“El colonialismo está más vivo que nunca en el mundo”

Josefa Sánchez Contreras, autora de ‘Despojos racistas: Hacia un ecologismo anticolonial’.

“Los pueblos indígenas estamos vivos y habitamos territorios que siguen atravesando procesos de despojo y de expolio. No podemos decir que el colonialismo ha finalizado. El colonialismo está más vivo que nunca y se sigue renovando y recrudeciendo, en la medida en que la disputa y las guerras por los recursos se incrementan en un escenario de profunda crisis ambiental, energética y climática”. Así nos habla Josefa Sánchez Contreras, autora de ‘Despojos racistas: Hacia un ecologismo anticolonial’.

Solemos hablar del cambio climático, en términos generales, como de un problema causado por la actividad del ser humano. Una afirmación que, en realidad, es profundamente injusta, porque omite un hecho fundamental: no todos somos igualmente responsables. Hubo una parte del mundo que se dedicó a invadir y a despojar a otras zonas de sus recursos naturales, gracias a los cuales, la llamada sociedad occidental pudo alcanzar los más altos niveles de riqueza y prosperidad.

Este proceso colonial fue fundamental para la conformación de un modelo capitalista que encontró en el racismo su mejor argumento para justificar el violento expolio de los territorios colonizados. Tal expolio, además de un lamentable coste humano, generó una elevada huella ambiental, que constituye un claro precedente de la actual crisis climática.  

Tanto es así que podemos establecer claramente una línea de continuidad entre el primer colonialismo del siglo XV y el nuevo colonialismo energético que, amparado precisamente en este marco de la emergencia climática, vuelve a justificar el expolio de aquellos lugares del mundo que albergan muchas de las materias primas imprescindibles para la transición energética. Hechos sobre los que la ensayista, investigadora y activista socioambiental Josefa Sánchez Contreras nos alerta en su nuevo libro, Despojos racistas: Hacia un ecologismo anticolonial (Editorial Anagrama). 

Sánchez cita a Aimé Césaire, político francés e ideólogo del concepto de la negritud, quien afirmó en su día: “Una civilización que se muestra incapaz de resolver los problemas que suscita su funcionamiento es una civilización decadente”. Con ello, la autora de Despojos racistas apunta a una cuestión crucial: ¿Podrán las sociedades industriales poner solución a la crisis climática y energética sin caer de nuevo en el colonialismo?

Ciertamente, no parece que haya motivos para ser optimistas si miramos, por ejemplo, a Estados Unidos. Donald Trump es, de hecho, uno de los mejores ejemplos de esta vigencia de la mentalidad colonial vinculada, además, a la crisis ambiental. Solo desde esta óptica podemos entender la fijación del presidente estadounidense por los recursos naturales de Ucrania y de Groenlandia, especialmente por las ya célebres tierras raras, así como por otros minerales críticos, que resultan imprescindibles para la transición energética y el avance de la inteligencia artificial. 

Para Sánchez, el escenario global muestra peligrosas “derivas ecofascistas”, si bien no considera que pueda tipificarse a Trump de propiamente ecofascista. “En Trump vemos una suerte de mutación muy compleja entre una postura negacionista y fascista, aliada a su vez con el máximo representante de la electrificación”, en referencia a Elon Musk y Tesla, su empresa de vehículos eléctricos.

“Lo que sí tienen claro es que hay una profunda crisis y por eso están persiguiendo los recursos que quedan para sostener un modo de vida imperial. Esa es la promesa que le hacen a la población norteamericana: sostener ese modo de vida que está destruyendo otros territorios”. 

Para Sánchez, Estados Unidos está apostando, por tanto, “por un colonialismo puro y duro que habría que caracterizar también como fascista, pero no como ecofascista, porque no hay una declaración abierta de que estamos en una crisis climática. Sin embargo, hay actitudes que muestran que sí que saben que hay una crisis”.

Por otro lado, la investigadora también nos advierte de que otras propuestas políticas, en apariencia más respetuosas con los derechos humanos, no están libres de cometer los mismos errores. “El Pacto Verde Europeo, en la UE, y el Green New Deal, en Estados Unidos, parecen apuestas más civilizadas en apariencia, pero no están exentas de estas derivas ecofascistas, en la medida en que siguen erigiéndose en lógicas de despojos sobre otros territorios. Y también continúan prometiendo el sostenimiento de modos de vida altamente consumistas frente a un escenario global de escasez y de guerras”. 

Otro punto en común, tanto en Estados Unidos como en la UE, apunta Sánchez, es el “aumento de los discursos de odio contra las poblaciones migrantes”. El racismo recupera así su histórica función legitimadora del despojo colonial de otros territorios, al igual que justifica la precarización de la mano de obra migrante dentro de las sociedades industriales.

Blanquitud y vigencia del colonialismo

Trump y Elon Musk también representan para Sánchez la máxima expresión de lo que diversos estudiosos denominan blanquitud, entendida no como una referencia a un determinado pigmento de la piel, “sino como una relación de poder que va cambiando según el momento histórico”. Esa blanquitud tiene que ver con el grupo humano que históricamente se ha situado en la cúspide de la jerarquía racial asociada al colonialismo, y que determina el derecho de conquista de unos pueblos sobre otros. 

Para Sánchez, esta lógica colonial que legitima el poder de un grupo privilegiado “que puede decidir sobre otras vidas” continúa siendo válido para explicar el funcionamiento del mundo. No hablamos, por tanto, de una etapa histórica ya concluida, por mucho que se quiera dar esta visión interesada desde Occidente. Así ocurre, critica la ensayista, en los museos de las sociedades industriales que albergan objetos provenientes de las antiguas colonias. 

“Cuando una entra a un museo en el que hay piezas arqueológicas que vienen de América Latina, nos encontramos con una historia de expolio y de despojo”, asegura la autora. Este incómodo relato a menudo se pretende ocultar a través de diferentes mecanismos: “Estas obras están constantemente escindidas de los territorios de los que han sido expoliados. Escisión que es deliberada, en tanto que permite hacer una representación de culturas que parecen muertas y petrificadas en el tiempo”. 

Pero nada más lejos de la realidad, sostiene Sánchez, que como perteneciente al pueblo angpøn de Chimalapas, en el sureste mexicano, recuerda que los pueblos indígenas siguen existiendo y continúan siendo víctimas de los mismos saqueos. 

“Los descendientes de los que elaboraron esas piezas somos los pueblos indígenas contemporáneos que, además de estar vivos, habitamos territorios que siguen atravesando procesos de despojo y de expolio. Por tanto, no podemos decir que el colonialismo ha finalizado. El colonialismo está más vivo que nunca y se sigue renovando y recrudeciendo, en la medida en que la disputa y las guerras por los recursos se incrementan en un escenario de profunda crisis ambiental, energética y climática”.

Unión del ecologismo del Norte y las luchas indígenas del Sur

El colonialismo está naturalmente inserto, según este análisis de Sánchez, en las lógicas del capitalismo global, que solo podrán ser cuestionadas desde la construcción de alternativas igualmente de alcance global. Dichas alternativas pasan por tender puentes entre los pueblos indígenas defensores de los territorios amenazados por este colonialismo energético, por un lado, y los movimientos ecologistas del norte global, por otro lado. 

“Esta es una interpelación a que los movimientos ecologistas del norte asuman posturas abiertamente antirracistas encaminadas a impugnar el colonialismo”. Únicamente desde esta postura será factible, sostiene Sánchez, la articulación de un ecologismo radicalmente anticolonial y capaz de entender y reivindicar una verdadera justicia ambiental.

Justicia ambiental que debe ser entendida como erradicación tanto del colonialismo que ha marcado las relaciones históricas entre el Norte y el Sur global; como del racismo que opera también dentro de las propias naciones en todo el mundo, y que igualmente funciona como una especie de colonialismo interior que establece el privilegio de una parte de la población sobre el resto de sus compatriotas.  

Búmeran colonial y memoria democrática

¿Y cuál sería el papel de España en el marco de esta propuesta de conexión entre los ecologistas del Norte y los defensores de los territorios del Sur? Ciertamente, España ocupa un papel ambivalente, considera Sánchez, que sostiene que nuestro país ha sido, al mismo tiempo, colonizador y colonia. De hecho, fuimos los que dimos nombre al proceso colonial a través de la figura de Colón. Pero, al mismo tiempo, España ha sufrido una especie de proceso de colonización interior relacionado en este caso no con el racismo, sino con el fascismo de la época franquista.

La autora de Despojos racistas recuerda, en este sentido, las palabras del pensador Frantz Fanon, quien se preguntó: “¿Qué es el fascismo sino el colonialismo en el seno de países tradicionalmente colonialistas?”. Como se explica en el libro, las lógicas coloniales se definen por ser centralistas, desiguales y basadas en el despojo. Rasgos que comparte claramente con las lógicas fascistas del siglo XX… y con la nueva ultraderecha de este siglo XXI. 

De esto últimos nos advierte Sánchez en Despojos racistas, cuando escribe: “Son esas lógicas coloniales desplegadas durante años en territorios del Sur global las que hoy amenazan las periferias y el corazón de la vieja Europa, y se revelan como programas ecofascistas en la medida en que las crisis ambientales se incrementan”. 

Si queremos evitar este “búmeran colonial”, no hay mejor vacuna que la memoria democrática. “Es la única manera de que se haga la lectura de que el fascismo que se ha vivido aquí es un efecto de este colonialismo histórico”, argumenta la autora. Se trata de que entendamos, como sociedad, ese hilo conductor que conecta todas las formas de violencia que legitiman el dominio de unos (países, clases sociales, grupos étnicos, etc.) sobre otros.

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