Eduardo Barba, el jardinero que nos ayuda a entender las plantas

Eduardo Barba, jardinero y botánico. Foto: Virginia Carrasco.

Desde el territorio de las flores, las plantas, los árboles, los jardines, Eduardo Barba se ha convertido en los últimos años en una de las voces más empáticas para conectar con la naturaleza, sus ritmos y toda la serenidad y satisfacciones que nos aporta allí donde nos encontremos. Una extraordinaria labor de divulgación que este jardinero-paisajista realiza desde medios de comunicación (colaboraciones semanales en la SER, ‘El País’) y libros como ‘El Jardín del Prado’ y ‘El Paraíso a Pinceladas’. Es nuestro nuevo invitado en la serie de ecolíderes de El Asombrario Recicla’. Además, trae fresco, fresco un nuevo gran proyecto en colaboración con el Museo Nacional del Prado.

Así lo cuenta el museo: “Se trata de un nuevo itinerario que propone, desde ya y hasta el 30 de marzo, un acercamiento a la colección permanente a través de un recorrido expositivo, creado por Eduardo Barba Gómez, jardinero e investigador botánico en obras de arte, en el que se muestra cómo la botánica es una parte relevante del relato. La diversidad y riqueza de las colecciones del Prado hacen posible esta nueva aproximación que permite descubrir más de 40 especies botánicas en una selección de 26 obras de autores tan significativos como Patinir, Fra Angelico, Tiziano, Velázquez, Rubens o Zurbarán. El recorrido se complementa con una publicación y el sistema de audioguías en castellano e inglés. Este itinerario recorre un amplio abanico temporal, desde la escultura romana hasta comienzos del siglo XVIII, para descubrir cómo en la pintura la representación de flores y plantas nos puede hablar de la simbología mitológica, religiosa, nobiliaria o costumbrista”.

¿Satisfecho, Eduardo? Trabajar con los fondos del Prado siempre es algo grande, ¿no?

Sí, este itinerario botánico que he realizado para el Prado se enmarca dentro de su política de abrir el museo a otras miradas, como antes se ha hecho con otros temas, como la astronomía o un acercamiento de género. Ahora han querido contar conmigo para realizar este itinerario botánico. Son 26 cuadros, con historias de las plantas en relación sobre todo a la simbología.

Dinos alguno de los cuadros que más juego te han dado.

La Anunciación de Fra Angelico, por ejemplo. O Las Tres Gracias de Rubens.

¿Cómo logras conectar tan bien con la gente? Leo los títulos de tus últimas columnas y apetece leerlas todas: ‘Mudanza con plantas, ¿cuál es el mejor sitio para colocarlas en la nueva casa?’, entrevista con un experto en nenúfares, ‘cinco propuestas para que los niños aprendan de plantas jugando’, ‘todas las virtudes de las caléndulas’, ‘los secretos del poto, la planta todoterreno que sobrevive incluso en la oficina’, ‘las raíces de las plantas, esas grandes olvidadas’…

Intento no aburrirme, ni aburrir, y que sean emocionales, que conecten con las emociones de la gente. Conectar las plantas con recuerdos, con anécdotas personales.

Eres muy buen divulgador. ¿Quién te ha enseñado, cómo has aprendido?

He aprendido, sobre todo, escribiendo. A andar se aprende andando, a escribir se aprende escribiendo. Luego, yo soy muy escrupuloso. Intento revisar siempre que puedo tres, cuatro, cinco veces el texto de un artículo.

Cuéntanos tus primeros pasos en jardinería. ¿Cómo empezaste? ¿De dónde te viene tu formación?

La parte de jardinería para mí es algo emocional, porque tuve en mi madre, que era de un pueblo de Segovia, el mejor de los ejemplos para cuidar las plantas. Ella fue la semilla. Era la típica persona que cuidaba sus macetitas en la terraza de nuestro piso en el barrio madrileño de Carabanchel.

¿Cuáles eran sus plantas favoritas?

¿De mi madre?

Sí.

Mi madre siempre tenía geranios y calas. Y esa planta que cuelga, con ese nombre tan llamativo, amor de hombre. Fíjate, para mí son esas dos plantas, geranios y calas, las que más me gustan. Geranios y calas…

[Eduardo se queda un momento pensativo, callado, mirando al vacío, seguramente recordando alguna imagen de la casa donde creció].

Luego fui a estudiar a la escuela de jardinería en San Fernando de Henares, aquí en Madrid. Y ahí es donde desarrollé la jardinería ya a un nivel profesional. Fueron dos años para acceder al título de técnico en jardinería. Esos dos años me sirvieron para sentar la base a nivel profesional..

Luego he trabajado mucho de profesor de jardinería. He dado muchas clases para centros de empleo, para formar a personas, para personas con síndrome de Down, por ejemplo, o personas con esquizofrenia u otro tipo de enfermedades mentales. He seguido caminos muy variados, siempre desde la jardinería; creo que las plantas son muy sanadoras y el contacto con ellas te puede cambiar la vida.

¿Cuántos años llevas dedicándote a esto profesionalmente?

A la jardinería, desde 1996 o 1997.

En todo este tiempo, ¿has visto que haya cambiado la sensibilidad de la gente respecto al respeto a las plantas, a los árboles? Porque somos un poco brutos, ¿no?

Estamos en una región, la madrileña, en la que ves muchas faltas de respeto hacia las plantas; las plantas en una gran ciudad como es Madrid no tienen un rango de ser vivo; da la sensación de que se aprecia más el bordillo de la acera que el árbol que está ahí creciendo junto a él. Ves que falta cultura, educación, porque creo que en los colegios sigue sin enseñarse realmente todo el valor del mundo vegetal.

¿Pero tú crees que es un problema de esta región o es de toda España en general?

Yo noto que hay regiones de España donde hay más cariño hacia el mundo verde; por ejemplo, el norte; yo te diría que, por ejemplo, Euskadi. Pero en general no se ve el valor de la planta, del árbol, como individuo, como un ejemplar único que ha crecido en ese entorno, sino que, bueno, se le considera como algo medible a nivel económico, simplemente. Sí que puedo quizás ver que en algunas regiones hay un poquito más de respeto, pero en general se adolece de esa educación, una educación que parte de la escuela.

¿Y las autoridades de Madrid, constantemente planeando, amenazando con talas…?

Bueno, las autoridades son el reflejo de la sociedad; si detectan que la propia sociedad muchas veces no tiene ese cariño, ese cuidado, hacia el arbolado, pues los políticos tampoco. Es cierto que en los últimos años hemos asistido a corrientes, protestas, por determinadas talas en determinadas zonas; ahí sí hay una conciencia social que se instaura en el barrio donde van a sufrir esas obras y eso es lo que tendría que trascender a la clase política.

¿Tú dirías que va aumentando esa conciencia verde?

Yo creo, yo espero que sí, espero que sí, pero, no sé, vemos continuamente cómo se maltrata al arbolado de las ciudades. Desde alcorques que sirven como vertedero o cenicero o que incluso, si falta el árbol, no se repone y se adoquina o asfalta, cuando un árbol es un bien de primera necesidad; ya no es solo un goce estético, sino que se ha convertido en un bien de primera necesidad, ¿no?, con esto de las islas de calor de las ciudades con el cambio climático. Yo no me imaginaría pasear por un pueblo de La Mancha, ni hoy ni hace 40 años, por una calle que no estuviera arbolada. Las calles tendrían que convertirse en lugares donde el árbol sea tan importante como las mismas calles. Es que hay estudios muy serios de cómo baja la temperatura de una calle con árboles a una calle sin árboles, 6, 8, 10 grados…

Además, la técnica a día de hoy ya nos permite cultivar arbolado con poca profundidad de suelo; o sea, que no es un problema la poca profundidad de suelo; también hay una excelente solución, que son los macetones donde se pueden cultivar. Y, llegado el caso, si hay un evento, por ejemplo, se pueden retirar fácilmente con maquinaria y se pueden colocar temporalmente en un lado de la plaza. Vamos, que soluciones técnicas hay, muchas. Está claro que nadie desea una ciudad sin sombra y sin verde. Siempre recuerdo en mis viajes, ya sea en España o en otros países, esas calles tan desangeladas donde falta la vida de los árboles.

Pongamos algún ejemplo positivo, Eduardo.  

Un ejemplo dentro de España de lo que es un desarrollo urbanístico que presta atención al medio natural, que conecta el medio natural con la ciudad, creo que puede ser Vitoria. En Madrid se ha conseguido de una manera parcial con la renaturalización del río Manzanares; se ha visto que eso al final crea un canal de conexión de la naturaleza más salvaje con la naturaleza más urbana. Algo que pienso que en París también se está haciendo bien. Es que yo creo que nadie que viva en una plaza o que pase por una plaza se va a oponer a que esa plaza luzca más verde y que tenga más sombra y tenga más belleza. Yo recuerdo calles en Bélgica, en Países Bajos, calles que se naturalizan, donde los adoquines de repente se clarean para que las hierbas puedan crecer entre ellos, donde los alcorques aumentan su tamaño o incluso se alargan exponencialmente para cultivar todo tipo de plantas. Zonas que se convierten en islas de encuentro entre los propios vecinos, porque la planta no solo crea un ambiente más saludable, con mayor calidad de vida, sino que también es un lubricante social. Ayuda a crear barrio, vecindario. Hay estudios que demuestran que en las ciudades con más arbolado disminuye por ejemplo la delincuencia; en las aulas donde hay más plantas los alumnos sufren menos acoso; no se entienden ya los hospitales sin habitaciones desde las que se vean árboles, por lo que ayudan a mejorar el estado anímico de los pacientes.

¿Dónde tienes tu jardín?

Yo cuido plantas en mi terraza, que a veces se convierte en toda una selva.

¿Y la parte del arte? ¿Cuándo te diste cuenta de que te gustaba unir plantas y arte?

Todo eso fue a raíz de un viaje a Estados Unidos; allí redescubrí esa pasión que yo sentía por el arte desde pequeño; allí, visitando sus museos, me dio de nuevo ese fogonazo por descubrir esa belleza y me interesé por aprender más de algo que siempre me gustó, pero tenía un poco sumido en el olvido.

¿Tú pintas, dibujas?

Tuve una etapa en la que sí que me gustó dibujar, pero es algo que no he desarrollado. Yo a la hora de diseñar mis jardines soy más emocional, echo más mano de la imaginación, por eso estoy asociado con un arquitecto paisajista con el que compartimos un lenguaje perfecto, Manuel Sánchez: yo lanzo ideas, él las recoge; él lanza otras ideas, yo las recojo.

¿Algún artista que te llegue especialmente?

Me gustan los artistas que son capaces de trasladar la naturaleza a su obra, con su propia mirada, que no sea una copia hiperrealista de la naturaleza. Por ejemplo, me gusta muchísimo Fra Angelico, pintor italiano del siglo XV con una manera de mirar las plantas muy bella, muy bella. El Bosco, Patinir, Brueghel el Viejo, Goya, que tenía una manera bastante peculiar de incluir una naturaleza ficticia, porque él la utilizaba para su propio fin, para generar un ambiente, generar un escenario. También Cézanne; me gusta mucho cómo trabaja las masas de árboles.

¿Y algún jardín que te guste especialmente y que se pueda visitar?  

Lur Garden, en Guipúzcoa, en un pequeño valle de Oiartzun; cerca de San Sebastián; es privado, pero abierto al público, es maravilloso; tienes que ir. No te vas a creer la belleza que guarda. ¿Uno público? Te diría el Jardín del Capricho, en Madrid, un jardín ligado a los Duques de Osuna, que supieron crear un entorno paradisiaco. Ese capricho es un imprescindible para mí.

Y luego me iría a cualquier jardín que tenga una relación emocional con su ciudad. Si vas a Valladolid, un Campo Grande. La jardinería que está ligada emocionalmente a una ciudad; da igual que sea Huesca, da igual que sea Soria, Madrid o Barcelona; siempre en cada ciudad hay un corazón verde que late, y eso también lo hace muy especial, aunque quizás luego no tenga la jardinería más maravillosa o más puntera, pero me gusta mucho ver cómo ese corazón verde es tan necesario para la ciudad.

Fíjate que a mí a veces me emociona más un micro-paisaje que un gran paisaje. Evidentemente, un parque nacional de Ordesa y Monteperdido o los Pirineos son lugares apabullantes, o la misma Sierra de Guadarrama, que la tenemos aquí al lado, pero también me fascina cuando, en un pequeño trayecto o en una caminata larga, te concentras simplemente en unas rocas con musgo y una comunidad de helechos. De repente tienes ahí una creación paisajista de primer orden. O los jardines con cosas de comer. Con cítricos, por ejemplo; siempre que puedo me gusta poner un cítrico en el jardín. Y la importancia de los aromas, como el aroma de una persona que te atrae, que te gusta, también despierta en ti muchas emociones. Es lo bonito de un jardín, que está vivo y es interactivo con la persona hasta donde la persona quiera llegar.

Cuando diseño un jardín, yo quiero saber la emocionalidad de la persona que va a disfrutar y cuidar ese jardín, quiero saber cuáles son sus colores favoritos, si tiene alguna vivencia especial con alguna planta, si hay cosas que a él le gusten especialmente, recuerdos de la infancia… Que es lo que me pasa a mí con las calas de mi madre. Que pensemos en las plantas como seres vivos; solemos pensar que son muy distintas a nosotros y, hombre, en parte son muy distintas, porque tienen por ejemplo tiempos de vida muy distintos, pero luego hay muchas necesidades que son comunes, como la dependencia del agua o la necesidad de la luz; si tenemos buena luz, los humanos nos sentimos más energéticos; todo eso que explica el investigador Stefano Mancuso de la inteligencia vegetal.

El mundo de las plantas es mucho más complejo de lo que creemos; como no pueden huir, por ejemplo, necesitan anticiparse y tener una sensibilidad mucho más desarrollada que la nuestra. Son capaces de medir una cantidad de parámetros impensables para nosotros. Como incluso predecir terremotos, algo que se ha estudiado en Japón. Otro botánico y biólogo fascinante es el francés Francis Hallé. Tienes que escucharle en YouTube . Cuenta por ejemplo cómo los cipreses se comunican entre sí ante el avance de un incendio. O, por ejemplo, el caso de una trepadora que es capaz de imitar las hojas de la planta sobre la que crece.

¿Tú has aprendido a adaptar tu ritmo de vida al de las plantas?, ¿o eres un ‘atacao’ y vives con prisas?

Depende de para qué. Hay veces que, cuando estoy en el jardín, se me olvida el tiempo; me ha pasado en innumerables ocasiones y eso es bonito, como si las plantas me transmitieran esa quietud, esa calma. Y luego hay plazos de entrega que es innegable que hay que cumplir, y ahí ya entra la urgencia.

¿Un sueño a cumplir? Vuélvete un poco loco…

Hacer un jardín en medio de la Puerta del Sol. Yo convertiría en un jardín toda la Puerta del Sol y hasta la Gran Vía. Haría que el centro de Madrid se convirtiera en un barrio verde, dejando un carril mínimo para servicios y residentes. Renaturalizaría todos los centros de las ciudades. Una ciudad verde es una ciudad en la que sus ciudadanos viven más felices; no es algo místico, es algo real

Para terminar, elige un árbol que te emocione especialmente en estas fechas otoñales.

El Ginkgo biloba, un árbol muy apreciado en Occidente en los últimos 20/30 años; un árbol que para mí representa lo que tiene la naturaleza de fuerza, de sabiduría, de belleza y de utilidad.

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