El inquietante manicomio de los pájaros de Roger Ballen
Él puede sentirlas como «pesadillas liberadoras». La mayoría verá estas imágenes, turbadoras escenografías tomadas en una casa de un suburbio de Johannesburgo, como profundamente inquietantes. Su autor, Roger Ballen, neoyorkino afincado en Sudáfrica, nos cuenta qué hay detrás de ellas. Se exponen en Madrid, en La Fábrica, hasta final de mes.
Resulta complicado no dejar asomar los prejuicios cuando uno se enfrenta por primera vez cara a cara con un artista. Es prácticamente imposible no sacar conclusiones de su forma de vestir, de mirar, de lo ronco de su voz, de cómo sus manos gigantes se comportan ante una porción de tarta de zanahoria. Después de pasear entre las turbadoras y escalofriantes imágenes de su obra Asylum of the birds en la sala de exposiciones de La Fábrica, verlo aparecer por la calle, a lo lejos, se convierte en toda una invitación a la curiosidad. Alto, desgarbado, con una cara marcada por el tiempo, se sienta con lentitud y fija su mirada verde esperando a que perturben su aparente serenidad con la primera pregunta.
El currículo de Roger Ballen impresiona. Nacido en Nueva York en 1950, se licenció en Psicología en la universidad de Berkeley y más tarde completó su formación con un doctorado en Geología, concretamente en la rama de Economía de Minerales. Su amor por la fotografía le viene desde niño. Cuando tenía 13 años, su madre fue contratada por la Agencia Magnum como editora gráfica, así que vivió rodeado y con acceso directo a los portfolios de algunos de los mejores fotógrafos del mundo. Sus estudios de Geología le llevaron hasta Sudáfrica, donde vive desde hace casi tres décadas y donde se ha desarrollado como fotógrafo. «Me gusta la naturaleza, Nueva York está muy bien para ir de vacaciones, pero no para vivir», asegura el artista.
Durante una década, Ballen ha estado trabajando en una casa situada en los suburbios de Johannesburgo, de la que guarda celosamente el secreto de su ubicación. Ese lugar ha sido el gran teatro del mundo en el que ha realizado Asylum of the birds. ¿Son inventados sus personajes o en realidad deberíamos situarlo en el terreno cercano al documental? Lo cierto es que el resultado no deja indiferente y navega entre lo onírico y la locura.
Asylum of the birds trata sobre dualidades. Lo blanco, lo negro, lo vivo, lo muerto… Hasta la palabra del título, Asylum, puede ser entendida de dos formas: como un retiro o asilo y, al mismo tiempo, como una institución mental. ¿Cuánto hay de positivo y de negativo en este trabajo para alguien que estudió Psicología?
No pienso nunca en positivo o negativo. No diferencio entre la oscuridad y la luz. No diferencio la tristeza de la felicidad. Todo es parte de una misma cosa. Y las palabras pierden su significado cuando las piensas profundamente. A veces te sientes contento, pero al mismo tiempo estás triste. En ocasiones ves oscuridad, pero en la oscuridad ves también las estrellas. No creo que mi exposición trate sobre extremos. El mundo es mucho más complejo.
Entonces, en esa casa en la que ocurren las cosas… ¿es un lugar en el que premeditadamente nada es negro ni blanco ni gris, sino que todo es todo?
La casa es simplemente la casa. Para un artista, cualquier creación o todo lo que observa es realmente una transformación producto del cerebro. En mi creación siempre hay dos vertientes: una realidad objetiva que realmente no existe y, por otro lado, sujetos de la realidad de los que me sirvo para experimentar. Con esos dos elementos creo una nueva realidad que es capaz de tocar las emociones de otra persona. Así que cuando hablas de la casa, estás hablando de EL lugar en el que Ballen crea. Si cualquier otra persona hubiera estado en esa casa con una cámara, jamás habría hecho el mismo trabajo que yo.
En las fotografías y en el vídeo de presentación del trabajo parece haber mucho de teatralidad. ¿Cuánto deja a la improvisación?, ¿cuánto hay de onírico en la composición de las imágenes?. ¿O está todo milimétricamente estudiado previamente?
No preparo nada. La fotografía para mí es un arte instintivo. Es un arte vertiginoso. La diferencia entre un sí o un no es tan rápida como la trayectoria que recorre una bala. Así que no tiene ningún sentido preparar nada. Yo no puedo prevenir u organizar previamente cómo vas a parpadear… Cuando disparo la foto, no sé si tus ojos estarán hacia arriba o hacia abajo. Todo se trata de una búsqueda y a la vez de concentración.
Aun a riesgo de reventar en cierto modo ‘Asylum of birds’, ¿la casa es real? ¿Cómo la encontró? ¿O estamos hablando de una metáfora artística de todo el proyecto?
Cada fotografía es una metáfora artística de todo el proyecto. Y la casa es un lugar físico en el que he trabajado desde hace una década. Pero es la casa la que cambia mi estética. Es decir, es la casa de Roger Ballen. La casa es un espejo de mi propia forma de ver. Cualquier otro que hubiera pasado allí diez años, no la vería igual que yo… Pero al mismo tiempo la casa existe. Así que se trata de una mezcla entre una realidad física y la transformación que yo, como artista, hago de ese lugar. En eso consiste la fotografía.
La fotografía no es como la pintura. No puedo cerrar mis ojos y dibujar un sueño, por ejemplo. La fotografía es física. Es la relación entre la luz y la cámara. Y lo que hago es utilizar esos elementos y el entorno para poder transformarlos en mi cabeza.
¿Cuánto hay de sus pesadillas en estas fotografías?
No tengo pesadillas. Las pesadillas son luz. Las pesadillas son positivas para mí. La mayor parte de la gente vive en una realidad represiva y en las pesadillas esa realidad desaparece. ¿Cómo no van a ser liberadoras?
Usted apuesta por el formato cuadrado. Estoy seguro de que es un enamorado del medio formato. ¿Qué le parece Instagram? Resulta curioso que el gran fenómeno mundial de la fotografía se haya popularizado en un formato que, en principio, parece ser de los más difíciles de manejar.
Eso no es fotografía. Sólo es un lugar en el que la gente trata de salir lo más cool posible y eso es la nada. No odio Instagram, simplemente no me importa lo más mínimo. El problema es que genera demasiado ruido para el público. Hay tanta información en la red que probablemente el consumidor de arte pueda verse confundido por tanto estímulo.
Su trabajo mezcla muchas facetas artísticas, la pintura, el grafiti, la escultura, collage… Y parece que todo huye premeditadamente de lo digital para conseguir esa teatralidad tan marcada…
Todas las fotografías que hago las hago con la misma cámara desde hace 32 años. Una Rolleiflex 9 x 9. Y las hago con ella porque es la única herramienta de expresión artística que me sirve. Pero a mí no me importa si hay contenido digital o no en un trabajo. No es lo importante. Lo que importa es la imagen en sí. Yo digitalizo el negativo. Eso es todo. Pero de verdad que no me importa nada el proceso, sino la imagen. Que la imagen tenga un fuerte efecto en mí. El resto me da igual.
Sin embargo, cada vez se emplean más las herramientas digitales como si fueran un elemento más como la luz…
Yo no pongo ni quito nada con un ordenador. Me da igual que otros artistas lo hagan, de veras, pero normalmente el resultado no suele ser muy positivo. Esas fotografías suelen parecer muy poco auténticas. Es mi opinión. Pero tal vez eso sea lo que la gente quiere.
Siendo joven, realizó un viaje de cinco años huyendo de Estados Unidos, descontento con el modo de vida occidental. ¿Qué descubrió en ese viaje?
¡Un montón de cosas! El Himalaya, las Montañas de la Luna, el río Nilo, el Planeta, la Humanidad. Un aluvión de sensaciones que me transformaron. Especialmente cuando era joven y no existía Internet, ni Facebook ni teléfonos móviles ni nada de eso. Tenía 22 años y fui a descubrir un mundo muy diferente al que conocemos ahora. Ahora todo es diferente. Hemos asistido al final de mucho del mundo tradicional que existía hace tres décadas. Creo que ahora sería imposible volver a repetir aquel viaje en las mismas condiciones en las que yo lo hice.
Cinco años después, cuando regresó a la vida occidental, ¿se encontró un mundo mejor o peor?
Mira… Cuanto más mayor me hago, más me doy cuenta de que nos encontramos siempre ante los mismos problemas una y otra vez. Es como si la sociedad occidental se moviera en círculos de los que no puede escapar. No se puede cambiar la naturaleza humana. La única cosa que nos previene realmente de una catástrofe es la bomba atómica. La gente teme mucho una guerra nuclear y, bajo mi punto de vista, ese miedo es lo único que nos hace frenar una auténtica catástrofe.
Pero todo depende del prisma desde el que mires las cosas con el paso del tiempo: si eres un convencido de la ecología, serás pesimista respecto a cómo evoluciona el mundo; si eres un entusiasta de la tecnología, serás optimista. Yo prefiero no ser nada. No me sitúo ni en un sitio ni en el otro. Sólo veo las cosas pasar. Lo único que puedo decir es que si eres medianamente inteligente, has de ser pesimista.
‘Asylum of the birds’ de Roger Ballen se puede visitar en La Fábrica hasta el 29 de marzo.
Comentarios
Por Nely García, el 10 marzo 2015
Estoy de acuerdo en que todo surge de un mismo punto, y por lo tanto tiene la misma importancia. La mente crea imágenes dependiendo de la sensibilidad del artista, y ellas transmiten aquello que el espectador es capaz de percibir.