Elena Pita: “Hay que renaturalizar las ciudades”
Ingeniera agrónoma de formación, Elena Pita dirige desde hace dos años y medio la Fundación Biodiversidad, una entidad dependiente del Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico que se creó hace 25 años, con otro nombre entonces, en defensa de nuestra riqueza natural. En este tiempo, más de 2.000 proyectos han salido adelante gracia a su apoyo, vía subvenciones, evolucionando en sus temáticas desde la defensa casi exclusiva de especies emblemáticas, como el oso pardo o el lince ibérico, a la incorporación de iniciativas para cambios más estructurales, que tienen que ver con asuntos como la economía circular y la renaturalización de las ciudades. Llega hoy a nuestra ‘entrevista circular’.
¿Qué te parece la propuesta global de llegar a proteger el 30% de la Tierra como vía para proteger la biodiversidad del planeta?
Considero que es un gran logro haber llegado a ese acuerdo, muy importante por el consenso alcanzado, aunque ello no quiere decir que la conservación se limite a ese porcentaje. Son metas de mínimos. Y la conservación debe ir acompañada de restauración y de frenar las causas que generan la pérdida de biodiversidad. Ha avanzado tanto que ya no es suficiente con conservar. Hay que atacar las causas del deterioro y los países con más ambición, como el nuestro, tenemos un papel de punta de lanza.
En España ¿qué hace más daño a la biodiversidad?, ¿el cambio climático o el sistema agroalimentario?
Todo está relacionado. El cambio climático es una de las causas de pérdida de biodiversidad, como lo es también la sobreexplotación de recursos que se derivan de prácticas insostenibles, agravadas por el calentamiento global, pero lo importante es entender la complejidad del asunto. La importancia de un factor u otro depende del territorio. Necesitamos un cambio de paradigma general: integrar las consideraciones ambientales en todas las decisiones que se toman como sociedad, entre ellas las económicas, y construir entre todos un modelo que incluya los límites planetarios. Eso afecta a la energía, la producción de alimentos, los procesos industriales, el consumo, etcétera. En la naturaleza todo está conectado.
¿Cuál dirías que es el principal reto ambiental?
Depende de hacia donde mires. Es una crisis de modelo, con interconexión de varias crisis. Es interesante recordar que, según el último informe de Davos, los cuatro riesgos más importantes para los próximos años son medioambientales y los tres primeros tienen relación con el riesgo de fracasar en la lucha contra el cambio climático, en lo que se refiere a la mitigación, la adaptación, con los desastres naturales y con la biodiversidad. El pasado año, hemos vivido un verano con olas de calor urbanas que son un reto preocupante: se han solventado aumentando aires acondicionados, lo que a su vez incrementa las emisiones contaminantes y calienta más el exterior. No es el camino. Hay que buscar soluciones innovadoras, como renaturalizar las ciudades.
¿Ves un cambio de tendencia en esa renaturalización, un asunto que se apoya desde la Fundación?
Hemos lanzado dos convocatorias, en 2021 y ahora, y vemos que la demanda de fondos para ello es alta, que si hay interés en cambiar el modelo de ciudad e introducir la naturaleza frente al efecto isla de calor o para mejorar la calidad del aire. La pandemia ayudó en ello. Cuando antes decíamos que necesitábamos espacios verdes para la salud mental, se consideraba absurdo, ahora no. Hay más conciencia, pero hace falta más ambición y más fondos.
¿Esa mayor conciencia ambiental avanza a la misma velocidad que lo hacen los problemas?
Hace 50 años de la primera cumbre ambiental en Estocolmo y desde entonces hay muchos avances en todo: derecho ambiental, responsabilidad de los países desarrollados, conciencia, pero es cierto que también aumenta la urgencia y que los últimos informes científicos nos apremian cada vez más. Hay mucho por hacer y hay que hacerlo ya.
¿Qué es para ti la economía circular?
Es una nueva manera de enfocar la producción y el consumo hacia ese cambio de paradigma que mencionaba, porque los recursos son finitos en la Tierra. Y creo que funciona, pero ahora estamos tan metidos en la transformación que aún no tenemos la perspectiva suficiente para verla. En la Fundación lanzamos una convocatoria de 192 millones para proyectos de economía circular y se han presentado 400, que ahora estamos evaluando. Algunos son de ecodiseño, otros de reducción de uso de materias primas, gestión de residuos o de transformación digital. El cambio está en marcha.
¿Qué prácticas ambientales haces en tu día a día?
Los ciudadanos deben entender que el cambio requiere cambios estructurales, que dependen más bien de decisiones políticas, pero también que como ciudadanos influimos en ellas. En la Fundación impulsamos proyectos y, además, tenemos una oficina basada en criterios de sostenibilidad. Personalmente, trato de consumir productos locales y ecológicos. Las pasadas Navidades, por ejemplo, he regalado champús en pastillas, que me entusiasman. Son pequeñas cosas que ahora están y son nuevas alternativas para eliminar envases.
A la vez de estos cambios, parece que aumentan los negacionistas. ¿Qué les dirías?
La evidencia científica de las crisis ambientales es abrumadora. Creo que verdaderos negacionistas no quedan; sí hay interesados, que son los que tienen que perder con el cambio y defienden sus intereses, y hay retardistas, que quieren retrasarlo e ir más despacio. Pero el impulso a las medidas para el cambio es importante hacerlo aquí y ahora. Y, por último, está la gente abrumada, que ve un problema tan grande que no hace nada. A ellos hay que trasladarles un mensaje esperanzador, que sepan que hay soluciones en marcha y que funcionan, pero nos ha tocado vivir ese momento de transformación.
Con todo lo anterior, ¿eres optimista respecto al futuro?
Más cuestión de optimismo lo es de esperanza, porque los problemas son complejos, pero tienen salida. Parte de la complejidad que comentaba es que exige la responsabilidad de todos, y cada uno tiene un papel: la Administración tiene que regular, el sector privado debe interiorizar estos conceptos en su forma de operar y también el consumidor o la sociedad civil tienen su papel.
¿A qué lugar te gusta regresar?
Siempre vuelvo a la Sierra de Guadarrama. Es un lujo tenerla cerca para reconectar con la naturaleza. Es importante ser conscientes de los servicios que nos da, de que tiene un componente emocional muy fuerte. Para mí es salud mental. Por ello, también en las ciudades hay que promover los espacios verdes.
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