En lo más íntimo de la danza con La Ribot
La Ribot (Madrid, 1962) presenta ‘DIEstinguished’, cuyo título resulta de un juego de palabras entre muerte (die) y distinguida (distinguished), hoy y mañana, 2 y 3 de febrero, en los Teatros del Canal, Madrid. Los diez bailarines que integran la pieza se convierten en operadores de cámara que transmiten en directo sus propios movimientos, de tal manera que los espectadores asisten simultáneamente a la función en vivo y a través de sus teléfonos móviles. Aunque María José Ribot, la artista, ha merecido todos los reconocimientos institucionales que sirven para consagrar a un coreógrafo –del Premio Nacional de Danza en 2000 al León de Oro Honorífico de la Bienal de Venecia dos décadas después–, sorprende la frescura con la que se refiere a su trabajo: una propuesta transdisciplinar en la que nunca falta una importante dosis de deseo y destellos de humor.
¿Cómo me dirijo a usted, como María o Ribot?
En casa y en el estudio me llaman María, pero las piezas las firmo como La Ribot. Así parezco otra persona, y me libero de algunas cargas. En cualquier caso, ¿podemos tutearnos?
¡Claro! En esta ocasión, ¿vamos a verte bailar?
No, qué va. Esta vez me voy a quedar fuera, porque hay mucho lío dentro. Vengo con diez bailarines de mi compañía a los que he dado una serie de parámetros. Ellos tienen que jugar con estos parámetros. Una crítica francesa dijo que se trataba precisamente de eso, de un juego de adultos. Puede parecer sencillo, pero no lo es. Queremos mostrar cómo la danza está continuamente escribiéndose en vivo. Cada vez que hacen la pieza resulta distinta, cambia mucho de un día para otro, aunque haya unas pautas fijas.
Por lo que dices, me recuerda a una de tus performances, ‘LaBola’. La vi hace un par de años en la Sala Alcalá 31, cuando te dedicaron una exposición antológica: ‘A escala humana’.
Esa performance era el núcleo, pero ahora verás que todo está mucho más saturado, porque había que adaptarla al teatro: luces, escenografía… Además, he incluido la posibilidad de que los bailarines transmitan en streaming y desde dentro de la pieza sus propios movimientos, a través de la cámara del teléfono móvil. De esta manera el público puede ver lo que pasa entre ellos y a muy poca distancia. En DIEstinguished quiero mostrar la coreografía desde su punto de vista. En la danza hay una parte física y sensorial fuerte, que puede ser perturbadora, pero también muy bonita. Se crea una intimidad especial entre los intérpretes. Huelen, sudan, a veces se conocen de toda la vida e incluso puede que algunos estén enamorados. Todo eso no se ve desde fuera, porque paradójicamente la ventana teatral nos impide verlo.
A mí siempre me parece complicado llevar a escena ese mundo casi intangible del smartphone. No me interesa demasiado que la tecnología se convierta en el tema. Tengo la sensación de que algo así puede envejecer muy pronto. Pero tú llevas años trabajando en el concepto del cuerpo-operador.
Totalmente, totalmente. Cuando oigo por todos los sitios que estoy haciendo una obra en torno a los teléfonos móviles, me doy cuenta de que no me he explicado bien. Se trata sólo de una herramienta. Lo que me interesa son las pantallas, la posibilidad de transmitir lo que se vive dentro de la pieza. Podría haber hecho DIEstinguished con cámaras de mano, pero no son tan ligeras como las cámaras de los smartphones, que además tienen muchísima calidad. Tengo un montón de piezas de vídeo, algunas de hace ya bastantes años, en las que planteo esta idea del cuerpo-operador, que se graba a sí mismo, como si la cámara fuese una prótesis más. La diferencia es que el streaming es muy importante aquí, porque nos permite ver que la danza está viva.
Está bien que puedas aclararlo, porque ‘DIEstinguished’ no es una pieza sobre la tecnología, sino sobre la danza y la vida, el tiempo y la muerte.
¡Exacto! Me aprovecho del teléfono móvil que todos tenemos en la mano, algo precioso y brutal al mismo tiempo y que forma parte de nuestra intimidad –tan íntimo que lo tenemos junto a la cama durante la noche–, para que el público pueda experimentar la intimidad de la danza. Pero no me interesa la tecnología en sí misma. Ya Loie Fuller hace cien años le habría encantado incorporar el cine en sus coreografías, pero entonces necesitaba 30 operadores y una cámara que no se podía ni mover. ¡Y nosotros tenemos una en el bolsillo!¡Es lo más puntero! Un ordenador condensado, cargado de datos nuestros, de toda nuestra vida. Me chifla.
A mí esto me hace pensar en el transhumanismo, esta corriente filosófica que plantea cómo poco a poco vamos convirtiéndonos en seres tecnológicos y que incluso en un futuro abandonaremos nuestros cuerpos y migraremos a las máquinas.
La investigación del cuerpo-operador tiene que ver con eso. No tanto porque nuestro cuerpo se convierta en una máquina, porque nuestro cuerpo ya es una máquina perfecta, muy bonita y muy sexy, sino porque ahora tiene la posibilidad de incorporar una prótesis que amplíe nuestras experiencias.
Tanto en ‘LaBola’, como en ‘DIEstinguished’ hay un montón de ropa de colores, complementos y objetos cotidianos, como un zapato, un libro, unas gafas… ¿Cómo llegas a estos objetos que están tan presentes en tu obra y que determinan sustancialmente la acción y el movimiento? Siempre me hago esa pregunta: ¿encontraste el objeto por azar y has creado la coreografía, o la coreografía te ha llevado a fijarte en ese objeto?
Se dan las dos posibilidades. Puede ser que los encuentre por casualidad y me inspiren la obra, o que yo los busque, porque cuando yo estoy trabajando sobre un tema tengo los ojos muy abiertos.
Me acuerdo por ejemplo de una manta térmica que usabas en ‘S liquide’, que forma parte de ‘Still Distinguished’, una serie de performances que hiciste allá por el año 2000 y que vi en la Galería Soledad Lorenzo. Ahora forma parte de la colección del Reina Sofía.
Still Distinguished hablaba de la muerte, pero también de la permanencia, aún (still), y usé una manta térmica, debajo de la que me metía y hacía una apnea sin que el público se diera cuenta. Fíjate que interesante, en Suiza se las llevan a la montaña para combatir el frío y en España se colocan encima de los muertos. Tienen un uso totalmente distinto y adquieren un significado diferente. Puede estar relacionada a la vez con la vida y la muerte.
Esta relación tan íntima con una manta me hace pensar en el Método Stanislavski, un método de interpretación teatral que propone al actor crear el personaje a partir del objeto.
En realidad es el método que usamos casi todos, pero con distintas variantes. Pina Bausch también tenía muy presentes los objetos, que, aunque pueden ser muy simples, ella siempre los magnifica. Y Duchamp hace lo contrario, los desprecia, les quita importancia y los recontextualiza.
‘DIEstinguished’, la pieza que presentas en los Teatros del Canal, es la número 58 de las ‘Piezas distinguidas’, un proyecto que comenzaste en 1993, a medio camino entre el arte contemporáneo y la danza.
Imagínate, me propuse hacer 100 Piezas distinguidas y todavía voy por la 60, pero estoy tratando de alargar el proyecto todo lo que puedo. Suelen ser piezas muy breves que se muestran conjuntamente en una serie, pero DIEstinguished es un poco más larga, es un plano secuencia que no podemos fragmentar y por eso la montamos sola, sin las demás. El proyecto de las piezas distinguidas va cambiando con mi vida. Las hemos hecho en museos, galerías, teatros… Excepto en los 80, cuando monté con Blanca Calvo la compañía de danza Bocanada, y me movía con Olga Mesa, Juan Domínguez, etc… siempre he estado entrando y saliendo del teatro.
En cuanto comencé una carrera en solitario, mis piezas distinguidas se podían ver en festivales de performance y artes plásticas o en espacios no teatrales. Como dice el coreógrafo y bailarín Boris Charmatz, la danza contemporánea es un arte contemporáneo. A mí siempre me ha interesado muchísimo el arte contemporáneo. El museo, la galería, el teatro son lugares donde me siento legitimada. Los artistas somos todos transdisciplinares. Atravesamos las disciplinas con muchísima más tranquilidad que la academia y la crítica. Las diferencias entre disciplinas nos importan un bledo. En mi caso particular, no hay manera de que me quede quieta en ningún sitio. Esto no quiere decir que sepa de todo, sino que no tengo miedo a meterme en berenjenales.
¿Y el público atraviesa también las disciplinas? ¿Saltan con el artista de una a otra?
Sí, el público va de una disciplina a otra sin problemas. Eso no les preocupa, lo que les interesa es la obra del artista. El público no trata de ponerte etiquetas. Pocas veces he recibido críticas del público en este sentido. Ningún espectador ha protestado porque lo que ve no le parezca danza.
Cuando empezaste con las ‘Piezas distinguidas’, estas tenían un propietario.
Cuando comencé hace 30 años, me interesaba que la danza no se viera como una propuesta distinta a la del arte contemporáneo, y por eso surgió la idea del propietario. Era una forma de objetualizar la pieza, de darle un valor similar al que tiene una escultura. Al cabo de diez años me di cuenta de que estaba mercantilizando mi trabajo. Me pareció un rollo y a partir del año 2000 dejé de venderlas de esta manera. Aún así, sigo escribiendo a mis propietarios distinguidos para informarles de cuándo se van a hacer.
Alguna de las ‘Piezas distinguidas’ la has hecho en exclusivo para su propietario.
Es una pregunta muy bonita. Probablemente me equivoqué con el nombre que les di. Al convertirse en propietario, hubo gente que pensaba que les pertenecía mi cuerpo y la autoría de la pieza, y que me podían exigir acercarme por su casa cuando quisieran. No te invitaban porque quisieran ver la pieza, sino porque creían que yo misma era suya. ¡Es demasié! No sé lo que sucede en nuestras cabezas, pero cuando compras algo creemos que adquirimos todos los derechos. A veces también nos puede pasar con nuestros hijos o nuestra mujer, que creemos que son de nuestra propiedad y podemos plantarles un guantazo si no hacen lo que nos parezca. Me parece muy fuerte. Pero también pasaron cosas muy bonitas. Por ejemplo, la cantante de jazz Robin Archer se hizo propietaria de una de las piezas, me invitó a Australia y allí conocí a la galerista Soledad Lorenzo. Luego, en el año 2000, Soledad me invitó a hacer Still Distinguished en su galería, que era la primera serie con la gente deambulando a mi alrededor. Y compró S liquide, la pieza a la que te referías antes y que ahora forma parte del Reina Sofía.
Tanto en ‘Still Distinguished’ como en ‘DIEstinguished’ hablas de la muerte y de la vida, de lo efímero.
En DIEstinguished sigo hablando de las mismas cuestiones que en Still Distinguished, las mismas que buscamos eternamente. Yo siempre digo que las Piezas distinguidas ya estaban hechas cuando empecé, pero que año tras año se me van revelando.
Eso me recuerda a lo que decía Miguel Ángel, que liberaba sus esculturas de la roca de mármol.
Lo decíamos muchísimos artistas. La idea está ahí, y tú con tu contemporaneidad vas viendo si tienes que sacarlo de la piedra o de la nevera.
¿Proyectos futuros?
Para el año 25 quiero hacer una película experimental, muy punk, entre todos…
¿A qué te refieres con eso?
Pues la verdad es que no lo sé. No quiero que sea una película formal. A lo mejor tengo que buscar a una realizadora. Estoy viendo. Había escrito un montón de diálogos, pero ahora he visto que no me valen.
¿Has visto ‘Orlando’, la película de Paul B. Preciado?
¡Maravillosa! Hay dos capítulos de su libro Un apartamento en Urano que se leen aleatoriamente DIEstinguished. A veces hablamos, aunque no nos conocemos personalmente. Es una gran inspiración para mí. Me lo le he leído casi todo de Preciado. Cuando le leo me estalla la cabeza, de lo divertido y genio que me parece. Es uno de los pensadores más refrescantes del momento.
¿Algo más a la vista?
Los días 12 y 13 de abril DIEstinguished podrá verse en el Teatre Nacional de Catalunya. Y en 2026 tengo un proyecto precioso en el Reina Sofía.
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