El museo de nuestro principal científico sigue dando vueltas

Retrato de Santiago Ramón y Cajal. Foto: Legado Cajal.

Las noticias se suceden, pero los hechos todavía no. Si bien podemos decir que por fin se ha dado un primer paso fundamental para el tan ansiado por muchos Museo Cajal, el legado de nuestro principal científico (1852-1934, premio Nobel de Medicina en 1906; considerado padre de la neurociencia) sigue dando vueltas. Os contamos su triste y surrealista historia, entre el olvido y la vergüenza.

El Consejo de Ministros aprobó el pasado 25 de marzo mediante Real Decreto la creación del Museo Cajal, como Museo Nacional de titularidad estatal, con sede en Madrid, dependiente del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades y «cuyo objetivo será difundir y hacer justicia al valor universal del legado de Santiago Ramón y Cajal, premio Nobel en Fisiología y Medicina en 1906 y “pionero universal en la neurociencia”. La ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, ha subrayado la importancia de “reivindicar su figura”.

El Legado Cajal actualmente tiene un nuevo guardián, el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN), pero su museo, todavía sin proyectar, permitirá mediante un buen diseño expositivo contemplar los objetos de su legado científico y personal y que han sido declarados Bien de Interés Cultural. En mayo de 2023 el legado Cajal pasó al MNCN, donde en julio del año pasado se abrió una pequeña exposición con parte de esos objetos, que se cambian cada cuatro meses, por motivos de conservación. Más mareo no puede tener esta parte fundamental de la cultura y la historia españolas. Ojalá esto ya llegue a su fin.

En su testamento, Santiago Ramón y Cajal dejó este legado que se conservó a partir de su fallecimiento en el Instituto Cajal. El padre de la Neurociencia falleció en Madrid el 17 de octubre de 1934. Cajal manifestó su deseo de conservar este legado y sus hijos así lo dispusieron. El Legado Cajal reúne fondos de carácter científico y personal y objetos de algunos de sus discípulos, como Domingo Sánchez, Nicolás Achúcarro, Jorge Francisco Tello y Fernando de Castro, entre otros. Está compuesto por 28.222 piezas, entre las que figuran un archivo fotográfico de más de 2.700 imágenes, 11 cuadernos, 1.800 dibujos científicos, más de 1.900 manuscritos, medallas y condecoraciones, incluyendo el diploma y la medalla del premio Nobel, diez pinturas y miles de preparaciones histológicas.

“Hasta que no se ha hecho esta exposición no había ninguna permanente en Madrid. La decisión de trasladar el legado al MNCN es porque el Instituto Cajal también se va a trasladar a Alcalá de Henares. Todo está en buena forma de conservación, al haberlo tenido con la luz y la humedad adecuadas. Pero con vistas a un futuro museo, consideré junto a Rafael Zardoya, director del MNCN, y la presidenta de CSIC, Eloísa del Pino, que fueran ellos los que lo guardasen e incluso se lleven a cabo algunas restauraciones como la realizada a una toga”, explica Ricardo Martínez Murillo, ex director del Instituto Cajal.

Parte del legado Cajal en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

Parte del legado Cajal en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.

“Se puede considerar que el primer museo estuvo en el Cerro de San Blas, luego en la calle Velázquez y, más tarde y hasta ahora, en la calle Doctor Arce, última sede del Instituto Cajal. En Arce se diseñó una parte para museo, pero el director anterior no lo consideró oportuno; de hecho, el edificio tiene una puerta independiente que hubiese permitido visitarlo. Y así llevamos desde 1989”, comenta Ricardo Martínez Murillo, actualmente en el Grupo de Investigación Neurovascular Departamento de Neurobiología Traslacional Instituto Cajal, quien, con una amabilidad exquisita, me acompaña en el recorrido de la exposición. “Para el futuro museo todo está en orden; ahora solo falta hacer un proyecto museístico que resulte atractivo. El lugar para mí es irrelevante; lo fundamental es que se cree”.

En esta muestra hay una recreación del laboratorio y del despacho de Cajal con mobiliario histórico que incluye, entre otros enseres, su silla y su mesa de despacho, los armarios donde almacenaba las preparaciones científicas y los frascos con productos químicos, su biblioteca y algunos objetos personales. Entre ellos, su telescopio. “Mira qué pedazo de telescopio se compró; es una pena que en la Guerra Civil se llevaran las lentes”, comenta con sorna Ricardo Martínez Murillo.

Una parte curiosa del legado es un grupo de objetos personales, como sus últimas gafas, billetera, bastón y la toga de catedrático.

A pesar de la limitación del espacio, esta exposición aborda distintas temáticas que recorren su vida a través de sus múltiples facetas: pintor, fotógrafo, escritor, humanista, médico o maestro, entre otras. Además, los visitantes podrán vivir una experiencia inmersiva en la que, a través de gafas de realidad virtual, podrán transportarse a espacios donde el científico realizaba sus experimentos o impartía cátedra.

Dibujo de Ramón y Cajal de las conexiones neuronales.

Dibujo de Ramón y Cajal de las conexiones neuronales.

El Instituto Cajal tiene su origen en el Laboratorio de Investigaciones Biológicas fundado en 1900. Con un nuevo edificio en el madrileño Cerro de San Blas del Retiro, en 1932, cambió su nombre por el de Instituto Cajal para honrar la memoria de su fundador. Es el centro de investigación neurobiológica más antiguo de España. Cajal vivía enfrente del Cerro de San Blas, en la calle Alfonso XII. Como ha ocurrido con la casa del poeta Vicente Alexandre, el desinterés por la de Cajal ha constituido otro hecho vergonzoso. Como metáfora de la actualidad, ha terminado convertida en viviendas de lujo. Cuando Cajal vivía en ella ya no tenía fuerzas para subir la cuesta y prácticamente no lo pisó jamás; terminó su vida laboral como la había empezado: solitario en lo que llamaba “mi cueva”, en el sótano de su palacete. “Hoy”, escribió, “para desplegar alguna pequeña actividad científica, tengo que soterrarme en la bodega de mi casa a temperaturas siempre inferiores en cinco o seis grados a las de la calle”. Por suerte, también tenía una terraza a la que subía para contemplar el cielo estrellado con su telescopio.

Cajal fue un genial científico y un excepcional artista. Las ilustraciones de neuronas y de circuitos y regiones neuronales que realizó, además de tener una utilidad científica incuestionable, son obras de arte. Esta circuitería sigue asombrando por su precisión. “De lo legado, lo más curioso es que Cajal no le dio mucha importancia a sus ilustraciones; se la daba a sus preparados histológicos, a su biblioteca personal y algunas de sus herramientas, como son los microscopios. Muchos de estos dibujos que se conservan estaban en los laboratorios del Instituto. Los investigadores miraban sus dibujos, se realizaban publicaciones con ellos. Otra parte estaba en posesión de la familia, en su casa. A su muerte, su albacea, Francisco Tello, se encargó de reunirlos. Gracias también a Tello tenemos el diploma de Nobel (1906) y una serie de medallas de distintos premios; entre ellas, la Medalla Helmholtz (1905), a la que Cajal tenía más aprecio. El diploma que se expone aquí es una reproducción muy bien conseguida, ya que se ha hecho una copia exacta, incluso de los lomos”.

Dentro de la exposición podemos ver un vídeo con imágenes procedentes de unos archivos de la Generalitat Valenciana. “La voz de Cajal proviene de unas grabaciones que hizo en un fonógrafo. Si no las hubiera hecho, no tendríamos sus voz. Lo mismo pasa con las fotografías; Cajal hacía muchos autorretratos. Si existiera un museo, científicos que pueden tener dibujos o documentación de él podrían legarlos. Estoy convencido de que permitiría recuperar material disperso, ya que no todos los dibujos pasaron al archivo del Instituto, porque no se inventariaron y algunos se regalaron. Podría afirmar que hay material de Cajal en manos particulares; su donación siempre conllevaría un reconocimiento al donante. Todo el material del Instituto tiene su sello. A Miguel Freire hay que citarlo porque fue el gran guardián de este legado”, apostilla Ricardo Martínez Murillo.

Leyendas o realidad

Sobre este legado se ha dicho y escrito de todo. Desde que ha estado almacenado en cajas de galletas y bolsas de plástico, hasta la posible desaparición de parte de él o que 2.000 epístolas de Cajal que estaban en el CSIC y en su Instituto fueron vendidas a un librero de viejo y que este se las ofreció a la Biblioteca Nacional.

Miguel Freire, responsable científico del legado durante años, explicaba en un artículo publicado en Mundo Científico: “Hasta 1997 no se realiza la primera relación de bienes, un legado disperso por los distintos laboratorios y otros que se habían trasladado a la Universidad de Madrid, que hubo que pedir que volvieran, con más o menos éxito. A partir de ahí se cuidó lo que estaba en Doctor Arce, realizando ya labores de restauración, ya que ciertos documentos habían sido escritos por detrás o tenían cintas adhesivas, centrándonos en el archivo fotográfico”.

Miguel Freire dedicó mucho tiempo al diseño de un futuro Museo Cajal; obtener la financiación adecuada era su preocupación, que en 1997 se calculaba en pesetas. Entre unas cosas y otras, se estimaba en 527 millones de pesetas para que Santiago Ramón y Cajal contara con el museo que se merece y que no ha tenido hasta ahora por dejadez y olvido.

Ricardo Martínez Murillo piensa: “Los sobrinos nietos pueden tener cosas de la casa, ya que no se tiró nada. Yo estuve en ella, porque me llamó su nieta María Ángeles Ramón y Cajal. De hecho, me regalaba un piano que ya se habían llevado los colombianos que estaban reformando la casa. Pero lo único que vi que se tiraba eran los múltiples catálogos que había. Lo que se cuenta del maletín de Cajal con documentos yo no me lo creo. Los sobrinos nietos se preocuparon de saber lo que fue importante en la vida de Cajal. Al Rastro no ha ido nada. Tal vez se encontró alguna edicion de la histología de Cajal, ya que se hicieron muchísimas”, comenta Martínez Murillo. Esta obra maestra, Histología del sistema nervioso del hombre y los vertebrados, se sigue citando en innumerables estudios.

“En la biblioteca conservada están las primeras ediciones de sus obras. De hecho, nos llegó una donación de un particular anterior a la que aquí teníamos depositada. Se han editado muchas histologías. Sí me enseño María Ángeles un libro donde iba apuntando cada día cómo se sentía el científico. Este está guardado”.

Las cartas de Cajal no se han perdido, afirma categórico Martínez Murillo, a pesar de que un libro de Juan Antonio Fernández Santarén se dice que redactó más de 15.000 cartas y se conservan solo 3.510. La revista Arbor también denunció en su día «una manipulación abusiva y descuidada de originales recortados o arrancados de sus soportes secundarios”. “Esas cartas, o al menos un número importante de ellas, puede que permanezcan ocultas en manos privadas. Un futuro museo ayudaría a que pudieran aflorar. Es también la opinión de sus descendientes. Que alegaron que si no se hacía el museo, ellos se quedaban con los enseres de la casa de Cajal”, situación que Martínez Murillo aprecia como normal.

En 2016, María Ángeles Ramón y Cajal donó muebles, una cama, un armario caoba, dos sillones orejeros y elementos decorativos al Archivo Histórico Provincial de Huesca. Un gesto simbólico de su familia para mostrar su deseo de que Aragón contase con algo de su pertenencia.

Desconocimiento

Es deseable que esta exposición aumente el número de personas que conozcan quién fue Santiago Ramón y Cajal, ya que recientemente nos quedábamos perplejos con una encuesta internacional de la Fundación BBVA sobre cultura científica en la que, entre los encuestados españoles, solo el 8% menciona a Cajal.

Sorprende porque la obra de Ramón y Cajal sigue plenamente vigente: sus teorías han sido fundamentales en el desarrollo posterior de la inteligencia artificial y las redes neuronales artificiales y numerosos científicos en el mundo han seguido el camino que él abrió. En 1998, la NASA dedicó una misión destinada al estudio del cerebro en ingravidez a Santiago Ramon y Cajal y, a bordo del transbordador Columbia, viajaron al espacio 12 preparaciones histológicas y 9 dibujos del ilustre científico español.

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