‘El abrecartas’: la identidad, el deseo y el desastre
El Teatro Real ha estrenado esta semana ‘El abrecartas’, la ópera póstuma del compositor español Luis de Pablo basada en la novela de mismo título de Vicente Molina Foix. El propio escritor es el encargado de condensar una novela construida a base de todo tipo de documentos en un libreto de una hora y media. Una tarea titánica que infiere al resultado un carácter casi conceptual tan interesante como lo es la partitura.
Luis de Pablo, en una reciente entrevista, calificaba El abrecartas como una obra que rezuma “erotismo”. Y lo es, pero no en toda su extensión. De hecho son esas partes, en las que se incide sobre todo en el asunto de la identidad sexual, las más interesantes tanto musical como dramatúrgicamente hablando. Lo prohibido, lo castrante de un régimen como el franquista que persiguió con ensañamiento cualquier orientación sexual que no estuviera bendecida por una puritana e hipócrita Iglesia católica es uno de los pilares de El abrecartas.
Y todo en una obra con una especie de simetría interna. El prólogo y las seis escenas cuentan en cierta forma la historia de España en la terrible primera mitad del siglo XX a través de personajes reales como Federico García Lorca, Vicente Aleixandre, Miguel Hernández, Eugenio D’Ors y Andrés Acero, más otros de ficción, pero que comparten no solo el mismo mundo opresor y siniestro sino una misma necesidad de ocultar sus sentimientos y pensamientos. Tal vez sean los cuadros más grotescos y humorísticos, como la quinta escena, los menos conseguidos musicalmente en un artefacto teatral muy desigual.
La dirección escénica y el concepto dramatúrgico creado por Xavier Albertí, director artístico del Teatro Nacional de Cataluña, son los grandes activos de este estreno mundial. Una creación artística que no solo está al nivel de la partitura y del texto, sino que en muchas ocasiones les hace coger una altura que tal vez no encontrarían de otra manera.
La propuesta de Albertí es brillante tanto en la forma como en el fondo. Una caja escénica blanca (muy al estilo de algunas de las últimas propuestas de Romeo Castellucci) se convierte en un espacio perfecto para un texto y una música que son en muchas ocasiones más evocadores que descriptivos. Una especie de dimensión mental en la que tanto el tiempo como el espacio resultan relativos. Tanto como la propia memoria que se almacena y archiva.
Unos grandes archivadores móviles son los elementos escenográficos principales que utiliza Albertí no solo para generar diferentes espacios, también para otorgar a la obra gran dinamismo y fluidez, y sirven perfectamente para albergar ese mosaico musical lleno de contrastes y esa escritura orquestal casi camerística, pero dotada de una rica paleta de colores y poder dramatúrgico compuesto por Luis de Pablo.
Son muy reseñables el prólogo y las dos primeras escenas. Prólogo que contiene la metáfora de lo que fue la España de la primera mitad del siglo XX: un ecosistema de lobos y corderos en el que imperaba la ley del más fuerte. Y una primera escena que nos muestra el ambiente de clandestinidad y homoerotismo en el chalet de Velintonia de Vicente Aleixandre. También en este primer capítulo nos trasladamos a Granada, donde asistimos a la representación del auto de Calderón de la Barca La vida es sueño en la ya mítica propuesta del grupo itinerante La Barraca, creado por García Lorca. El propio poeta interpreta el personaje de La Sombra, y sobre el escenario vemos y escuchamos la que sea, tal vez, la parte más luminosa de este Abrecartas lleno de sombras.
El reparto está compuesto por los tenores Airam Hernández (Federico García Lorca), José Manuel Montero (Rafael), Mikeldi Atxalandabaso (Alfonso) y Jorge Rodríguez-Norton (Andrés Acero); los barítonos Borja Quiza (Vicente Aleixandre), José Antonio López (Miguel Hernández) y Vicenç Esteve (Ramiro); las mezzosopranos Ana Ibarra (Salvador / Setefilla) y Laura Vila (Sombra), el contratenor Gabriel Díaz (Comisario) y el bajo David Sánchez (Eugenio D’Ors).
Puedes consultar las fechas de las seis funciones de la ópera aquí.
No hay comentarios