Elisenda Roca nos transmite el latido de las pequeñas heridas del mundo
‘Animales heridos’, el nuevo libro de Elisenda Roca (Barcelona, 1963) –conocida periodista y presentadora de televisión–, construye con gran honestidad una colmena emocional que llega al lector. Cuenta de forma natural elaborados procesos vitales. Escucha el latido de las pequeñas heridas del mundo, las que provoca la rutina, la violencia sin moratones ni huesos rotos.
Animales heridos no es una novela deslumbrante, pero es una novela honesta. Una novela que encaja desde la primera página en la memoria de quien lee, de esa forma en que encaja la comida que un ave lleva hasta la boca de su polluelo. Las vidas de su protagonistas son atraídas por distintos dolores, por distintas pérdidas. Sus biografías agonizan mientras se van escribiendo hasta que un día un milagro o, lo que es lo mismo, la lealtad de un hombre muerto obra su resurrección. Nora, Daniel, Ana, Alex, Clara y otros personajes, como la carismática Alicia, fotogramas de un mismo milagro, irán poblando las páginas de esta novela escrita con muchísimo gusto y con muchísimo tacto por parte de su narradora.
Un amor prohibido, el de Ana y Antón, creará un refugio en mitad de la naturaleza para todos los animales heridos que acabo de enumerar hace un instante.
Un refugio para Nora que huye de una vida de maltrato psicológico:
“Pero el maltrato verbal era doméstico, de puertas adentro. Y ella no era consciente. Miradas de menosprecio, frases hirientes, gritos, puñetazos en la pared o en la puerta y una vida de terror. Y ella esperando que fuera más allá y la golpeara, porque pensaba que así sería más fácil librarse de ese hombre convertido en torturador”
Un refugio para Daniel que acaba de enterrar a Beth, la mujer más generosa y hermosa del mundo, que antes de morir ha ofrecido refugio, cariño y cuidado a todos los perros maltratados del pueblo.
Para Alex y Clara, sus hijos. El bullicioso Alex y Clara, su silente hermana gemela. Y para Ana, que paradójicamente acabará de perder la memoria en el lugar del que más recuerdos atesora.
De manera sencilla y sin ninguna pretensión estética, Elisenda Roca va hilvanando una historia que se lee sola, que nos habla del dolor de una forma nada categórica, que alterna la alegría y la esperanza de esa forma en que un día de verano alterna sin prejuicios y sin dramas la furia del sol y la negritud de una tormenta inesperada.
Animales heridos es una novela luminosa, dinámica y con unos diálogos a ratos alimentados por la inteligencia y a ratos alimentados por esa frivolidad útil, capaz de anular al más perseverante de los estereotipos.
Roca ha sabido cómo disipar la nociva nebulosa que siempre lleva impuesta la autobiografía hasta hacer de Animales heridos una multibiografía en la que por fortuna el más incómodo de los pronombres personales no hace acto de presencia:
“¿Sabes que me he desmayado, hija? Desmayarse es como morir. Te apagas de repente, por completo. Sin avisar. Me he desconectado. Y no duele. Morir no duele”.
Roca ha construido una eficaz colmena emocional de verbo inteligente. Con una autoridad narrativa que instala a los protagonistas de este libro en esos pequeños oasis de rebeldía que a veces la inercia les permite habitar a los seres humanos. Roca cuenta de forma natural elaborados procesos vitales. Escucha con gran sincronía el latido de las pequeñas heridas del mundo, las que no necesitan supervisión médica, las que no alarman a quienes nos conocen. Las que provoca la rutina, la violencia sin moratones ni huesos rotos, la que deja la muerte prematura de una madre y la herida que deja la demencia en la memoria de quien la padece.
Una novela muy recomendable (y que he leído sin interrumpir ni una sola vez la lectura), aunque con tres peros muy alarmantes para una lectora tan impertinente y atenta como yo.
Un final demasiado feliz, permítaseme la boutade sabiendo la naturaleza argumental de esta historia. La traducción del catalán de la propia escritora, que a ratos importuna al lector por culpa de frases que en castellano chirrían, y mucho. Y, por último, algunos lugares comunes desde lo emocional que le roban sin piedad la elegancia al resto de la narración.
Sin embargo, les animo a que la lean, porque hay momentos extraordinarios en esta novela en que la naturalidad es un regalo para el lector. Además, Roca es una impresionante narradora en cuanto a la naturaleza se refiere. Convierte a los árboles en irresistibles personajes, en poderosos interlocutores, y circunscribe a sus protagonistas dentro de ese círculo de empatía con que los animales agasajan siempre a quienes son considerados con ellos. Sus protagonistas serían otros sin la presencia de los animales que los acompañan, y los animales que convoca la escritora catalana solo serían las silenciadas víctimas de un sistema totalitario de extinción aplaudido por los distintos gobiernos de esta España mía, de esta España nuestra, que cantase y señalase la gran Cecilia.
Así que lean Animales heridos, hay mucha verdad y mucha poesía en las heridas de los supervivientes que habitan en esta novela. Léanla, porque las novelas sencillas y valiosas como esta son una rara avis sobre las mesas de novedades que nunca se cansan de confundir lo sencillo con lo insulso.
‘Animales heridos’. Elisenda Roca. Planeta. Traducción de Elisenda Roca.
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