‘El Castigo’: la película sobre las ‘malas madres’ que ‘salen del armario’
El domingo pasado celebrábamos el Día de la Madre. Este domingo toca el de las ‘malasmadres’, el de las madres infelices que ‘salen del armario’ para expresarse sin tapujos: que la maternidad y la ‘carga’ de los hijos va acompañada de muchas amarguras, desde renuncias al trabajo a anulaciones de lo que es una misma. Por eso hoy celebramos el día de la ‘madre arrepentida (o casi)’ con la protagonista de la película ‘El Castigo’, Antonia Zegers, y con Laura Baena, creadora del Club de Malasmadres y de la asociación Yo no renuncio.
“¿Es que no quieres a tu hijo? ¡Claro que sí! Lo que no quiero es ser su madre”. Un hombre y una mujer conversan en mitad de un bosque de inquietante belleza (Quillín, al sur de Chile), mientras la policía busca al hijo de la pareja, un niño pequeño que acaba de perderse, de esconderse; podría incluso haber sido raptado. Todo ha ocurrido de forma muy rápida, más inesperada para el padre que para la madre atribulada que, en un momento de la charla con su esposo, confiesa la desdicha constante de sus últimos siete años de vida. Siete años. La edad que tiene el pequeño.
Antonia Zegers (Santiago de Chile, 1972) borda el papel de esa madre arrepentida en la película El Castigo, 80 minutos de un solo plano secuencia, rodados por el cineasta chileno Matías Bize –premio a la mejor dirección en el Festival de Málaga 2023– contra viento, marea, pandemia y algún que otro rebrote. El actor Néstor Cantillana, marido de Antonia en la ficción, le da la réplica desde su papel de papá bien visto por una sociedad que no le juzgará mientras siga trayendo el sueldo a casa –ella dejó de trabajar– y llevando al chaval a la cancha todos los domingos. Un hombre casi pusilánime que no tuvo que renunciar a nada por ser padre. Zegers, nominada a la mejor interpretación femenina en los Premios Platino del Cine Iberoamericano de este año, cuenta con una carrera muy solvente como actriz, también bastante curiosa. Ella se formó en Santiago, su ciudad. A los 22 años viajó hasta la Isla de Pascua, donde acabó viviendo un año entero, dando clases de interpretación para sobrevivir, estudiando la lengua pascuense, el rapanui, y aprendiendo a hacer fuego con dos piedras, como sus amigos, nativos de la isla.
También ha protagonizado Caso 63, el podcast más oído de América Latina. “No, no”, me corrige. “Fue la ficción más escuchada del mundo. Se ha grabado incluso en hindi y para la versión inglesa mi papel lo hizo Julianne Moore. Fue un trabajo que surgió justo en pandemia, cuando se retrasó El Castigo, con Néstor Cantillana, también de compañero. Trabajamos en remoto cada noche, cuando bajaban los ruidos de casa y de la calle, gracias a los medios técnicos que nos proporcionaron. El argumento juega con la ¿fantasía? de que el tiempo no es lineal. ¿El futuro? Bueno, para mí es algo que vamos construyendo con las decisiones que tomamos a cada instante”.
Antonia está en Barcelona, precisamente acompañando a uno de sus dos hijos y es casi un alivio verla sonreír por videollamada después de la zozobra que derrocha en pantalla. Tan real es su juego escénico que, viendo la película, es fácil imaginar dos posibilidades: que la actriz pudiera ser sea una de esas “madres arrepentidas” como la que interpreta o que, por el contrario, hubiera preferido saltarse la casilla de la maternidad.
¿Qué impresión le causó el guión escrito por Coral Cruz?
Lo primero que pensé es que podía hacerlo porque quería hacerlo. No solo como actriz, interpretar es mi trabajo, sino que sentía lo que le estaba ocurriendo a esa mujer que vive su desolación en absoluta soledad. El rodaje se suspendió dos veces a causa de la pandemia, en el primer encierro y luego por un rebrote. Cuando por fin arrancamos a rodar en octubre de 2021, apenas tuve que repasar el guión porque las frases me salían de las entrañas. No lo tenía en la cabeza, sino en el cuerpo. Es cierto que la situación de esta madre, que llega a decir “una parte de mí desearía que Lucas (el hijo) no apareciera nunca”, es muy extrema. Pero se tocan muchos asuntos de pareja. Las renuncias que siempre hacemos nosotras, la presión social ante una madre que no rebosa dicha, el hecho de haber tenido al hijo por agradarle a él…
Obligada a ser madre como si fuera el único fin de haberse enamorado…
He conocido parejas en desacuerdo ante la paternidad y que han acabado separándose. Otras donde el esposo respetó la decisión de la mujer y, pasado un tiempo, ella sintió que ya estaba lista. Es un camino personal que ha de recorrer ella. De lo contrario, llega esa pregunta tremenda que también plantea El Castigo: ¿Te hubieras atrevido a quererme solo a mí?, que equivaldría a pensar: ¿desde dónde escojo a mi pareja?, ¿lo hago solo para completar un sueño personal?
Un plano secuencia de 80 minutos. ¿Le ayudó haber hecho tanto teatro?
No es exactamente lo mismo, porque en el teatro, una vez que estrenas, la obra es tuya. En el cine es de otra forma, hay un cámara a tu lado con cuyos movimientos has de coordinar los tuyos. Es una especie de baile, una coreografía que exige muchísimo trabajo, un montón de ensayos de colocación con una especie de velo entre el que actúa y el que filma, y ambos somos responsables del trabajo del otro y del nuestro como si fuéramos un solo cuerpo. Es una tarea muy linda, aunque complicada. Rodamos siete tomas completas y en todas me sentí como los trapecistas que, después de mucha preparación, consiguen disfrutar del vértigo.
“El Castigo plantea muchas más preguntas que respuestas”, comenta la actriz en un momento de la charla. Al segundo, visualizo la escena que presencié en el vestíbulo del cine una vez que se encendieron las luces de la sala. Varias espectadoras, sí, todas ellas mujeres, se paran a comentar el final de una historia que escapó de la pantalla para instalarse en el mundo real y ser debatida incluso con las empleadas, que gozan con la tertulia espontánea.
Ahí nos quedamos de charleta casi hasta que empezó a entrar el público de la siguiente sesión.
¿En serio? No sabes lo que me alegra esto que me cuentas, porque mover opiniones es otra de las intenciones de un trabajo como este. Todo lo que se nombra existe. La realidad se construye a medida que a la vida le añadimos el verbo.
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¿Las madres desgraciadas salen del armario? La socióloga israelí Orna Donath publicó en 2013 un polémico ensayo titulado Madres arrepentidas, donde apunta: “Incluso en las teorizaciones feministas acerca del asunto no hay lugar para la reevaluación y menos aún para el arrepentimiento, que se interpreta como puro egoísmo”.
Hace 10 años que la creativa y publicista Laura Baena creaba el Club de Malasmadres y la asociación Yo no renuncio para luchar básicamente por la conciliación laboral de las mujeres que deciden traer hijos al mundo. Ella, muy valiente, tiene tres niñas. También ha visto la película El Castigo. También le ha entusiasmado el trabajo de Antonia Zegers.
Igual que ahora se habla sin tapujos de la salud mental, ¿es posible que las madres infelices vayan ‘saliendo del armario’?
Más allá de la situación extrema que se vive en la película, la protagonista representa las contradicciones de la maternidad de una manera desgarradora. Me encanta su discurso honesto, es el claro ejemplo de que la M de Madre aplasta la M de Mujer; si dejamos de cuidarnos, de querernos, de mirarnos, dejamos de existir para una sociedad que no permite que seamos más que madres. Se habla de dolor, culpa, tristeza, soledad y miedo, de sentir rechazo, cabreo y angustia, sentimientos que parecen no ser compatibles con el vínculo de la maternidad. ¿Madre arrepentida? ¿Este es el debate? Yo creo que no. ¿Estaría arrepentida si no hubiera tenido que renunciar a su trabajo, si el Estado cuidara a las madres, si su pareja fuera corresponsable y consciente de que no vale con ser padre de ocio los fines de semana? Yo creo que la responsabilidad de que las madres seamos felices es de toda la sociedad.
Cierto es que no se devuelve a un hijo como quien retorna un electrodoméstico que falla. Pero tampoco es justo silenciar el derecho que tiene una mujer a sincerarse, quizás como manera de pedir ayuda.
No tenemos que sentirnos culpables por desear huir, tomarnos una cerveza en soledad o porque hoy mi hija adolescente me caiga mal. Dejemos de dulcificar la maternidad. ¿Es posible querer a todas horas, con la misma intensidad? Yo creo que no. Ya lo dije hace 10 años cuando creé el Club, en palabras de Adriene Rich, «nadie ama todos los días, las madres tampoco». Y tenemos que seguir luchando por un nuevo modelo social de madre, que no se lleve las manos a la cabeza cuando escuche el arrepentimiento de madres como la que vemos en El Castigo.
Comentarios
Por angel coronado, el 14 mayo 2023
Dos citas textuales del texto que comento:
¿Es posible querer a todas horas, con la misma intensidad?
La realidad se construye a medida que a la vida le añadimos el verbo.
Ambas frases, sin parecerlo en un primer momento, dicen lo mismo, exactamente lo mismo, puntual y milimétricamente lo mismo.
Intentando añadir el verbo a ese idéntico sentido se me ocurre decir que la existencia prima sin remedio sobre la esencia