El error
Estaba concluyendo la semana cuando recibí, en el correo del programa que dirijo y presento en Radio Nacional de España, un mail de un oyente informándome de la situación que sufrió hacía apenas unos días. El oyente es vecino de la localidad de San Sebastián de los Reyes, en Madrid, y allí el Ayuntamiento dispone de un servicio wifi gratuito para conectarse a Internet. No pierdan de vista este dato para poder cerrar el círculo de esta historia.
Si uno escucha Wisteria Lane –ese es el nombre del programa- inmediatamente reconoce que, si bien se trata de un magazine social y cultural nada excluyente, hacemos especial hincapié en contenidos relacionados con la libertad sexual, con el derecho (humano) de poder vivir nuestra orientación sexual e identidad de género en perfecta armonía. Todas las semanas, entre secciones que circulan por la opinión, el humor, el cine o la música, hay una especialmente activista vinculada a la FELGTB –Federación Estatal de Lesbianas, Gais, Transexuales y Bisexuales- y en la que se suelen tratar temas como la lgtbfobia, el acoso escolar, las familias homoparentales y la lucha contra el VIH, entre otros muchos asuntos.
Cuando el oyente del que hablaba al comienzo de esta columna intentó consultar la página de la Federación, a través del servicio Sanse Ciudad Wifi, comprobó que el acceso a ese contenido estaba bloqueado. No solo la página de la FELGTB; la de COGAM (Colectivo de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales de Madrid) también. De hecho, cualquier organización que incluya en su nombre las palabras ‘gay’, ‘lesbiana’, ‘transexual’ o ‘bisexual’ tiene denegado el acceso a sus contenidos desde esa red pública de conexión a Internet.
El vecino de la población se puso en contacto con el servicio de atención al ciudadano del Ayuntamiento para informarles de esa anomalía. La respuesta fue la siguiente:
“Estimado ciudadano:
El Ayuntamiento pone a disposición de los ciudadanos una red inalámbrica gratuita, sin restricciones de edad para su acceso ya que los menores de edad pueden registrarse como usuarios con la autorización de sus padres o representantes legales. En las condiciones generales de uso de la red Wifi Sanse –disponibles en la web municipal desde que se puso en marcha este servicio- se hace constar que se incorpora un filtrado de contenidos para no permitir el acceso a información considerada para adultos.”
Precisamente esa última frase es la que me preocupa. No porque esté en contra de que los menores precisen de una autorización paterna para entrar en Internet. Habría perdido la cabeza si creyese lo contrario. Es lógico, y una cuestión de responsabilidad, que los padres decidan a qué tipo de contenidos pueden (o deben) acceder sus hijos. Pero no solo en Internet, también en la televisión, la publicidad, el cine o los videojuegos. Supongo que a eso es a lo que llamamos educar. Lo que me alarma es que páginas que defienden principios de igualdad, que tratan temas relacionados con la diversidad y la convivencia, sean consideradas “para adultos” por un organismo público.
Eso me lleva a pensar que a esa valoración solo hay dos respuestas posibles: o la lgtbfobia o la estupidez. No sé cual de las dos me preocuparía más. Porque si desde un Ayuntamiento, con la responsabilidad que adquiere la institución en materia de derechos civiles y su necesaria implicación en la convivencia de todos sus vecinos, se asocia la palabra ‘gay’ a contenidos exclusivamente pornográficos es que esa corporación tiene unos principios más antiguos que el hilo negro y más distorsionados que un zapato de Lady Gaga.
Puedo entender la complejidad que supone intentar proteger a los menores de contenidos inapropiados en la era de Internet pero no puedo aceptar como positivo el bloqueo a organizaciones y asociaciones relacionadas con la defensa de los derechos humanos y en contra de la discriminación por orientación sexual simplemente porque incluyen una palabra que los gestores de nuestras libertades interpretan como peligrosa. Ese es el error. Que la palabra ‘gay’ o ‘lesbiana’ siga apartada de la educación en valores de un menor; que pensar que la homosexualidad, o la identidad de género, es un rasgo sexual que se adquiere con la mayoría de edad.
Me llama la atención, sin embargo, la facilidad con la que esos mismos menores, una vez obtenida la autorización paterna para acceder a esa conexión gratuita, pueden entrar en las webs de los partidos políticos, por ejemplo. Esa información no está obstaculizada cuando, a mi humilde entender, la ideología sí es un rasgo relacionado con la madurez y la edad adulta. De hecho, solo se puede hacer uso democrático de esa ideología al cumplir la mayoría de edad, no así de su sexualidad que, como todo el mundo sabe, comienza a manifestarse a edad muy temprana. Los últimos datos señalaban que la primera relación sexual de los españoles había bajado de los 17 a los 15 años. Si cualquier Ayuntamiento cree que ese dato no es suficiente como para que un chico o chica pueda acceder a una web en la que se informe y recomiende el uso del preservativo, por ejemplo, está cometiendo una dejación de responsabilidad algo alarmante.
No quiero que en esta columna se filtre el temor a esa falsa defensa del menor que ha llevado a Rusia a proclamar una ley que castiga lo que ellos llaman “propaganda gay”. No quiero que la desconfianza a lo rápido que se ha prendido esa mecha en los sectores europeos más conservadores pueda afectar a mis razonamientos. Ni siquiera pretendo decirle al Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes que me parecen infinitamente más alarmantes las manifestaciones de extrema derecha que tienen lugar en la localidad, con pegadas de carteles en zonas infantiles, ensalzando la figura de Hitler. Pero sí me gustaría que aquellos que se creen cualificados para gobernar a toda una comunidad, no solo a sus votantes, aprendiesen a gestionar el voto de confianza sin mermar los derechos y libertades de los ciudadanos. Y, sobre todo, que asumiesen de una vez su contribución al aprendizaje de unos seres humanos comprometidos con el otro, respetuosos con el diferente y libres para la convivencia.
Solo un dato más. Desde el servicio Sanse Ciudad Wifi no se ha permitido entrar en la página de la FELGTB desde la que, hasta el 15 de enero, se podía enlazar con el programa Versión Española, de La 2, y ver el cortometraje Dicen, dirigido por Alauda Ruiz, sobre el acoso escolar. Un contenido que, según el Ayuntamiento de San Sebastián de los Reyes, es para adultos.
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