Emmanuel Courcol: “El miedo al ridículo es algo muy fuerte en los hombres”
“Vámonos” / “No podemos” / “¿Por qué?” / “Esperamos a Godot”. Vladimir y Estragón esperan en vano, día tras día, a Godot. Han pasado ocho décadas desde que Samuel Beckett escribiera el legendario texto de ‘Esperando a Godot’ y los seres humanos seguimos sumergidos en el hastío, detenidos en el limbo de la expectativa existencial. De entre todos, la obra del irlandés resuena muy especialmente entre la población de reclusos del mundo. A ellos les propuso el director de teatro Jan Jönson poner el texto en escena en una prisión de Suecia. Y de aquella aventura, y de la gira posterior que hicieron por teatros del país, nació ‘El triunfo’, la nueva película de Emmanuel Courcol, que se estrena este fin de semana en España.
Mejor Comedia en los Premios del Cine Europeo de 2020, la película está protagonizada por Kad Merad y un grupo magnífico de actores poco conocidos que dan vida a los presos. El cineasta, con ellos y desde fragmentos del texto de Beckett, dibuja un retrato del sentimiento de vacío y de la esperanza, mientras reivindica el valor esencial de la cultura. Además, Emmanuel Courcol, para hacer esta película, se puso en contacto con Irene Muscari, coordinadora cultural para la reinserción de presos en la cárcel donde se rodó esta historia. “Llegué al teatro y vi a la mujer”. Así nació otra hermosa aventura, el triunfo del amor.
¿Cómo fue el encuentro entre ustedes?
Irene Muscari: En 2017, Emmanuel estaba escribiendo el guion de la película. Yo había montado una serie teatral sobre la Ilíada de Homero con presos y actores profesionales. El montaje se presentó en un gran teatro de París, los presos iban y volvían a la cárcel cada noche. Hicieron gira, pero en el mismo teatro. Emmanuel se enteró y justo esa era la historia que él estaba escribiendo, de modo que fue a ver el montaje y así nos conocimos. Luego le invité a ir a la prisión.
Emmanuel Courcol: Yo tenía que esperar a Kad Merad un año para que pudiera rodar e Irene estaba montando ya otro proyecto, y me invitó a que lo siguiera durante todo el proceso. Aquello alimentó el guion de la película y también me ayudó a que me conocieran los funcionarios de la prisión. Pero lo más importante es que la primera vez llegué al teatro y vi a la mujer.
“Aquí pasamos la vida esperando”, dice uno de los personajes, de los presos. Pero ¿no es ese un sentimiento universal, no pasamos todos la vida esperando aunque no sepamos a qué?
Emmanuel Courcol: Sí, por eso la obra es tan universal y habla a todo el mundo con el mismo eco, da igual en qué país del mundo, sirve absolutamente para todos. Esperas la vida entera. Nosotros tenemos otras posibilidades, me refiero a los que no estamos en prisión. Y lo último que esperamos es la muerte. Pero los presos tienen muchas menos alternativas que nosotros. Viven en un espacio en el que la espera es el pan nuestro de cada día, porque en prisión no están ocupados todo el tiempo, viven en soledad y con poca diversión.
Irene Muscari: Lo importante no es tanto lo que esperamos, sino la espera en sí. En el caso de esta historia, lo importante es el recorrido hasta el espectáculo. Si pensamos en términos de espera, es un reflejo de todos nosotros, pero lo interesante no es la muerte, sino el recorrido que nos lleva hasta allí.
El teatro ayuda muchísimo a estos hombres, pero ninguno de ellos conoce la obra ni sabe quién es Samuel Beckett, ¿es una reivindicación de la cultura popular y una denuncia de la cultura elitista?
Emmanuel Courcol: Es verdad que hay un aspecto elitista en la cultura que es nocivo. Hay mucha gente que no va nunca al teatro porque piensa que no es para ellos, que se van a aburrir o que no lo van a entender. Es el concepto de cultura sagrada. La realidad es que si de pequeños van a un teatro y se aburren, no volverán nunca más, es como una vacuna. Pasa igual con los museos, con la música… El público está atrapado, todos delante de ti y no se pueden ir. Pero Irene lleva a los presos con los que trabaja a museos, talleres de escritura, obras de teatro… y el resultado es que luego están cómodos en la cultura. Cuando se encuentran con alguien que se compromete con ellos, para estas personas es una cuestión de autoestima. Y acceden a la cultura. Cuando seguí el proceso del montaje real, vi al director muy exigente con los presos y eso era algo que tenía yo también en la cabeza. Él no hace concesiones, no tiene compasión. El personaje no es un trabajador social, es un director.
Irene Muscari: No es la cultura la que es elitista sino el tipo de propuesta, la manera en que se acerca a la gente que no tiene costumbre. Cuando enfrenté a los presos con la gran literatura clásica, la Ilíada, solo era cuestión de saber cómo hacerlo. Este es un trabajo de mediación y es tu responsabilidad cómo acercas el arte a estas personas. Hay que encontrar la forma en que la obra se comunique con la persona.
¿Qué tiene ‘Esperando a Godot’ que la convierte en una buena obra para acercar la cultura al público?
Emmanuel Courcol: Del texto de Samuel Beckett ha surgido esta película, que es una película para el gran público. La televisión no quiso financiar la película, pero ahora que la ha visto, la ha comprado. Beckett no es una vaca sagrada, también tiene una vertiente lúdica, divertida, alegre, feroz… He visto extractos de Esperando a Godot en Broadway, con Robin Williams, Steve Martin… y la gente no para de reír. Y no es nada intelectual.
Irene Muscari: Es esa perspectiva elitista la que separa a la gente de muchas cosas.
Emmanuel Courcol: Además, el buen teatro, el teatro de Beckett, de Chejov… toca a la gente, la conmueve en cosas esenciales, primordiales… La esperanza, el vacío… Todos nos podemos interesar por esto.
Los personajes de la película tienen que superar un obstáculo importante para ellos, el miedo al ridículo, y es algo que en la historia se presenta como una característica especialmente masculina, ¿es así?
Emmanuel Courcol: En las prisiones hay más mujeres aprendiendo teatro que hombres, y sí creo que tiene mucho que ver con el miedo al ridículo. El macho tiene una imagen de sí mismo que tiene mucho que ver con la virilidad, para ellos subir al escenario es ofrecerse al peligro. Las mujeres son más valientes y en ese sentido tienen menos que perder. El hombre en el escenario se expone a la debilidad, mientras que lo que siempre se mal llamó el ‘sexo débil’ está acostumbrado a exponerse. Es como si el hombre tuviera más que perder. Eso es lo que más se nota en la relación con los presos. El miedo al ridículo es algo muy fuerte en los hombres.
¿Por qué quiso trabajar con actores tan poco conocidos?
Quería que parecieran no profesionales. Creo que lo parecen, lo que significa que he conseguido lo que quería, aunque son realmente unos grandes profesionales. Es verdad que son actores poco conocidos, pero es que el objetivo es que no fueran identificables por el público. Aunque reconozco que lo primero que me planteé fue trabajar con actores no profesionales y con ex presos, intentando desarrollar esto y hablando con el productor, decidí que era demasiado complicado y bastante aleatorio. Hubiera necesitado mucho tiempo y mucha preparación antes del rodaje. Por eso me decidí a trabajar con actores de verdad
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