El primer Pasolini: ‘La aldea de Romàns’, el cura enamorado del comunista
En el día grande del Orgullo LGTBI+ en Madrid, nos detenemos en otro gran icono gay: Pier Paolo Pasolini, repasando una de sus primeras obras narrativas, ‘La aldea de Romàns’, recuperada hace unos meses por la editorial Alta Marea, por primera vez en castellano. La historia marca la tensión entre la vocación religiosa de un sacerdote de pueblo y la pulsión erótica que siente hacia un joven, que además es comunista, mimbres que ya trazan rasgos fundamentales de la trayectoria del maestro Pasolini.
Puedes seguir al autor, Rubén Caravaca, en Twitter, aquí.
Recuerdo lo que sentí, siendo adolescente, al ver por primera vez Saló, o los 120 días de Sodoma; una sensación claustrofóbica, envolvente. Las escenas eróticas no me llamaban la atención, sí lo que se acercaba a los mundos de Sade, que no tenía ni idea de quién era. Película provocadora más que escandalosa, no la entendí como política; pasado el tiempo, comprobé que mostraba el fascismo que todos llevamos dentro. Tras aquella proyección indagué sobre los mundos de Pier Paolo Pasolini (1922-1975), más al conocer las circunstancias trágicas de su muerte.
Aunque nunca le abandoné, recientemente he vuelto a él tras publicarse La aldea de Romàns, una de sus primeras novelas, inédita en castellano, ambientada a finales de los años cuarenta en el mundo rural, región de Friul, al norte de Italia, cerca de los Alpes, donde pasó buena parte de su juventud. Centrada en relaciones personales, conflictos de clase donde a “las grandes familias campesinas las cosas nunca van del todo bien” y los obreros “hemos nacido para trabajar y sacrificarnos: es inútil que nos ronden ideas raras por la cabeza”.
El relato nos envuelve en las contradicciones de sus protagonistas; a la cabeza un sacerdote enamorado de un joven comunista que abriendo la Biblia distraídamente lee “Béseme él con el beso de su boca”, mientras en la sede del Partido “podía verse una enorme bandera roja… De la pared colgaban un Cristo y un retrato de Lenin”. Realismo, crudeza y delicadeza, alejándose de las tendencias vigentes que primaban lo estético, mostrando el compromiso social, político, sexual y religioso que acompañó durante toda la vida del autor, líneas lejanas que suenan próximas:
“–Esa iglesia de ustedes es el hongo que chupa las linfas del pobre arbolillo de Italia. Esos sacerdotes son unos fariseos.
Se levantó tomó el maletín y el sobretodo y mientras salía al pasillo, el comerciante dijo en voz muy alto.
–Y ustedes, los marxistas, son unos asesinos”.
El sacerdote se resigna a dejar de hablar de Dios al joven comunista: “He renunciado a hablar con él de Dios y me avergüenzo de haberlo hecho: tiene un alma verdaderamente religiosa, por más que diga que no cree, entiende a Dios tal vez mejor que nosotros, que yo”. Mientras, el joven alega: “Ustedes, los sacerdotes, no entienden la misión que tienen hoy en el mundo. ¿Cómo podría explicarle que Cristo, cuando decía: consuela a los enfermos, alimenta a los hambrientos, etcétera, para nosotros, la gente de nuestro tiempo, quería decir: Haced reformas estructurales? Pero ustedes no parecen creer en la universidad de las palabras de Cristo y en su valor eterno: si Dios se hizo hombre, entró en el tiempo, lo que significa que aceptó la temporalidad, es decir la historia. Ustedes en cambio, siguen aún en la Edad Media, traicionan la humanidad de Cristo para adorarlo solo en su inútil divinidad”.
Costumbrismo, lenguaje popular, huyendo de sectarismos: “¡Que enorme importancia tiene la forma de hablar!”. Irónico, lleno de amor, aunque la palabra no se menciona ni una sola vez. Poco tiempo después de escribirlo, ante una presión social que le asfixia, se traslada a Roma, y es expulsado de Partido Comunista Italiano (PCI) por comportamientos indecorosos, calificándole como “moralmente indigno”, dando pie a una interrogante bien actual: ¿Quiénes tienen actitudes y procedimientos más moralistas y reaccionarios?
Relato que es pura poesía, como toda su obra, sincero, con él en primer lugar. Comunista, católico y homosexual –como Luchino Visconti–, escritor, poeta, director de cine, amante del fútbol, al que definía como “la última representación sagrada que nos queda en nuestro tiempo”. Admirador de Machado, al que consideraba el mejor poeta, Kavafis y Apollinaire. Los que acabaron con su vida en Ostia el 2 de noviembre de 1975 no previeron que, décadas después, seguiría siendo tan contemporáneo, por lo que produjo, por su persona, por su diversidad ante la homogeneización y globalización. La aldea de Romàns nos muestra aquel primer Pasolini, reflejando las contradicciones y singularidades que le acompañaron de por vida: “Me siento humillado, descontento, devorado por un remordimiento constante e impalpable. En mis oraciones hay una fricción dolorosa entre el fervor y mi impotencia para abandonarme”.
Comentarios
Por Javier Alfaya, el 06 diciembre 2021
hola ! tenho muito interesse em acompanhar a boa critica cultural. sou leitor de publico y gostaria de ter mais acesso aos conteúdos relativos às artes, politica cultural, gestão, etc…
saludos, fuerte abrazo desde brasil
ps :mando mesage desde bahia , brasil y tengo puentes solidas con madrid y galicia, donde naci….tengo interes en cambiar ideas acerca de gestion cultural ….