El Museo Thyssen se llena de fenómenos paranormales
Esto no puede ser un titular-titular, ni esta entradilla puede ser en puridad una entradilla periodística. No, no se trata de una cuestión de ‘clicbait’, sino de una promesa de no hacer ‘spoiler’ al artista-performer Walid Raad, artífice del nuevo proyecto de TBA21 en el Thyssen-Bornemisza de Madrid, ‘Cotton under my feet’, que, desde este octubre hasta enero, llena el museo de fenómenos paranormales, y que se presenta como un recorrido muy personal por la colección y la pasión coleccionista de la familia Thyssen.
Todo comienza con una alfombra persa de finales del siglo XVI –o principios del XVII– que pertenece a la familia Thyssen y que ahora ocupa una de las salas del museo. Nos cuenta Walid Raad que es una alfombra misteriosa, porque pesa mucho más de lo que pesa: “Es una de las alfombras más caras del mundo, debido a una característica única: se sabe que es extremadamente pesada, pero no en el sentido habitual. El peso de la alfombra, 21 kilos, no es desproporcionado para su tamaño. Pero todo el que ha intentado levantarla asegura que no es posible que esta alfombra pese solo 21 kilos, porque parece que pesa una tonelada o más. Y aún hoy, después de decenas de estudios técnicos, sigue siendo un enigma la razón de que resulte tan pesada”.
La historia continúa con las nubes pintadas en la parte trasera de 7 de las 775 obras del museo. “Lo que sabemos de estas pinturas traseras es que fueron pintadas en la década de 1820, y que son idénticas a los estudios de nubes que hizo el pintor británico del siglo XIX John Constable. Constable fue uno de los primeros meteorólogos, y quería que las nubes tuvieran un aspecto realista en sus pinturas, que no parecieran de algodón de azúcar. ¿Quién hizo esto? No lo sabemos. ¿Son constables? No lo sabemos. ¿Qué tienen al otro lado? No lo sabemos”.
Y de la alfombra mágica y las nubes en el reverso de 7 lienzos, Walid Raad pasa al tercer pilar del que parte este proyecto: los ángeles que se auto-restauran, un paso más hacia la fantasía oriental-occidental que nos ha construido este artista libanés con residencia en Nueva York. Atención a lo que cuenta: “Cuando empezó a trabajar para el barón Thyssen, la restauradora de arte soviética de origen palestino Lamia Antonova decidió hacer un recuento de los ángeles que había en su colección pictórica, y el resultado la dejó perpleja: 285. ‘Es el número exacto de veces que los ángeles aparecen mencionados en la Biblia’, exclamó entusiasmada. Y, creedme, yo mismo lo comprobé en varias ocasiones. Hay 108 menciones a los ángeles en el Antiguo Testamento y 177 en el Nuevo Testamento”. Pero la increíble –increíble de toda incredibilidad– historia no termina ahí. “Entonces Antonova dijo e hizo algo que el barón nunca olvidaría: ‘Nunca hay que restaurar los ángeles de las pinturas. Nunca. Porque los ángeles pueden auto-restaurarse”. Y en ese momento Antonova mostró al barón una estructura de madera”. Se trata de una esquina plana. Sí, una esquina plana, como un trampantojo. “Antonova añadió: si los ángeles deteriorados descansan aquí, pueden auto-restaurarse”.
Así, con una alfombra que pesa más de lo que pesa, nubes en el reverso de 7 cuadros y la esquina plana donde pueden auto-restaurarse 285 ángeles comienza el fantástico viaje de Walid Raad por la colección permanente del Thyssen. Todo es verdad y todo es ficción. Porque, como dijo el artista en la presentación de Cotton under my feet, “la cuestión no es tanto qué es falso y qué es cierto, sino por qué unos hechos aparecen en el lado de la historia y otros en el lado de la ficción, ¿quién lo decide?”.
Efectivamente (o desfectivamente), todo puede ser cierto hasta que se demuestre lo contrario, como también así nos lo hace ver Magritte, que ocupa este otoño la exposición central del Thyssen, y así nos lo hizo ver en la presentación el que parece ser el director artístico del museo, Guillermo Solana: “A partir de los recursos expresivos de los que se sirve tradicionalmente un museo, desde el catálogo a la conferencia y la visita guiada, Walid desarrolla una visión delirante y satírica de la colección. Las paraficciones de Walid detectan las patologías y lo paranormal en el museo, fuerzas que van más allá de la ciencia y la técnica, desde los ángeles que se auto-restauran al gremlin que aparece en un paisaje de 1870 de Martin Johnson Heade. Porque una fantasía es a veces más reveladora que la realidad literal. Y Walid teje con sueños y fantasías un formidable laberinto que conecta con Magritte. Como Magritte, nos hace desconfiar de que las imágenes que veamos sean del todo ciertas. Ambos practican la hermenéutica de la sospecha”.
En fin, que el museo madrileño se ha llenado ahora de perspectivas complejas, juegos de espejos, paraficciones y metarealidades, paradojas y misterios.
El que parecía ser Solana en la presentación añadió: “A lo largo de la exposición y de la performance, muchas veces se preguntarán qué hay de verdad y de mentira en cada sala. No esperen acertar a la primera. Yo casi siempre me equivoqué. Walid dice que ha inventado solo lo estrictamente necesario”. De hecho, la visita guiada termina con un puzle audiovisual en el que es documental lo que parecería una absurda invención; entre otras cosas, que un hombre como Trump llegara a presidente del país más poderoso del mundo y que el régimen saudí se viera involucrado en el asesinato y descuartizamiento de un periodista. Quizá con esa sorpresa final, Walid Raad esté lanzando un guiño a lo que siempre subyació bajo la pasión coleccionista del barón Thyssen: el empleo del arte como embajador de la paz, como diplomacia para liberar tensiones en el mundo.
Francesca Thyssen, hija del barón y alma de la Fundación TBA21, añadió: “Me parece fascinante revisitar la figura de mi padre, en el centenario de su nacimiento, y de la familia y del museo de esta manera. Es la verdad de Walid. Una verdad sanadora, una manera sanadora de mirar el entorno después de estos dos años de pandemia y polarización que tanto nos han hecho sufrir”.
Esta es la sexta colaboración entre TBA21 y el Thyssen de Madrid, dentro de una trayectoria que da visibilidad a las iniciativas de arte global y contemporáneo de la fundación creada por Francesca y que al museo madrileño le aporta visiones poliédricas –algunas visionarias– sobre su manera de estar en el mundo, en la historia y en el arte.
Hay mucho más, no estoy destripando nada; y si habéis entendido poco hasta ahora quizá es que más que entender haya que dejarse arrastrar por el vuelo de la alfombra mágica que pesa mucho más de lo que pesa. En la ficha de aquí abajo, en negrita, más datos prácticos. ¡Ah!, la comisaria, Daniela Zyman, aportó en la presentación una clave para que todo quede explicado (o en la nebulosa): “Cotton under my feet es una historia larga y con muchos desvíos. Nos desplazamos por distintos tiempos y espacios, sin seguir las lógicas ni del tiempo ni del espacio. Nos alejamos de una manera convencional de percibir el mundo para trasladarnos a otras percepciones. Quizá ha llegado el momento de invitar a la mesa otras formas de comportarse y de relacionarse con el entorno, como puedan ser, por ejemplo, las de las arañas o las moscas, ¿por qué no?”.
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‘Cotton under my feet’. En el Museo Thyssen-Bornemisza de Madrid. Hasta el 23 de enero de 2022. Comisariada por Daniela Zyman.
La exposición es el resultado de tres años de peripecias creativas y culmina con una serie de recorridos guiados que revelan las intrincadas hipótesis historiográficas que articulan este proyecto. El artista Walid Raad realizará un recorrido para ofrecer a los visitantes una mirada sorprendente sobre el Museo Thyssen. A través de una maratón narrativa de unos 75 minutos, Raad invita a los visitantes a adentrarse con él en una red de coincidencias inesperadas. La recompensa vale la pena: una reflexión vertiginosa sobre el legado potencial de las colecciones Thyssen-Bornemisza y sus vínculos con la historia de arte occidental y no occidental.
Hay dos pases diarios, a las 13 y a las 17.30 horas. En inglés, con traducción simultánea al español.
Precio general: 15 €. Entrada reducida. 11 €
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