“El mar es un auténtico vertedero; hay hasta lavadoras y bicicletas”
El primer día que a Miriam Artacho le pilló un temporal a bordo de su pesquero, se mareó. Mujer del Ampurdán, Girona, ha acabado siendo una de las pocas patronas de barco de pesca del país y, además, activista ambiental en la limpieza del Mediterráneo por el que navega. Si se puso al frente del timón por amor a su pareja, al frente de la batalla contra la plastificación de los fondos marinos llegó tras ver cómo sus redes se llenaban más de botellitas que de salmonetes. Ahora, colabora con la iniciativa Upcycling the Oceans de la Fundación Ecoalf y Ecoembes, en la que participan más de 4.700 pescadores de todo el país y que ha recogido 1.700 toneladas de basura desde 2015. De esos residuos marinos, entre los que seleccionan lo que es posible destinar a una segunda vida, hacen tejidos y materiales para sus diseños de prendas de vestir. Viene hoy a nuestra ‘entrevista circular’.
¿Cómo acaba una agente forestal de patrona de un pesquero?
Nací en La Bisbal del Penedés, en el interior, y trabajaba en una cuadrilla municipal en el monte, abriendo cortafuegos, limpiando monte… Conocí a mi marido, que trabajaba con su padre como pescador, y cuando éste se jubiló, nos quedamos el barco. Entonces, a mi marido le detectaron glaucoma en un ojo y nos encontramos con que así no podía ser patrón. Eso me animó a sacarme yo el título, que no es nada fácil y me llevó dos años. Desde 2017, volvimos a faenar con un barco más pequeño. Al principio, pensaba que no iba a poder, que no tendría la fuerza, porque vamos los dos solos, pero ya llevo siete años faenando por la costa de Arenys de Mar.
¿Ya se siente más de mar que de montaña?
Sigo siendo de montaña para disfrutar, aunque el mar me ha ido enamorando. Es un trabajo duro, aunque ahora la pesca está más mecanizada y es más fácil. Lo más duro es el horario, de cinco de la mañana a seis de la tarde. No quería perderme la vida de mis hijas, hoy adolescentes, así que salimos sólo tres días a faenar y tenemos suficiente para llevar una vida sencilla, sin grandes gastos y sin deudas.
¿Qué te hizo participar en el proyecto Upcycling the Oceans, de Fundación Ecoalf y Ecoembes, y colaborar para limpiar de basuraleza los fondos marinos?
Cuando trabajaba en el monte, parte del trabajo era limpiar rieras que van al mar, pero no imaginé la cantidad de basura que hay bajo el agua hasta que no vi las redes. Es impresionante. De siempre, lo normal entre los pescadores era levantar la red y volver a echar al agua lo que no era pescado. Nuestro barco es de solo 12 metros, pero al final convencí a mi marido de que podíamos llevar esa basura a puerto. Al principio, no había donde tirarlo y con la furgoneta tenía que cogerlo todo mojado y llevarlo a contenedores de la calle, pero luego llegó Fundación Ecoalf y Ecoembes y nos pusieron uno junto al barco, lo que facilita la tarea.
¿De qué cantidades de basura estamos hablando?
Mucha. Cuando hace buen tiempo y nos alejamos un poco más de la costa, a unas 10 millas, sacamos en torno a 10 kilos de basura, pero cuando hace peor y nos quedamos más cerca, la media es de 20 kilos. Todo viene de tierra. Y son residuos de todo tipo: botellas de plástico, latas, muchas compresas y támpax, zapatos, ropa, aspersores de riego, tiestos, pelotas de golf… De hecho, tengo una bolsa llena de pelotas de golf. Y toallitas a miles, que no entiendo como no se prohíben. Hasta electrodomésticos. Un compañero sacó una lavadora que le rompió las redes, y bicicletas, kayaks… El mar es un auténtico vertedero.
Cuando se mira desde un acantilado de la Costa Brava, cuesta imaginar todo eso ahí abajo…
Pues está. A veces subo fotos a Instagram de lo que saco. Hay gente que me dice que los pescadores también dañamos el mar porque usamos arrastreros, pero yo voy por rutas determinadas, porque no quiero romper redes que cuestan 12.000 euros. También nos hablan de sobrepesca, cuando cada vez somos menos, mientras que van a más los cruceros, los yates o el uso de cremas de protección que están acabando con muchas especies. Cada día veo el agua más sucia. El otro día escuché decir que el mar empieza en las alcantarillas de las calles, y no hay conciencia de ello. Me cuesta ser optimista saliendo al mar casi cada día.
Pese a ello, ¿en las últimas décadas crees que va mejorando la conciencia ambiental?
Sí se va avanzando. Ahora casi todo el mundo dice que está de acuerdo en que no hay que echar basura al mar, algo que antes era normal. En Upcycling ya somos 4.700 pescadores que dejan cada día muchos kilos para reciclar. Los cuatro barcos que atracamos juntos en Arenys lo hacemos. Desde luego, allí la situación ha cambiado desde que Ecoalf y Ecoembes pusieron los contenedores, porque antes era un sobreesfuerzo. Ahora, cada semana vienen y lo recogen en puerto. También hay más empresas y personas que limpian playas y aprenden lo que hay en el fondo del mar.
¿Qué parte de la solución puede venir por la economía circular?
Desde luego hay que reciclar, porque es el primer paso para que esa economía circular funcione. También es muy importante usar todo lo más posible antes de tirarlo.
¿Qué prácticas ambientales pones en marcha en tu día a día, además de recoger basura?
En mi casa se recicla todo, por supuesto. Y hago mucha divulgación entre mis conocidos, sobre todo con el tema de las cremas protectoras, que causan tanto daño al mar, y contra las toallitas, que detesto. ¿Para qué las necesitamos si hay agua y jabón?
¿Un lugar al que te gustaría regresar?
Me impactó mucho la isla Sao Miguel de las Azores. Sus aguas azul turquesa, su costa de roca negra… Estuve una semana y me hubiera gustado quedarme a vivir allí.
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