Elvira Lindo habla ‘a corazón abierto’ con su padre
Elvira Lindo alcanza un nuevo desafío literario y humano con ‘A corazón abierto’ (Seix Barral), su nueva, arriesgada, profunda y emotiva novela de no ficción en la que el hilo conductor es la relación compleja y contradictoria con su padre. ‘A corazón abierto’ es también un viaje a la infancia perdida y al mundo de los sueños. Uno de los mejores libros que he leído últimamente, y que me ha servido de consuelo en estos días de confinamiento en los que la vida real, la ‘auténtica normalidad’, nos parece tan lejana.
Esta semana en mis clases del taller de escritura hemos leído La virgen albanesa, un cuento de Alice Munro. No es la primera vez que nos acercamos a esta autora de la que tanto tenemos que aprender quienes nos dedicamos al oficio de escribir y de leer. Entre los materiales que manejo para introducirnos en su vida y su obra, suelo recurrir a un hermoso artículo escrito por Elvira Lindo hace tiempo, en 2010, cuando se publicó en España Demasiada felicidad, uno de los grandes títulos de la autora canadiense. Al principio, Alice Munro escribía en el cuarto de la plancha, mientras sus hijas dormían la siesta, y no dudaba en dejar a un lado su literatura cuando sus hijas entraban en la habitación, como si hubiera dejado a un lado una lista de la compra y no el relato de una premio Nobel. “La escritura sin vanidad”, dice de ella Lindo.
La escritura sin vanidad. Pienso en esta bonita definición de lo que es para algunos escritores su trabajo y creo que encaja perfectamente con la literatura que desde hace años nos regala a sus lectores Elvira Lindo, tanto en sus artículos y reportajes periodísticos como en sus libros, y que ha alcanzado un nuevo desafío literario y humano con A corazón abierto (Seix Barral), una deslumbrante, arriesgada, profunda y emotiva novela de no ficción en la que el hilo conductor es la relación compleja y contradictoria de la autora madrileña con su padre, Manuel Lindo.
«Cuando terminé de leer A corazón abierto, me vinieron a la cabeza dos libros que figuran en mi canon personal y sentimental: La carta al padre, de Kafka, y La invención de la soledad, de Auster. Por un lado, A corazón abierto puede leerse como una larga carta al padre muerto, pero sin ese dolor macerado de Kafka hacia un padre tan distinto a él y a quien siempre hizo responsable de su fragilidad y al que acusó de incomprensión. Al contrario, Lindo retrata a su padre desde la empatía, la compasión y el amor. Con distancia, pero con cercanía a la vez. Al convertirlo en un personaje de novela, Lindo es capaz de transitar por las zonas de sombra del padre (su autoritarismo o su fanfarronería, por ejemplo), pero también por las luces, como ese instinto de supervivencia que tuvo siempre o el amor que sintió por su familia, el refugio de un niño abandonado en plena posguerra.
En La invención de la soledad, Auster escribe que en realidad no conocía a su padre, muerto prematuramente de un infarto, y que el libro es en parte una búsqueda de esa figura. Lindo conocía bien a su padre, o al menos todo lo que se puede conocer a una persona, más cuando ese hombre de carne y hueso es tu padre, y su novela es un intento por explicar su relación con ese hombre de carne y hueso a quien el miedo a la soledad marcó de por vida»
Narrada desde el presente, con ajustados saltos temporales y cambios en el punto de vista que agrandan la historia, A corazón abierto es un “ajuste de cuentas” con el padre muerto, pero es muchas cosas más. De un carácter opuesto al padre, la madre de Lindo es otro de los grandes personajes de esta novela que respira honestidad literaria. Si el padre es ubicuo, la madre es como un “fantasma”, como un vestido ligero que nos cubre casi sin que nos demos cuenta. Es un personaje que se define más por su ausencia que por su presencia, una gran elipsis, y ese es otro de los méritos literarios del libro. Si como decía Rilke nuestra verdadera patria es la infancia, creo que A corazón abierto es también un viaje de Lindo a esa infancia perdida, al mundo de los sueños, al fin de la inocencia y el paso a la edad adulta. Un viaje literario que la autora solo puede concebir como una aventura.
El libro está narrado en un tono que mezcla muy bien una cierta melancolía (nunca la nostalgia) con el humor y con esa capacidad sorprendente de Lindo para entreverar la reflexión más intimista y profunda con el lenguaje de la calle. En ese sentido tiene un oído que me recuerda al de otra gran autora, Grace Paley. Es una escritora atenta al detalle, capaz de describir a un personaje con pocas palabras. “Porque mi abuela tenía una cara de señor histórico”, escribe de su abuela paterna, tal vez el personaje más oscuro de la novela.
En el artículo de Lindo sobre Alice Munro que citaba al principio escribía la autora madrileña: “Munro ha escrito en alguna ocasión que no necesita elaborar ni embellecer a sus personajes: ‘La vida de la gente es suficientemente interesante si tú consigues captarla tal cual es, monótona, sencilla, increíble, insondable’. Sólo quien no tiene perspicacia para ahondar en el alma humana hace una distinción entre personajes fascinantes, con brillo social, y aquellos que parecen destinados a caer en el olvido”. Creo que eso mismo es lo que ha hecho Elvira Lindo en Corazón abierto, indagar en el alma humana a partir de un hombre fascinante, el padre, que es a la vez singular y también universal en la medida en que se convierte en personaje literario.
El viaje que nos propone Lindo en A corazón abierto (preciosos, por cierto, los dibujos del interior de Miguel Sánchez Lindo) no es solo una introspección personal y familiar. Con ella recorremos también las miserias y el hambre de la posguerra española, la España de los años sesenta y setenta –con esos interminables trayectos en coche que había que emprender casi al anochecer para evitar el calor sofocante–, la Transición o la periferia de la lucha antifranquista.
Hay buenos escritores que solo son escritores. Los leemos por la brillantez de su prosa, por la cadencia de sus frases, por algún hallazgo verbal, por una reflexión sorprendente. Y hay buenos escritores que además son buenos narradores. Además de lo anterior, los leemos porque a partir de una historia tratan de entender el mundo, de entenderse a sí mismos, y en ese empeño nos iluminan también a los lectores. Elvira Lindo pertenece a esta segunda clase.
La autora nos enseñó que hay 30 formas de quitarse el sombrero. No sé cuántas habrá de desnudarse literariamente. Creo que al menos hay dos. Una, como quien vomita una vida, al modo adolescente, y rellena páginas y páginas, en sagas eternas sin ningún interés literario. Y otra, como hace Lindo, como quien necesita vivir para contarla, en palabras de García Márquez. A corazón abierto es uno de los mejores libros que he leído últimamente, lo he devorado en pocos días y me ha servido de consuelo en estos días de confinamiento en los que la vida real nos parece tan lejana.
Comentarios
Por Josefa, el 03 mayo 2020
Increible artículo. Es una autora que me encanta y me atrapa y su nuevo libro se quedó en mi lista de espera. La comparación doble me ha interesado muchísimo.
Por Inma, el 03 mayo 2020
Me lo leeré. Leyendo a Elvira ves desfilar la vida en las páginas, la suya y la de los demás. Va con su tiempo y es una maravillosa narradora de nuestros días.Su padre siempre ha estado muy presente en su obra. En los diarios de NY recreaba su ausencia y su presencia, sus consejos a distancia, la despedida hecha nada más llegar. Y también recreaba la pérdida prematura de su madre a los 47 años. Hay que ser muy buen escritor para desnudarse así.
Por Javier Morales Ortiz, el 04 mayo 2020
Gracias, te gustará mucho. Saludos