El amor es creación: empezar de cero y crear algo
Entrevistamos a Naomi Kawase, la directora japonesa adorada en Cannes, que firmó ‘Una pastelería en Tokio’ y ‘Hacia la luz’, entre otras películas que ya han pasado a la historia del cine. Llegó a España, invitada por el Festival MiradasDoc, de Guía de Isora, Tenerife, a presentar la segunda parte de su documental sobre los accidentados juegos olímpicos de Tokyo.
“Dentro de la realidad tiene que haber historias y, al contrario, en la ficción, siempre incluyo algo de documento”, declara la cineasta japonesa Naomi Kawase (Nara, 1969), para explicar que en su cine no hay ni habrá fronteras inexpugnables. Esta realizadora que, en 1997, fue la ganadora más joven de la Cámara de Oro de Cannes –un certamen de élite que en los años siguientes continuó galardonándola– llegó a España, para recibir el homenaje del Festival Internacional de Cine Documental MiradasDoc, en Guía de Isora, Tenerife, que se celebró hace un mes.
Bajo el brazo traía, además, un documento inédito, Tokyo 2020 Olympic, Side B, con la intención de dar a conocer al mundo una segunda parte sin concesiones de lo que había sido el encargo fílmico Official Film of the Olympic Games Tokyo 2020 Side A, sobre los juegos olímpicos postergados y celebrados aún en pandemia, y sin público, en la capital de su país. Sobre el asunto, ella asume que si le piden que ofrezca su “mirada como Naomi Kawase”, ella tiene el derecho de mostrar una visión personal sobre ese acontecimiento al que se oponía buena parte de la población japonesa, por miedo a los contagios.
En el marco de la 16º edición de MiradasDoc, se realizó esta entrevista, que pretendía dar cuenta de su manera de ver la vida, esa que en sus películas parece dotada de una calma tan profundamente poética. En efecto, en los filmes de Kawase, la existencia humana se transmite en unos tempos acompasados con los de la naturaleza, y con una fotografía poderosamente precisa.
Hay escenas y atmósferas que ningún espectador olvidará de Una pastelería en Tokio, Hacia la luz, Viaje a Nara (Vision) e incluso de cintas más antiguas, como Moe No Suzako, o el increíble documental Tarachime, sobre el nacimiento de su hijo, en 2004, con esos emocionantes primerísimos primeros planos del canal de parto coronando la cabeza del bebé. En la vida real, sin embargo, Kawase deja asomar otros rasgos casi dicotómicos respecto a su obra. Detrás de una aparente (y lejana) placidez, se revela una cierta impaciencia que asombra. He aquí el diálogo:
Si tuviera que describir su cine diría que se parece a una gota de agua –atravesada por la luz– que se desliza por una rama y que no termina de caer. O como la lágrima de su hijo en primer plano, que no se puede enjugar con un dedo sobre la pantalla…
Lo que intento es no hacerlo todo perfecto. Quiero dar algún margen para la imaginación de la gente. No me gusta dar respuestas fáciles al público, sino que ellos sientan y piensen, que utilicen su imaginación. Eso es lo que procuro hacer con mis películas.
Hay algo en su cine que quizá provenga de la tradición del budismo zen, que es la aceptación. En su película ‘Hacia la luz’, un fotógrafo asume la ceguera; en ‘Moe No Suzako’, aparecen la soledad y la vejez. ¿Ha pensado en la aceptación como punto de partida para contar historias humanas?
Hacer películas es aprender de la vida. La vejez o el paso del tiempo pueden ser conceptos negativos, pero todos nacemos y morimos. No podemos escaparnos de ese destino… Intenté transmitirlo así en las películas más antiguas, y en esta carrera duradera he persistido en hablar de las cosas que desaparecen, las intangibles, pero que pueden habitar en la memoria. Como la vida humana, que también puede transmitirse a otras personas. Vivimos y legamos nuestros conceptos a otros. De corazón, creo que las cosas pueden ir a mejor si podemos transmitir nuestras ideas a otros.
Su documental sobre el nacimiento de su hijo es elocuente, y muy emocionante. ¿Cómo surgió la idea de hacer una película sobre su propio parto?
Cuando estaba embarazada no podía filmar. Más bien, tuve que parar el ritmo de trabajo. Y como filmar a otras madres cuando están dando a luz es un poco difícil, porque se trata de un momento demasiado íntimo, sí pude hacerlo con mi propia experiencia, cuando nació mi hijo, en 2004.
En ‘El viaje a Nara (Visión)’ proclama el amor como un “lugar tranquilo”, cuando las relaciones amorosas suelen ser una fuente de conflicto. ¿De verdad cree en esa posibilidad?
Por supuesto que hay conflictos en el amor, pero también hay creación. Existe un empezar de cero y crear algo. Las personas de todo el mundo buscan su sentido en el amor. También siento que es posible encontrar paz en el amor.
¿Acaso dibujó el personaje que compone Juliete Binoche en esa película pensando en cómo llegamos los europeos a otros lugares del mundo, preguntando sin apenas presentarnos, como si tuviéramos el derecho a que nos respondan a todo, y en tono imperativo?
(Risas). No hablo de los europeos en general, sino de las diferencias entre la cultura de los franceses y los japoneses. Ella va a la montaña y empieza a convivir con Tomo, el personaje japonés. Viven juntos desde el primer día. Y esta puede parecer una situación algo extrema, fuera de lugar; a lo mejor una parte sí lo es, pero lo que se trata de expresar es cómo se respetan mutuamente a pesar de la diferencia cultural. Y puede que esto sea así porque a ellos dos, juntos, los rodea el bosque, la naturaleza.
¿Existe ‘visión’, la hierba sagrada de los bosques japoneses que supuestamente puede acabar con el malestar del mundo, según ‘El viaje a Nara’?
No… O, quizá, sí.
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