El maestro que prometió llevar a sus alumnos al mar, y Franco lo fusiló
Puedes seguir al autor GUILLERMO MARTÍNEZ en X aquí @Guille8Martinez
¿Se puede cumplir una promesa una vez muerto? ¿Hasta cuándo permanece abierto un compromiso? No son pocas las cuestiones que quedan sin resolver una vez escarbado un poco en la vida de Antoni Benaiges y Nogués, el maestro que prometió el mar a sus jovencísimos alumnos de un pueblo de Burgos que, por un momento en sus vidas, disfrutaron aprendiendo. Les quería llevar a ver el Mediterráneo aquel verano de 1936. Pero los militares se interpusieron en la ilusión de igualdad y libertad. Murió fusilado tan sólo una semana después del golpe militar de Franco contra el Gobierno republicano. La vida de este maestro ‘revolucionario’, que ya ha sido llevada a las tablas, se edita ahora bajo el título ‘El mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca’ (Ediciones Antígona). Alberto Conejero está detrás.
La emoción de un tiempo nuevo, los aires de justicia social y el empeño personal de un maestro se dan la mano en esta obra. “Benaiges nació en Montroig, Catalunya, y pronto integró esa generación de maestros y maestras que durante la Segunda República se propusieron cambiar los cimientos de la educación en España”, resume el propio Conejero. Además, el maestro introdujo una de las técnicas pedagógicas más revolucionarias del momento, denominada Freinet.
Decidió que la imprenta fuera el elemento en torno al que pivotarían todos los demás. Así, los niños y niñas escribieron, compusieron y llegaron a imprimir cuadernos con sus experiencias, vivencias e historias. Lo hizo en Bañuelos de Bureba, un pequeño pueblo de la provincia de Burgos que contaba pocas decenas de habitantes cuando Benaiges llegó como maestro, en 1934.
Con el carné de maestro y socialista en su bolsillo, se atrevió a revolucionar unas pequeñas mentes llamadas a formar parte de un nuevo porvenir. “Las palabras, al fin y al cabo, no son más que vehículos de las ideas”, decía. “Dar palabras es ilustrar; dar ideas es entorpecer. Hay un código limitado de palabras; es infinito el efluvio de ideas”, teorizaba sobre su maestría. Así, llegó Gestos al aula, la suerte de periódico que creó con sus alumnos. “Ante todo, para mí Benaiges fue un gran maestro, un hombre comprometido con los ideales de justicia e igualdad, de bondad”, subraya Conejero.
“A nosotros no nos dejaron ser niños. Querían que ya fuésemos hombres para dejar de ser carga. Y nos quisieran ahora niños para que no siguiéramos por el camino de ser libres. Paradoja. Paradoja. Nuestra tarea, la tarea del maestro, se hace carne viva en esta paradoja”, reflexionaba. Pero no solo la actividad escolar se concentraba en torno a la imprenta. De su propio bolsillo, Benaiges pagó un gramófono alrededor del que revoloteaban unos niños y niñas expectantes de nuevos sonidos musicales.
Todo lo hizo él con sus humildes ingresos. También contrató a un fotógrafo que se acercó a Bañuelos de Bureba para inmortalizar a Benaiges rodeado de sus escolares en abril de 1936. Quizá, la primera fotografía en la que aparecieron la mayoría de ellos. No desfallecía, pese al hostigamiento que sufría por parte de los caciques, e incluso la Guardia Civil, del pueblo. Así, nació el periódico de los alumnos y alumnas más pequeñas, Recreo. “¿Y qué es recreo? Es crear de nuevo por la fuerza de un impulso y por el estímulo de una necesidad”, se decía a sí mismo, tal y como recoge la obra de Conejero, basada en los escritos pedagógicos del maestro.
Él, que siempre había tenido el mar cerca, ahora se había convertido en un “hijo de verano”, según le decía su madre, a la que solo visitaba durante las vacaciones estivales. Pero no quería degustar ese lujo él solo. La mayoría de los infantes jamás habían visto el mar, así que Benaiges quiso alquilar un autobús e ir con ellos hasta Montroig, no sin antes escribir acerca de él en el ya famoso cuaderno El Mar. Visión de unos niños que no lo han visto nunca, de enero de 1936.
“El mar es muy grande y para pasar a otro pueblo hay que pasar en barco y me figuro que a veces estará más de una hora”, escribió José Cuesta. “El mar será muy hondo. Será de hondo como dos veces la veleta de la torre. Y tendrá dos metros de largura”, se imaginaba Baldomero Sáez. Florentina Sáez pensó: “El mar será muy grande y muy ancho. Y hondo. La gente irá allí para bañarse. Yo no he visto el mar. El maestro nos dice que iremos a bañarnos”.
Todo se truncó el 18 de julio de 1936, el momento en el que se empezaron a cambiar las nuevas estanterías que había colgado la República en las aulas por los viejos y carcomidos crucifijos que salieron a la luz aupados por un ejército golpista. La sublevación no tarda en llegar a Burgos, que pronto se convertiría en la capital del alzamiento. El 19 de julio, las denominadas fuerzas del orden detienen a Benaiges. “¿Por qué tengo que irme / si yo no he hecho nada? / ¿Y te parece poco?”, se pregunta en la obra. “No preguntes, calla / no preguntes, corre / no preguntes, reza / no preguntes, / tú no preguntes”, se dice a sí mismo en aquellos instantes.
El 25 de julio Benaiges es fusilado. El maestro ya no está, se ha ido, se ha marchado. Nos lo han quitado. En cambio, su promesa vuela por el aire. Él no era inocente, pues siempre le acompañará la culpabilidad de haber querido un mundo más igualitario que empezara desde las aulas. A partir de entonces, “la eternidad es una playa de verano”. “Que no pude cumplir mi promesa, / que me perdonen, / pero que me recuerden / cada vez que vean el mar”, se dice Benaiges a sí mismo en la parte más poética de la obra de Conejero. “y ellos levantan las escopetas / brilla el metal / bajo la luz de la luna / y apuntan / (…) cierro los ojos y veo / el mar por todos lados. / Disparan”, finaliza.
¿Qué salvamos del tiempo? Si Benaiges hubiera vuelto a su pueblo natal una vez finalizado el curso escolar, no hubiera vivido el alzamiento en Burgos. Sin embargo, en su cabeza solo revoloteaba la promesa que había realizado. Mientras unos confabulaban para arrastrar a España a una de las experiencias más traumáticas que se recuerdan e imponer el fascismo en el país, un pequeño maestro de pueblo veía cómo sería posible llevar a sus alumnos desde Bañuelos de Bureba a la costa catalana.
La promesa sigue abierta y Benaiges estará vivo mientras el mar nos siga esperando. Solo con el olvido se podrá disparar una nueva bala hacia el maestro. Su cuerpo sigue desaparecido, igual que el de miles de personas tirados en cunetas y fosas comunes repartidas a lo largo y ancho de la geografía española. Incluso allí donde no hubo guerra, la violencia de los sublevados no dejó escapatoria. Ellos querían la muerte cuando Benaiges fue capaz de transmitir una nueva vida a sus pequeños estudiantes.
Como todo trabajo de recuperación de la memoria democrática, lo coral se hace patente en los diferentes materiales que ha editado Blume. Desenterrando el silencio. Antoni Benaiges, el maestro que prometió el mar llegó en 2013 para contar los trabajos de exhumaciones en la fosa de La Pedraja, donde podría encontrarse su cuerpo a través de los textos de Francesc Escribano, Francisco Ferrándiz y Queralt Solé, más las fotografías de Sergi Bernal. Antoni Benaiges: el maestro que prometió el mar es la novela gráfica realizada por Javier Martínez Sancho y Sergi Bernal para transmitir la historia del maestro.
A todo ello se suma la confección en edición facsímil de los cuadernitos que los niños y niñas de la Escuela nacional mixta de Bañuelos de Bureba hicieron con la imprenta de Benaiges. Este año, Blume ha editado El mar será… Antoni Benaiges. El maestro que prometió el mar, de Sebastián Gertrúdix y Sergi Bernal. Además, su historia también está contada en el documental El retratista, de Alberto Bougleux y Sergi Bernal, donde las voces ya débiles de aquellos niños y niñas que compartieron escuela con Benaiges adquieren una fuerza inusitada.
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Por El maestro que prometió llevar a sus alumnos al mar, y Franco lo fusiló - Guillermo Martínez, el 09 octubre 2024
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