El día en que San Sebastián se hizo afroamericana
Arranca el Festival Internacional de Cine de San Sebastián con un hecho histórico. Denzel Washington se convierte en el primer actor afroamericano en recibir un premio Donostia a toda su carrera. La película ‘The Equalizer’, protagonizada por el actor estadounidense, ha abierto la 62 edición del Zinemaldia.
El actor Denzel Washington inauguró ayer la 62 edición del Festival de San Sebastián con el estreno en Europa de su película The Equalizer (El protector), dirigida por Antoine Fuqua. El actor estadounidense llegó a la capital guipuzcoana a las 14.15, donde ya le esperaba público en la escalinata del hotel María Cristina. Y desde luego se encontró con una Donostia tremendamente tropical, bochornosa y húmeda en esta recta final de septiembre. Así que Denzel, que unas horas más tarde haría historia en este festival al convertirse en el primer actor afroamericano en conseguir el premio Donostia, fue recibido por ese verano atrasado que ha marcado el arranque de este certamen.
The Equalizer, aunque fuera de concurso, es una de las 21 películas que se proyectarán en la sección oficial. De hecho, sólo 17 de ellas optan este año a la Concha de Oro –cuatro más que en la edición de 2013-. Y hablando de números. Ayer el festival hizo públicas unas cifras alucinantes de venta de entradas: más de 80.000, y esto no ha hecho más que empezar. Este festival, pese al tornado que sufren la cultura y el cine en la España de «en la buena dirección», sigue demostrando el compromiso de una ciudad con su cita anual del séptimo arte. Para muestra un botón: el pase matinal de la película que inauguraría esa misma noche el 62 Zinemaldia logró abarrotar la sala en la que se proyectaba, pese a ser las once de la mañana de un viernes laborable y tratarse del Kursaal 1, el recinto con más aforo (1.806 butacas) de la muestra.
Arranca pues una edición para la historia y esto fue lo que vimos en esta primera jornada.
‘P’tit Quinquin’. Bruno Dumont. Francia. Zabaltegi.
Una veintena de personas aguarda en fila india. Son los héroes de este festival que ha decidido arrancar a las nueve de la mañana en el Teatro Principal con una proyección de más de tres horas. El sadismo de algunos programadores es asunto para una tesis. Se trata de un filme francés que a los que asisten a la proyección les impide por su metraje asistir a una de las dos (supuestas) golosinas del día, el filme protagonizado por Denzel Washington (The Equalizer. El protector, Antoine Fuqua). La otra es lo nuevo de Alberto Rodríguez (La isla mínima).
¿Será suficiente un cruasán y café con leche para soportar los 200 minutos de metraje después de un larguísimo día de viaje que empezó a las cinco de la mañana el día anterior y finalizó a la una de la madrugada? ¿Quién sería capaz de descuartizar el cuerpo de una mujer y meterlo por el culo de una vaca? ¿Desvelará el enigma de este y otros atroces asesinatos La Niebla, el extravagante y en apariencia incompetente comisario Van der Weyden? Las puertas del 62 Zinemaldia se abren puntualmente en el Teatro Principal a las nueve menos diez.
La película iba a ser una miniserie; al final los cuatro capítulos se han empalmado y este es el resultado. P’tit Quinquin empieza hilarante y acaba siendo terrible. Como si el director de Flanders (2006) hubiera querido llevarte a un terreno donde estuvieras despojado de defensas para clavártela. Sucesos surrealistas, absurdos y desconcertantes se yuxtaponen durante las dos primeras horas de metraje. A partir de la tercera las risas se van congelando. Dicho esto, los 200 minutos son siempre excesivos, claro; duermen las piernas y obligan a posturas imposibles. Y una historia como esta tampoco los necesita.
‘The Equalizer’. Antoine Fuqua. EE UU. Sección oficial fuera de concurso.
Un metraje de 132 minutos en una película de este tipo ofrece espacio de sobra para giros copernicanos. Durante casi la primera hora de The Equalizer, parece que estamos ante una de esas historias de hombres buenos (en el estricto sentido del término bueno), al estilo de Grand Canyon de Lawrence Kasdan, o ante un personaje con el mismo alma pura, insobornable e inquebrantable de la de aquel arquitecto llamado Howard Roark en El Manantial, de King Vidor. Pero no. Justo cuando el espectador piensa que la cosa va a estar entre la bondad edulcorada y el manual de autoayuda, los acontecimientos dan un vuelco total para convertir la cinta en una montaña rusa (nunca mejor dicho). Tanto que el público (siempre muy expresivo en este festival) rompió a aplaudir al final de la secuencia en la que Denzel Washington deja claro que a partir de ese momento mejor sujetarse porque vienen curvas. Curvas bastante previsibles, pero curvas al fin. ¿Y a quién no le divierte una buena curva?
Sí. The Equalizer es un blockbuster de palomitas y está basada en una serie de televisión del mismo nombre que se emitió entre 1985 y 1989, creada por Richard Lindheim y Michael Sloan y protagonizada por el actor británico Edward Woodward. Si cogemos retazos de personajes como MacGyver, James Bond, el coronel Hanibal Smith del El equipo A, Jason Bourne y algún que otro superhéroe, el resultado se acercará mucho a un hombre llamado Robert McCall (personaje que interpreta Washington). El rey del mambo o el jefe de la pista, para entendernos. Pero atención al mensaje último de la película: cuando la corrupción, la maldad y el sistema están demasiado podridos, necesitamos héroes fuertes que sepan tomarse la justicia por su mano. ¿Conflicto ético? Ninguno. Nadie, ni la historia le juzgará: en este caso, el fin justifica los medios. De puro radical, es bien divertido.
‘La isla mínima’. Alberto Rodríguez. España. Sección oficial.
El mayor activo con el que cuenta la sexta película del sevillano Alberto Rodríguez es que logra narrar una historia tremenda, terrible y tensa de una forma bella y, a veces, preciosista. La dirección artística, el vestuario y la fotografía (impresionante el retrato de las marismas del Guadalquivir) están a la altura tanto del guión como de las interpretaciones de Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, el dúo protagonista.
Cuando uno se adentra, enfrenta y finalmente abandona una película como La isla mínima no puede evitar pensar en ciertos nombres de la literatura que se han acercado al género negro casi con un escalpelo en la mano dispuestos a hacerle una prolija, profunda y bella autopsia a aquella historia que se traían entre manos. Con la nueva película de Alberto Rodríguez (Siete Vírgenes, After, Grupo 7), esa sensación salta de inmediato y con la agresividad de un tigre. En principio podría parecer la típica historia de asesinatos, polis y persecución de los culpables para que se haga justicia; pero no, en La isla mínima, protagonizada por Raúl Arévalo y Javier Gutiérrez, hay mucho más. Todo está cuidado al milímetro para conseguir el efecto deseado: mantener la tensión inherente al thriller, pero rodeándola de una extraña, inquietante y atractiva belleza. El obsesivo vacío de los grandes espacios de las marismas del Guadalquivir, los encuadres elegidos con sagacidad y atrevimiento, una trabajada dirección de arte y un vestuario inteligente ofrecen a los actores el mejor ecosistema para transformarse en esa metafórica pareja de policías que investiga un brutal crimen encerrada en la potencia visual de unas imágenes y paisajes traídos de la España de 1980.
La isla mínima no es ni más ni menos que una película de género: dos policías que investigan unos asesinatos y persiguen pistas que puedan llevarlos a los presuntos culpables. La apuesta está en que esos dos personajes han de convertirse en la metáfora de todo un país en una época determinada: algo bien complicado.
El runrún de la calle en San Sebastián dice que es firme candidata a llevarse alguno de los premios de esta edición. Méritos tiene. Pero rivales duros, también.
CRÓNICAS POSTERIORES
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Comentarios
Por Francisco, el 20 septiembre 2014
¡Luis, qué bueno leerte de nuevo, desde ese magnífico Festival!
Un abrazo
Por luis roca, el 21 septiembre 2014
¡Eso es un amigo, Pancho! ¡Muchas gracias!