El Amir, el guitarrista árabe y flamenco que sedujo a Hans Zimmer

El guitarrista El Amir John Haddad. Foto: Álvaro Reinhardt.

La pureza tiene que ver con la verdad propia, dice este hijo de padre palestino y madre colombiana. Virtuoso de la guitarra flamenca y el laúd árabe, El Amir John Haddad, ex Radio Tarifa , disfruta de su presente andaluz, tanto como lo hacía con sus padres, escuchando flamenco en Alemania, donde nació y creció. Con él hablamos de esos orígenes, sus elecciones y las expresiones artísticas mestizas a través del tiempo. “Me sueltas en cualquier país árabe y me desenvuelvo”, nos dice El Amir John Haddad (Freiburg, Alemania, 1975), en un diálogo que mantenemos días antes de su concierto en la 11ª edición de las Jornadas de Guitarra Española, esta vez en Molino del Manto, Chinchón. Ahora se va dos meses de gira por Europa con Hans Zimmer y su espectáculo ‘A New Dimension’.

El virtuoso de la guitarra flamenca y el laúd vive en España desde hace casi 30 años, pero en estas “arenas locales”, como él las denomina, no se prodiga en exceso. La carrera del ex Radio Tarifa es fundamentalmente internacional. De ahí que esta ocasión de verlo y oírle rozar las cuerdas y desbordarlas de armónicos, en el tablao de una jaima montada en la alcarria al sur del río Tajuña (en Madrid), resulte tan gozosa.

Hijo de padre palestino (de Nazaret) y madre colombiana, sabe lo que es nacer en un cuerpo que ya es una fusión: “Mi abuelo materno era de Hamburgo (Alemania) y de mi abuela tengo sangre nativa sudamericana, del pueblo chibcha (de cerca de Bogotá). He estado entre Medio Oriente y Colombia toda la vida, y desde los ocho años con mi familia vinimos regularmente a Almería; o sea que tengo raíces físicas de Andalucía”.

También dice haber vivido de cerca todos los cambios que ha sufrido la tierra palestina y de “la tensión que se siente en ese lugar que lleva siglos y siglos de conflicto, y como en cualquier conflicto, nunca se da desde posiciones de igualdad”.

Su apertura “hacia la mezcla”, en una familia muy musical, lo condujeron naturalmente a la osadía frente a la música. El Amir lo cuenta así:

Su padre emigró a Alemania en los años 60 a estudiar, pero no como músico profesional, ¿de dónde viene el vínculo con España y el flamenco?

Mi padre es físico, pero toca el laúd, y en mi casa se escuchaba flamenco. Este ha sido parte de mi lenguaje musical desde niño y, junto con los viajes, han hecho esto que soy. En 1997 vine a España, a Jerez. Al año siguiente me mudé a Madrid, donde pasé 20 años, hasta que sentí que tenía que partir: cuando ya has vivido muchas cosas en un lugar, ese es el momento de seguir. Así, volví a un lugar muy ligado a mis raíces, porque desde pequeño he estado conectado con Andalucía. Me fui a un sitio con sol, mar y montañas (y con aeropuerto internacional), cerca de Málaga. Son ciclos y yo soy de donde voy. Por eso, hoy soy de Macharaviaya, que es lo que piso en este momento.

Si mañana viajo a Vietnam, soy el más vietnamita, para hacerme con la esencia. Me gusta mimetizarme con los lugares desde el momento cero. Es como un juego: imitar las costumbres, los giros lingüísticos. Y la música también la llevo de esa manera, para absorber muchos canales culturales del mundo.

Decía el pensador libanés Amin Maalouf que la identidad se construye hacia delante…

Claro; la identidad que te viene dada del pasado te sirve para saber de dónde sales, pero ese punto de partida es muy relativo, porque cada persona lo desarrolla de diferente manera. He crecido como alemán, y también puedo entender la mentalidad colombiana y su forma de latir. Y aunque hace diez años que no voy a tierra palestina, entiendo todo el swing y la frecuencia que vibra en ese lugar. Siento mucho arraigo en esos sitios, nunca me podría decidir por uno solo: soy de todos lados y de ninguno.

¿Quiénes son tus referentes culturales?

Mis referentes artísticos vienen de la música, bebiendo de distintas fuentes. Crecí escuchando lo añejo, porque a mi padre le gustaba ir a la raíz de los estilos: los laudistas como el iraquí Mounir Bachir, o Fairuz y Oum Kalthoum… la música árabe antigua. En cuanto al flamenco, en casa, en Alemania, escuchábamos desde Ramón Montoya a Manolo Sanlúcar, pasando por Sabicas y los Habichuela.  También escuchábamos mucha contemporánea y clásica. Luego, el vallenato y la cumbia que traía mi madre.

En la época de Radio Tarifa, todavía se discutía a los músicos de fusión del flamenco, del tango u otras expresiones tradicionales. Ahora, los guardianes de la moral de la nación pura vienen a tildar de ‘woke’ cualquier mención a lo no hegemónico en el plano social, ¿cómo lo has vivido?

Yo soy fusión. Para mí es supernatural. Ni me planteo si algo es fusión o no. Ya desde lo culinario, porque en mi casa había desayuno en árabe, se comía en alemán y por la tarde se hacía un bocadillo tipo colombiano. Ahora que mencionas lo de Radio Tarifa, hay una anécdota de la época en que todavía vivía en Freiburg: había una mujer que daba cursillos de danzas flamencas y un día vino el bailaor Joaquín Ruiz a enseñar y ella me presentó diciendo que había un chaval que tocaba muy bien la guitarra y que, si quería, lo acompañaba. Él dijo que sí. Al final de la semana, me pagó y me regaló el disco Rumba argelina de Radio Tarifa.

Con mis padres nos asombramos con esas mezclas de flamenco, cosas del norte de África, de Medio Oriente y castellanas o sudamericanas. Nos gustó mucho. Cuando me mudo a España, tengo la oportunidad de tocar el laúd árabe, en el día internacional de la danza, con Joaquín Ruiz, en el teatro Albéniz. Y entre el público estaban los líderes de Radio Tarifa, me escucharon y al final se acercaron a decirme que su laudista, el argentino Ramiro Amusategui, se iba: ahí mismo me invitaron a formar parte de la banda ¡Fíjate qué conexión más curiosa con lo que había ocurrido cuatro años antes!

Volviendo, la fusión es necesaria. Aunque también estoy a favor de los guardianes de la pureza: hacen un buen trabajo porque su intención es propiciar que algo sólido prevalezca en el tiempo. Son pilares para que se cuide eso que es auténtico. Por otro lado, hay una pureza de sentimientos: Paco de Lucía o Stanley Clarke hablan desde un punto de verdad propia, y eso rompe los esquemas, pero puede encantar a cualquier purista. De allí se aprende que no hay que convertirse en una copia, sino encontrar una voz propia.

Hoy no se cuestiona el mestizaje en la expresión artística, pero sí la vida de la gente, o quién puede o no viajar, dónde se puede vivir y quién puede obtener o no un visado.

Es una pena, porque por un lado se ha proclamado una apertura durante muchas décadas, que en Alemania se llamaba lo multi-kulti. Luego se ha transformado en un concepto hueco, porque cada vez más se da esto de aferrarse cada uno a lo suyo: si la gente se educa en que lo ajeno es un peligro para lo suyo, luego no quieren ni saludar al vecino. Tú creas el entorno, eso está claro.

¿Cómo es su entorno, que parece bastante distante de conceptos como ‘lo woke’?

Estoy alejado de esto, sí, y fluyo. Si me ponen dogmas y barreras delante no fluyo… Hace 25 años que no tengo televisión y no tengo Netflix, no veo series. Comunico en otros códigos con las personas. Tengo 40 o 50 instrumentos en casa, estoy continuamente creando música y grabando. He creado un método de guitarra flamenca online, que se viene lanzando desde hace un año: se llama FGM (Flamenco Guitar Method), en inglés y español, que implica un programa de transformación absoluta para gente de todos los niveles. Con ese contenido puedes cambiar la mentalidad y las técnicas para mejorar con la guitarra flamenca. Está basado en mi experiencia para atacar los puntos clave, que van más allá de saber tocar una melodía u otra. Se trata de acercarse a las bases fundamentales para tocar un instrumento.

¿Puedes decirnos algunos de esos trucos?

El método está basado en cosas que me hubiera gustado saber antes, que pude obtener con cuentagotas de mis maestros, que pude descubrir por mí mismo o analizando la forma de tocar de otros músicos. Algo que conjuga la mentalidad, las emociones y la actitud, incluso lo físico en relación con los instrumentos.

Por ejemplo…

Gente que dice que lleva tres meses practicando el picado y que no le sale. Eso seguramente tiene que ver con la actitud mental y lo que haces es practicar el error. Hay que abordar las posturas de manos, el ataque perfecto… Y no solo decir: “Practica esta escala durante tres semanas”.  Entonces, explico desde qué enfoque, con qué actitud, se aprende.

¿Cuántas sesiones son?

El videocurso tiene un recorrido metodológico. Es como una enciclopedia, con 1.400 vídeos. Arpegios, por ejemplo, hay de todos los colores y para todos los niveles en la plataforma. También hay asistencia para sesiones grupales.

¿En qué momento creativo te encuentras?

Ahora nos vamos dos meses de gira por Europa con Hans Zimmer, con un espectáculo de obras sinfónicas con diversos solistas. Ahí toco diferentes instrumentos de cuerda. Y el año que viene publicaré un disco propio de guitarra, que sigue a Andalucía (2020). A partir de este otoño, publicaremos una canción de flamenco por mes, tocadas de manera tradicional, con una discográfica sueca.

En España hay menos oportunidades de verte tocar.

En Radio Tarifa empecé con 23 años en giras internacionales y, entonces, el 70% de lo que he hecho ha sido internacional. Estos últimos diez años me he dedicado un poco más a las arenas interesantes de España. En cuanto a Las jornadas de la guitarra española, celebradas con el auspicio de Estrella Galicia, eso es estar rodeado de amigos.

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