El arte se viste de Amazonía en Madrid durante ARCO 2025

Una obra de Bárbara Santos en su exposición ‘Oro Tapado’, en La Casa Encendida de Madrid.
Cerramos nuestro ‘asombrario’ recorrido en la gran Semana del Arte en Madrid haciéndonos eco de tres exposiciones que convergen en un punto muy verde: la Amazonía. Acompañadnos a La Casa Encendida, el Real Jardín Botánico y el Museo Lázaro Galdiano para trasladarnos a un territorio donde la naturaleza no se siente como medio ambiente o entorno, sino como parte de nosotros mismos para formar la cosmogonía Tierra. Hasta una feria tan ‘occidental’ como ARCO este año ha tenido el arte amazónico como uno de sus ejes a través de 15 galerías y 23 artistas. ‘Wametisé: ideas para un amazofuturismo’ ha sido el título de este programa especial.
Si algo se aprende cuando se llega a una comunidad amazónica es que no se puede entrar sin permiso. Ese mundo (¿o mundos?) en el que nada es solamente lo que vemos no lo componen cabañas o casas abiertas a las que entrar sin permiso, porque tienen dueño y porque, al avistar su interior, se está entrando en la compleja cosmovisión de unos pueblos que durante miles de años tallaron su especial relación con el entorno. Es un sentimiento profundo que se trasluce cuando se escucha al ‘sabedor’, o más bien “sanador del mundo”, Reynel Ortega, que fue jefe de la etnia basarana, asentada a orillas del río Pira-Paraná, en la inescrutable frontera entre Colombia y Brasil.
Reynel, que ha visitado Madrid estos días, desde crío aprendió de su padre el pensamiento y las prácticas para curar los males que acechan a su pueblo y a su mundo. Salió de ese lugar virgen, donde tiene a su cargo la maloca o casa comunal de su ‘resguardo indígena’, y la chacra o parcela que alimenta a su familia, para acompañar a la artista colombiana Bárbara Santos, con la que colabora desde hace un tiempo. Santos nos ha traído desde ese ignoto lugar varias obras que nos sumergen, hasta el 16 marzo, en un río eléctrico que mana de lo más profundo de la selva, pero sin salir de La Casa Encendida de la Fundación Montemadrid. Es la exposición Oro tapado. Tras años de investigación con los barasana y otros pueblos, la muestra es toda una experiencia inmersiva a través de los sonidos y las voces humanas, y no humanas, que habitarían en el subsuelo amazónico. “Es un mundo difícil de comprender desde nuestra mirada occidental, las palabras al traducirlas del barasana no tienen el mismo sentido; aunque nos empeñemos en querer comprender su conocimiento, no es traducible ni asimilable”, nos recuerda la artista. Lo cuenta después de que Reynel se esforzara por hacernos comprender qué es su “Yurapari” y cómo se relaciona su maloca con la tierra, el sol, los habitantes de la floresta y con esos espíritus que tiene tan presentes.
Oro tapado nos enfrenta al reto de conocer sin comprender del todo, de dejar que fluyan códigos que son indescifrables hasta para estudiosos como el antropólogo británico Stephen Hugh Jone, de la Universidad de Cambridge, quien desde los 18 años –y tiene casi 80– interpreta ese saber oculto: “Solo puedo decir que palabras como naturaleza o ecología que tanto usamos para hablar de la Amazonía no tienen traducción a su lengua; para los barasana, ellos son naturaleza y a la vez la selva es su cultura, todo es el mismo sistema”. Hugh es de los pocos que se quedó allí a compartir su vida durante años, hasta ser aceptado tras décadas de explotación y expolio por los caucheros. A su lado, Reynel confirma con sus sencillas palabras lo que explica el académico: “Cuando se tala en la selva, se talan todos nuestros mundos”. Y cuenta cómo durante años de conflicto armado en Colombia y después con la minería, los “resguardos indígenas”, ahora organizados, han logrado preservar el territorio barasana a salvo para que ninguna carretera lleve la destrucción a cuestas.

‘Color Amazonía’, una instalación de la artista colombiana Susana Mejía en el Real Jardín Botánico de Madrid.
Si Bárbara, con sabios como Reynel, nos logra conectar con esa realidad intangible amazónica a través del sonido y del río, su compatriota colombiana Susana Mejía nos la evoca en Color Amazonía con el arcoíris que ocultan esos inmensos bosques tropicales, en este caso en el Pabellón Villanueva del Real Jardín Botánico (RJB-CSIC), Madrid. Mejía, en una investigación que se remonta 20 años atrás, contactó con mujeres de los pueblos huitoto y tikuna, en la frontera con Perú y Brasil, que le mostraron el camino a seguir en su obra. Así nos lo reconoce en una visita a ese espacio de vida prendida con alfileres que ilumina el nublado día en la ciudad: “Este trabajo lo hice en cinco días, en colaboración con Kasia, Tomasita y Katy, que son las que tienen los conocimientos ancestrales para identificar las 11 especies botánicas que hemos utilizado y las que conocen los procesos para el uso de sus pigmentos”, nos cuenta mientras nos zambullimos entre azules, rojos, amarillos y violetas.
Frente a esa imagen de una Amazonía verde, Susana quería reflejar esa búsqueda de los tintes que ofrece la naturaleza y que ella utiliza en otras obras hechas fibras naturales que expone por el mundo, una experiencia que, además, le ha permitido crear herbarios y realizar experimentos teniendo en cuenta el ciclo de vida de las plantas, tal como le enseñaron sus maestras. Es un trabajo que ha expuesto ya en Francia, Estados Unidos, Colombia y ahora llega a España, donde se podrá ver en el Jardín Botánico hasta el 11 de mayo. Y como Bárbara, también nos trae un documento sonoro, además de un vídeo, porque así es más fácil sentir lo que es ese mundo de silencio inexistente.

‘La última cena Shipiba’, obra de Luis Martínez Dávila en la exposición ‘Amazonía contemporánea’, en el Museo Lázaro Galdiano.

Obra de Bárbara Santos dentro de su exposición ‘Oro Tapado’, en La Casa Encendida.
Y en este recorrido por la ciudad vestida del arte de la selva, no puede faltar la referencia a otra gran exposición: Amazonía contemporánea, una muestra a la que ya dedicamos un artículo en ‘El Asombrario’ y que podemos visitar en el Museo Lázaro Galdiano hasta el 6 de abril, todo un recorrido por el arte de los pueblos indígenas peruanos, de la mano de la Colección Holdchild Correa. Son más de 80 obras de 30 artistas de diferentes etnias en las que se han conjugado orígenes y épocas, producción indígena y urbana, narrativas históricas y mitológicas que dan cuenta de los orígenes y sucesos sociopolíticos acontecidos en este territorio, pero también de una actualidad de crisis ambiental que no está exenta de realismo mágico.
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