El consumo de carne agrava el calentamiento global
La periodista polaca Marta Zaraska elabora en su libro Enganchados a la carne una verdadera historia del consumo de carne y sus implicaciones sociales, políticas y medioambientales. Un ensayo documentado y riguroso que, de puro apasionante, se lee como una novela.
El verano ha pasado su ecuador pero el mundo sigue en llamas, y no solo por el cambio climático. El trágico incendio de Gran Canaria, el fuego que se come el Amazonas con la complicidad criminal de Bolsonaro. Si alguien me hubiera dicho hace algunos años que el mundo iba a estar gobernado por gente así le habría tomado por loco. Pero el loco era yo.
Sobre lo que ocurre en el Amazonas, aunque no sea la única causa, todo apunta a que detrás de muchos de estos incendios intencionados se ocultan los intereses de los terratenientes brasileños y también de los ganaderos. Estos días alguien recordó en Facebook una entrevista en El País con el economista Jeremy Rifkin, quien a cuenta del Amazonas decía ya entonces que estamos destruyendo el pulmón del mundo para alimentar vacas.
Han pasado once años y lejos de disminuir la pasión por la carne a nivel mundial crece cada año, sobre todo por el incremento de la demanda de Asia, especialmente de China, y de un país tradicionalmente vegetariano por motivos religiosos como India. Las nuevas élites directivas indias han visto en la carne un signo de distinción. Todo esto lo cuenta con detalle la periodista polaca Marta Zaraska en un libro imprescindible para entender nuestra “adicción” a la carne, Enganchados a la carne (Plaza y Valdés). Escrito con un estilo ágil, ameno y divulgativo, bien documentado y riguroso, Zaraska aborda una verdadera historia del consumo de la carne y de sus implicaciones para tratar de desvelar por qué estamos unidos a ella desde el origen de los tiempos.
“Este amor por las proteínas animales no solo está empeorando nuestra salud, sino que también daña el planeta. Los medios de comunicación no dejan de informar sobre el tema: cada hamburguesa contribuye tanto al calentamiento global como conducir un coche norteamericano durante 500 kilómetros. La producción de una caloría de una de las proteínas animales libera once veces más dióxido de carbono que la producción de una caloría de las plantas. El consumo de carne es responsable de hasta el 22 % de todos los gases de efecto invernadero. […]. Pero hay una cosa que, en teoría, es muy fácil de hacer –mucho más fácil que, por ejemplo, inventar automóviles impulsados por energía solar– y que reduciría en gran medida las emisiones de carbono, frenaría el calentamiento global y mejoraría nuestras posibilidades de supervivencia. Esta cosa es volverse vegetariano. Y aún así no queremos renunciar a la carne, ni siquiera a riesgo de perder Nueva York” (y esto sin tener en cuenta el sufrimiento inútil de miles de millones de animales, añado yo). ¿Por qué?, se pregunta Zaraska. Eso es lo que trata de responder este libro intenso y adictivo él mismo, tanto que se lee como una novela.
Para responder a esta cuestión, la autora polaca afincada en Francia, se remonta al origen de los tiempos. A partir de entrevistas con científicos y lecturas, cuenta, por ejemplo, que la carne tuvo un papel importante en el desarrollo de los humanos, pero no tanto como se cree usualmente puesto que al principio nuestros antepasados se limitaban a robar la carroña a otros depredadores. La caza y por lo tanto la carne condicionó después la estructura cultural, social y política de los humanos que, con variantes, ha llegado hasta nuestros días. «A nosotros los humanos nos gusta el poder, y eso es precisamente lo que la carne representa. Porque es tan peligrosa de matar, difícil de obtener y cara, la carne animal ha venido a representar el poder sobre las mujeres, sobre los pobres, sobre la naturaleza y sobre otras naciones”, escribe. Cuando los reyes hacían fiestas en la Edad Media el menú se basaba en una gran cantidad y variedad de carne, de todo tipo, como un signo de distinción. Cualquiera, o casi cualquier, podía comer una zanahoria. Aparte de por el sabor y el glutamato monosódico, «la carne nos mantiene enganchados porque durante generaciones la hemos asociado al poder, a la riqueza y el sexo».
La cultura, la salud, los símbolos y las creencias asociadas a la carne han penetrado tanto en nuestra sociedad que es difícil desterrarla de nuestro plato. Incluso hay personas más proclives que otras a comer carne. Zaraska no alude a una única razón para explicar nuestra “adicción”, sino a un conjunto de ellas. Sin excluir el poderoso conglomerado económico que se mueve en torno a su producción y consumo (la industria cárnica es una de las cuatro más potentes de Estados Unidos, también en España si no me bailan las cifras). Un entramado que utiliza todos los medios a su alcance para que no dejemos de comer hamburguesas. «Vender carne mediante publicidad va ligado a unas normas prácticas muy básicas. No enseñar animales es una de las principales «.
Una de las virtudes de este libro, que para mí ha sido una revelación, es la sinceridad desde la que está escrito. También la ausencia de cualquier tipo de moralina. Al final será cada lector quien decida qué hacer. Zaraska, vegetariana desde hace años, nos avisa desde el prólogo que ella misma come a veces algo de pescado cuando sale con sus amigos en el pequeño pueblo de Francia donde reside. Y que no deja de mirar de reojo y con deseo –y también con sentimiento de culpa– las salchichas que alguno de sus amigos ha abandonado en el plato. En uno de los capítulos más interesantes del libro explica por qué el vegetarianismo fracasó (en parte, al margen de los motivos ya señalados sobre nuestra adicción a la carne) en el pasado. Básicamente porque muchos de ellos eran vistos como excéntricos, cuando no locos. En la actualidad, el movimiento vegetariano/vegano ha cobrado fuerza sobre todo en los países occidentales (en Asia acaban de aterrizar en el mundo de la carne y quieren disfrutar de ello, como de los coches y la contaminación). Como yo lo veo, y en eso coincido con Zaraska, una de las barreras para su expansión son el puritanismo y el fundamentalismo (que nada tiene que ver con el radicalismo, ir a la raíz de las cosas, intentando explicarlas con coherencia) de algunos sectores, que, aunque con razón en sus argumentos, inciden más en juzgar a los carnívoros que en convencerlos.
Enganchados a la carne es un libro apto y necesario para lectores de todo tipo, carnívoros o veganos. Los primeros tal vez dejarán de comer carne, y eso sería lo deseable, o al menos sabrán por qué lo hacen o no pueden dejar de hacerlo. A los veganos y a los convencidos les aportará aún más argumentos para explicar una costumbre que cada año implica la muerte de billones de animales, y no solo, aunque también, por el placer que algunos sienten al comérselos.
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