‘El tiempo entre costuras’ o la sublimación de las hipótesis vitales

El éxito de la serie ‘El tiempo entre costuras’, basada en el libro del mismo nombre, ha sido arrollador. Un 25 % de cuota de pantalla así lo muestra. ¿Qué hay detrás de esta historia para que resulte tan atractiva? ¿Qué ha aportado su adaptación a la pantalla? 

Una de cada cuatro personas que veían la televisión la noche del lunes escogió el capítulo final de El tiempo entre costuras (Antena 3). El 25% de share revalida el éxito que ha tenido la serie durante los 10 capítulos anteriores, y la hazaña del libro, del que se han vendido más de un millón de copias y se ha traducido a más de diez idiomas. La serie ha unido, además, a varias generaciones delante de la televisión. En un extremo, los nostálgicos, sobre todo personas que vivieron esa época, y en el otro, jóvenes atraídos por las historias de amor, hombres atractivos y mujeres guapas bien vestidas. Además, la presencia de la Historia en la trama ha atraído a muchos otros espectadores quizá en principio poco interesados en amores épicos y aventuras en países exóticos. Los aficionados al costumbrismo castizo, los admiradores secretos de Ramón Serrano Súñer, los lectores de ensayos sobre la Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial o los lectores de novela negra y los masones no están huérfanos en este libro ni en esta serie.

¿Qué fibra ha tocado la historia de Sira Quiroga? Para empezar, la serie es técnicamente perfecta. Los productores no han escatimado en gastos y no han recreado ningún escenario en estudio: todo es real, y este esfuerzo de verosimilitud se nota y se agradece. La factura se acerca a las grandes producciones históricas y bélicas de Hollywood, al punto de que si viéramos la serie sin audio, pensaríamos que Bertolucci ha vuelto a rodar alguna historia de Paul Bowles. Además, el desempeño de los actores, sin excepción, es de matrícula de honor. Adriana Ugarte es, sin duda, una de las mejores actrices de las últimas décadas, y no lo circunscribo solo a España. Tiene en esta serie su particular El rostro impenetrable, y el mismo aire inolvidable de los grandes. En papeles tan atractivos y protagonistas, es difícil que a los actores no les note el entusiasmo por su personaje y acaben sobreactuando, y no ha sido el caso aquí. Tan difícil es que incluso le pasó al mejor actor del mundo, Daniel Day-Lewis, en su interpretación de Lincoln, o a Cate Blanchett en el suyo de Bob Dylan.

Quizá uno de los mayores retos de los guionistas y los directores era conseguir personajes poderosos que no quedaran a la sombra de la poderosa luz de Sira. Con la atención fijada en ella, era fácil caer en la tentación de utilizar personajes pasajeros sin una coherencia narrativa en el conjunto de la historia. No ha sido así, y el mérito es también de la fuerza de los actores y el atractivo de sus personajes. Hace tiempo ya que Raúl Arévalo es considerado uno de los mejores actores españoles actuales, pero en esta serie su trabajo impresiona: de apocado novio buenazo de Sira a envilecido funcionario del régimen. Inolvidable su actuación hierática cuando descubre en casa de Sira a la republicana Paquita. Y qué decir de Peter Vives dando vida al agente británico Marcus Logan, que se hace pasar por periodista y consigue un personaje que recuerda por igual a Errol Flynn y a Gerald Brenan. Y Da Silva, el empresario portugués, un dandi que nos echa a la cara en cada escena lo mal que vestimos y lo feos que somos.

Pero no es solo el trabajo de técnicos y actores. Y de los directores. Si no, piensen en lo que habría hecho Garci con esto. El éxito previo del libro muestra que se debe, sobre todo, a la historia creada por María Dueñas. El viaje de una bisoña Sira Quiroga hasta convertirse en la astuta espía Arish Agoriuq es una fascinante historia de amor romántico, espionaje y política, todos ello llevado con inteligencia al terreno cotidiano. El tiempo entre costuras no ha atrapado a millones de espectadores porque nos sintamos identificados con ninguno de sus personajes (salvo, quizá, los espectadores más mayores), sino por el deseo de identificación. Sira, Marcus o Rosalinda Fox subliman un deseo latente e insatisfecho. El del viaje, el de la vida plena, el del capricho de los sentidos. El romanticismo se resiste a morir, y el éxito de El tiempo entre costuras lo manifiesta. Lo cual no es necesariamente una buena noticia, por la tendencia al escapismo que de por sí tenemos los españoles, pero tampoco mala: saturados de dura realidad, necesitamos más que nunca arquetipos que muestren las posibilidades de salir de ella. Aunque sea durante las horas que dura una serie. Que no es poco. Esto sí es, o debería ser, marca España.

CODA: Hay una lectura femenina de esta historia. Sira Quiroga es la mujer responsable y centrada que la mayoría cree ser, mientras que Arish Agoriuq es la femme fatale que la misma mayoría desea secretamente ser, al menos en algunos momentos de su vida. Ese desdoblamiento es el que sustenta gran parte del atractivo de esta historia. La lucha interior entre lo racional y lo emocional, que aquí tiene un vencedor claro. Aunque por un lado Sira es derrotada por las emociones cuando abandona a su prometido por el estafador Ramiro (que representa los ideales de vida plena para los sentidos), luego vence en su apuesta emocional por implicarse en el espionaje inglés para evitar a España otra guerra, algo que le procura al fin un novio a la altura de sus sueños, Marcus Logan. El abandono de su prometido no fue tan mala cosa, al fin y al cabo. Algo que recuerda el ventajismo sentimental que es más propio de las mujeres. Cualquier decisión que tome es la correcta; si abandona, está siguiendo a su corazón; si permanece, está siendo responsable. En la serie, incluso muere el estafador Ramiro, en un giro que no está en el libro, y que cierra el círculo de la coartada moral. Ya lo dijo Chateaubriand: «El hombre no tiene una sola y única vida, sino muchas, enlazadas unas con otras, y esa es la causa de su desgracia».

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Comentarios

  • Pelayo Molinero

    Por Pelayo Molinero, el 22 enero 2014

    Si no la has visto te recomendaría la película LO QUE EL DÍA LE DEBE A LA NOCHE.
    Temas distintos,época en algún momento similar.
    Creo que tiene un fallo narrativo,la serie, porque el ansia que muestra ella por ver a la madre cuando está en Tanger, no se ve luego cuando Sira vuelve a Madrid. La desenvoltura que muestra en los ambientes en que se mueve chirria un poco sabiendo el origen del que viene Sira. Falta ambientación madrileña a la vuelta y no nos deja apenas sugerencias del Madrid de postguerra, si no es la calle en la que vive. A Sira parece que la guerra que ha vivido España le deja un poco indiferente, no sé. No sé, yo la he seguido, por supuesto. Pero hay algo que no acabo de encajar bien.

  • Jose Miguel Garcia Vazquez

    Por Jose Miguel Garcia Vazquez, el 23 enero 2014

    Soy bastante escéptico sobre la existencia del Tetuán de la guerra civil , tal como se ve en la serie. Que credibilidad le das al personaje de comisario en el Tetuán del verano del 36 , mas preocupado por los avatares de Sira que por la situación de guerra.
    A partir de ahí la serie pierde toda credibilidad. Así la guerra civil es hermosa, el coronel Beigbeder es demócrata y anglófilo, la Lisboa de Zalazar es brillante, el Madrid de Franco y Serrano Suñer es maravilloso.
    Por favor la serie es ridículamente manipuladora

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