Elvira Lindo homenajea a los niños de la guerra en ‘El niño y la bestia’
La escritora y periodista Elvira Lindo lleva al teatro Fernán Gómez de Madrid ‘El niño y la bestia’, un formato novedoso, una especie de «ópera contada», sobre la infancia de su padre en el Madrid duro de 1939, recién terminada la guerra civil. Un sentido homenaje a su padre, al que adoraba, a Madrid y a toda una generación de perdedores que tuvieron que trabajar muchísimo para salir adelante.
Dice Elvira Lindo en el pase de mano de su obra El niño y la bestia, una suerte de «ópera contada», como le gusta denominarla, que la “historia siempre estuvo ahí”. “La escuché desde niña de labios de mi padre”, continúa. “Él era el niño, el niño desamparado de nueve años en el Madrid devastado de 1939, recién acabada la guerra. La Bestia era el mote que asignó a una mujer que lo trató con frialdad y violencia. Pero cuando llevaba mediada la escritura del relato, me di cuenta de que la Bestia era una presencia más amenazante, ubicua e inaprensible que la que podría asignarse a una sola persona; la Bestia, en nuestra historia, es esa guerra que no acaba de irse”.
Transitando entre géneros como el cabaré, el jazz, la narración musicada o la música contada, la escritora nacida en Cádiz se alía con un ensemble de seis músicos para poner en pie un espectáculo emocionante e inclasificable en el que se narran algunas de las peripecias que Manuel, su padre, vivió cuando fue enviado a Madrid por su madre para vivir con una tía en la capital, justo el año en el que los manuales de historia dicen que terminó la guerra civil española. Es la historia de un crío valiente que supo domar su destino hasta lograr encontrar refugio y amparo.
Sin embargo, Lindo sitúa a su personaje principal en un Madrid en el que, en realidad, la guerra no ha terminado. Un Madrid, también protagonista, lleno de escombros, de luto, mutilados y harapos, de fusilados al otro lado del río. Repleto de rabia, desamparo y miedo, solo capaz de infundir la mayor de las desconfianzas y una pertinaz perspicacia en el carácter de cualquier niño de nueve años. Una ciudad golpeada, pero con unas tremendas ganas de sobrevivir.
Cuenta la escritora que la culpable de todo es su sobrina María Lindo, oboísta que también firma el concepto y la dirección del espectáculo. Ella supo embarcar a sus compañeros del Linien Ensemble, fundado en Berlín, y al compositor Jarkko Riihimäki, autor de la partitura, en esta aventura que ha terminado siendo todo un homenaje a los niños de la guerra y a una ciudad, Madrid, que supo resistir con entereza las batidas del ejército franquista.
¿Cómo surge el proyecto ‘El niño y la bestia’?
Surge porque María (Lindo) vino a verme y, como es una mujer muy inquieta, tenía la idea de organizar algún proyecto que aunara poesía, literatura y música, pues tiene un grupo de amigos músicos que fue captando. Vino a casa y me pidió que escribiera algo.
¿Por qué contar una historia de tu padre siendo niño?
En aquel momento había empezado a escribir un libro -que saldrá en febrero- que consta de una serie de historias sobre mis padres. Esta se insinuaba en uno de los relatos. Así que pensé que podía escribirla para que pudiera ser representada en el escenario. Lo escribí directamente para ser narrado. Se lo envié a ellos y les gustó mucho. Jarkko, que es el compositor y no conocía Madrid, vino a la ciudad, y paseó por algunos de los lugares que aparecen en el relato, empezando por Atocha, y compuso una serie de piezas que conforman el espectáculo.
No debe de ser fácil escribir sabiendo que habrá una banda sonora detrás…
Bueno, en Berlín tuvimos que encajar las piezas para que no fuera por un lado la música y el texto por otro. Tuvimos que trabajar mucho para que todo fuera una sola cosa. Yo debía ser un instrumento más dentro de esa orquesta.
¿Cuándo terminasteis el puzzle?
En 2018, María llamó a la embajada de España y pensaron que sería bonito utilizar este material para celebrar el hermanamiento de las ciudades de Madrid y Berlín. Se hizo en un teatro art déco de Berlín, el Admiral Palast, al que acudieron el alcalde de Berlín y la alcaldesa Manuela Carmena. Y desde entonces ya pensamos en traerlo aquí. Ha sido todo un esfuerzo, sobre todo de María y de las personas que integran el Ensemble. Estuvimos en dos festivales de música este verano, en el festival de Segovia de Música de Cámara y en Los Veranos de la Villa en El Escorial. Ahora hemos saltado al Teatro Fernán Gómez y es ahí cuando empieza a haber personas interesadas en llevarlo a otros lugares.
La historia que se narra en el espectáculo, ¿te la contó tu padre tal cual?
No se puede decir así. Esto es literatura. Hay una historia fundamental que contaba mi padre, pero luego existe un trabajo, por ejemplo, de documentación de cómo era Madrid en la época y de fabulación y de añadir detalles, ambientación y ritmo. La ficción que se construye sobre alguna historia necesita de un añadido de creación. Pero para mí lo que es la esencia de la historia es cierta.
A tu padre lo enviaron solo en mayo del 39 desde el sur a Madrid. ¿Por qué?
Me imagino que por quitarse una boca. No era algo extraño en la época. Había mucho movimiento de niños así, enviados a casa de familiares, supongo que como una forma de compartir esfuerzos en una época realmente dura. Y eso suponía que se producían situaciones muy adversas para los niños.
¿Cuántos hermanos tenía tu padre?
Eran cuatro, pero creo que el último no había nacido todavía cuando se cuenta esta historia.
Y termina en casa de una de sus tías de la que finalmente sale huyendo. ¿Es esta la historia de una escapada?
Él salió huyendo de una ciudad que era muy hostil en ese momento. Era increíble mandar a un niño a Madrid solo. Pero para mí no es un cuento sobre «la tía mala», sino más bien sobre la guerra. La guerra y la miseria hacen que mucha gente pierda un grado de generosidad. Hace que mucha gente lo gane heroicamente y que otra mucha gente lo pierda, porque en una guerra no están las cosas como para ser generosos. Creo que esta narración es más bien sobre una época sombría.
En la música se escuchan ecos de Leonard Bernstein, de tango, de jazz, de música cubana, hasta a veces parece inspirado en partes del ‘Liverpool Oratorio’ de Paul McCartney. Hay copla, cuplé… ¿Hasta qué punto has intervenido en la música del espectáculo?
He participado mucho y de varias maneras. Tanto el cuplé como la copla eran referencias del texto y son elecciones mías. Cuando estaba escribiendo tenía en cuenta que debía crearse una banda sobre esas líneas. Así que hice al niño pasear y hacer cosas por aquel Madrid que fueran interesantes para ser ilustradas musicalmente. Las referencias al cine, a los animales salvajes, a Tarzán, por ejemplo… Son sugerencias que yo hacía. Cuando ensayamos en Berlín, ellos, que son músicos, sabían cómo acoplar las cosas, pero yo también expresé, de alguna forma, si me sentía cómoda con lo que sonaba detrás. Yo no me corté nada y estuve allí para opinar. Así que sí, hice todas las sugerencias a la partitura que creí que podrían enriquecer el resultado final.
En ‘El niño y la Bestia’ parece que haya dos niveles. Un homenaje a la figura de tu padre por un lado y una especie de ajuste de cuentas sobre lo recto y lo recio que fue con sus hijos…
No. No hay ningún ajuste de cuentas con él. Yo quería mucho a mi padre siendo como era. Creo que a él le tocó formar parte de una generación difícil porque había vivido una infancia muy dura. Y es una generación que no se ha victimizado. Tuvieron que trabajar muchísimo. Mi padre tuvo que ser muy fuerte en la vida, lo que significó que fuera fuerte también con sus hijos. Era una persona con muchísima personalidad, mucho carácter, autoritario… Pero yo nunca quise tener otro padre. Yo adoraba a mi padre. Lo adoraba.
Es verdad que ahora hay una especie de tendencia en la que todo se juzga. Y no. En mi caso, no. Solo he intentado rastrearlo. Todo el texto está salpicado de consideraciones, a veces psicológicas, sobre qué es lo que pensaba, sentía y de qué forma a un niño que se ve desamparado a los 9 años esas experiencias le pudieron conformar el carácter. Eso lo tuve muy presente. Mi padre nos quería furiosamente. Y era, probablemente, a veces producto de no haber sido bien educado sentimentalmente hablando. Y a pesar de todo esto, le queríamos mucho.
¿A qué se dedicaba tu padre?
Estaba destinado a ser guardia civil, porque su padre lo había sido, pero él no quiso. Tenía una inteligencia de superdotado para los números. Fue el hijo menos favorecido de sus hermanos, así que fue estudiando aquí y allá, aquí y allá… Y a base de mucho esfuerzo logró llegar a auditor en la empresa Dragados.
¿A qué edad murió?
A los 83, en 2013.
La historia se sitúa en el 39. Es curioso que sea en una ciudad en la que ahora gobierna una derecha con apoyo de la extrema derecha que acusa de revanchistas a los perdedores.
Me parece que la obra tiene mucha sutileza. Creo que por eso llega tanto. Está lo que ocurría en España, pero contado a través de la mente de un niño que vive una experiencia que se ha repetido en muchos niños y muchas guerras. Y eso es lo que la hace universal. La puedes contar aquí, en Berlín o en Italia, por ejemplo, y la gente va a entenderlo perfectamente.
¿Y qué te parece el discurso de la derecha respecto a los perdedores?
Que se escatime el reconocimiento a las personas que fueron perdedores después de 40 años de victoria y de una dictadura tan vengativa con quien perdió, me parece que define a la derecha, que se deja arrastrar por la derecha más extrema, para entrar en ese discurso de «como queremos la paz, no queremos hablar de esto…”. Y ese discurso no vale. Hay muchas cosas que hay que recompensar, que reconocer a los que no fueron vencedores. Hambre pasó la mayoría, pero miedo, desprecio y silencio lo pasaron solo unos cuantos. Me parece un signo de los tiempos, me parece mezquino y poco generoso, y además una forma de no saber ejercer un conservadurismo moderno. Eso es lo que los ha arrojado en los brazos de Vox. Pero Vox no tiene la culpa de todo. Ese discurso de que la izquierda es revanchista lo está sosteniendo también el Partido Popular en las instituciones madrileñas.
Esta obra también es un homenaje a Madrid.
Sobre todo es un homenaje a los niños de la guerra. A una generación que levantó económicamente el país y que trabajó tantísimo. En cuanto a Madrid…, creo que Franco odiaba Madrid, porque se le había resistido de una manera empecinada.
¿Qué crees que habría opinado tu padre de esta obra?
Creo que para él habría sido demasiado emocional y a lo mejor habría cosas que le hubieran inquietado. Mi padre tuvo una madre muy dura, pero estoy segura de que no le hubiera gustado escucharlo en un escenario. Él quería a su madre. Tenía una extraña lealtad. Pero si él hubiera visto la simpatía, la empatía, el silencio del público, el respeto que hay hacia ese niño y los aplausos del final, le habría encantado. Todas mis dudas se han disipado al asistir a eso.
‘El niño y la bestia’. Teatro Fernán Gómez de Madrid. Hasta el 15 de diciembre.
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