, piensa que tiene que irse a la otra punta del mundo. Contaminan, no conocen nada, creen que han hecho algo especial, pero sin visitar lo cercano, que es maravilloso. Nuestros gustos estéticos están muy manipulados”, opina Marta Tafalla, que pone sobre la mesa temas como el turismo sostenible o el abuso del sentido de la vista en nuestras experiencias.

Otra pregunta: esa renuncia a los demás sentidos y la vida cada vez más urbana ¿es algo que afecta a la manera en la que luchamos o ignoramos el cambio climático? “Tiene que ver con la falta de conexión con la naturaleza. Vemos el mundo a través de las fotos y hemos perdido esa relación que sí pueden tener otras personas, como los agricultores”, comenta Tafalla. “Estoy asombrada”, interviene Puleo, “de la no reacción de la gente ante algo tan amenazador. La mayor parte de la gente no quiere pensar, enterarse, o no cree. Me asombra como especie la falta de instinto o de inteligencia de supervivencia”.

En este punto surge una diferencia entre ambas: ¿quién está más concienciado del riesgo que supone la contaminación y la explotación de recursos para el planeta? “Creo”, apunta la escritora catalana, “que las personas del mundo rural son más conscientes, porque ven que los pájaros ya no migran como antes o lo irregular del florecimiento de las plantas, mientras que la prensa está muy manipulada por el lobby negacionista y hace creer a mucha gente que no es tan grave”.

La autora argentina disiente: “El origen del ecologismo procede de una ciudadanía no necesariamente rural. No veo en el mundo rural esa consciencia de la que habla Marta. Estoy de acuerdo en que cuando conocemos mejor, podríamos reaccionar, pero masivamente no hay una reacción en ninguno de los dos ámbitos”.

¿Buscamos soluciones juntas?

“Es difícil comentar remedios concretos, porque cualquier cosa para ser efectiva necesita un cambio radical. Eso asusta. Pero en realidad es encontrar una mejor forma de vida, el sistema nos explota a todos. Los que explotan a los animales sufren a su vez una explotación. Cada vez vivimos más acelerados y más cansados”, explica Tafalla. Puleo señala directamente al capitalismo: “Si el sistema capitalista requiere de un crecimiento infinito en un planeta finito, no es viable. La teoría del decrecimiento es interesante, plantea una forma de vivir más lenta y más acorde con los recursos”. Advierte que ese cambio no significa retroceder a una sociedad no tecnológica, sino un equilibrio en el beneficio para todos y todas, y subraya que es urgente romper con el actual ritmo productivo y de consumo, “por el bien de los animales, del medioambiente y de las mujeres”.

Nota: Claves ecofeministas. Para rebeldes que aman a la Tierra y a los animales guarda en su interior ilustraciones de Verónica Perales para disfrutar con calma. Tanta que solo los ojos que mantengan esa paciencia podrán disfrutar de códigos QR que les llevarán a breves composiciones musicales de piano del ecocrítico y musicólogo Teo Sanz​.

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Comentarios

  • eulalio

    Por eulalio, el 01 julio 2019

    Debieran y los anarquistas también.

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