No dejéis de entrar en la casa de ‘Los Visitantes’ en el Thyssen
Iba a titular de otra forma este artículo sobre la exposición ‘Paisajes emocionales’, del artista islandés Ragnar Kjartansson (Reikiavik, 1976), que el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y TBA21 acaban de inaugurar, que durará hasta el 26 de junio y que da paso a las celebraciones del 20 aniversario de TBA21, la fundación de arte contemporáneo creada por Francesca Thyssen-Bornemisza, con sede en Viena y Madrid. Iba a dedicar la entradilla a desarrollar la pasión que siente Kjartansson por América del Norte, sus paisajes y su música, que conforman las cuatro instalaciones audiovisuales de esta exposición y dialogan con la muestra de Arte americano que también puede ahora visitarse en el Thyssen.
Luego iba a recoger en el arranque del cuerpo del texto las declaraciones, siempre atinadas, del director artístico del museo, Guillermo Solana: “Los padres de Ragnar eran radicales convencidos contra la cultura americana; no escuchaban a Elvis Presley, sino a Cliff Richard. Y seguramente de ahí, de ese rechazo de sus padres, surgió en Ragnar el interés por los estereotipos norteamericanos y su pasión desde el crooner a lo Sinatra, al jazz y el country. Él mismo es músico y performer”. “Ragnar busca lo que él llama el bucle humano vivo, la repetición. Esa fascinación por la repetición sale también del ambiente en el que se crio. Su madre es actriz, su padre, dramaturgo; y él ha contado cómo de pequeño le encantaba asistir a los ensayos de las obras teatrales, por lo que tenían de repetición; le subyugaba esa repetición, la poética del ensayo, de la repetición, le interesaba mucho más eso que luego ya la narrativa de la obra montada, lo que para él perdía emoción. Y eso es lo que vemos en sus instalaciones artísticas. El resultado es francamente inmersivo y fascinante”.
Pensaba luego continuar el texto con la recomendación de Solana de no dejar de contemplar las acuarelas que acompañan las videoinstalaciones (que son largas, por cierto, de entre 30 y 64 minutos): acuarelas minimalistas de bosques quemados, destrozados, con predominio de los grises, negros y ocres, paisajes de desencanto, de melancólica desesperanza, aunque a veces brota algún verde como signo de esperanza entre los árboles arrasados, árboles reducidos a su mínima expresión, que se convierten sobre el papel casi en pictogramas de escrituras zen.
Iba a dedicar el cuarto párrafo a las palabras de Francesca Thyssen-Bornemisza –“el corazón de TBA21 se construye sobre temas de importancia social y ambiental y sobre el acompañamiento a los artistas en su proceso creativo”– y de la comisaria de la muestra, Soledad Gutiérrez: “Paisajes emocionales parte en su título de un homenaje a una artista que ha marcado a muchos otros artistas y a mi generación, Björk. Y son paisajes emocionales porque invitan a que pensemos sobre las sociedades que construimos, y a que las repensemos. La magia de estas cuatro piezas es que son inmersivas, que convierten al espectador en parte de ese pensamiento crítico; hay mucho de cuestionamiento en estas piezas, de la idea de la frontera y del cuidado, algo que con la pandemia ha adquirido aun mayor protagonismo”.
Hay algo, mucho, de melancolía y de mirar al presente, desde el pasado y desde el futuro.
Paisajes emocionales toma su título del inicio del estribillo de la canción Jóga, de Björk, en la que habla de la amistad y de los paisajes islandeses como un estado mental. Como dice una cartela de la exposición, “esta muestra es un recorrido a través de las emociones con la música y el paisaje como hilos conductores, espacios de posibilidad para entendernos”.
“La pena vence a la felicidad”
Luego, claro, después de un ladillo, tenía pensado dedicar un párrafo a explicar brevemente cada una de las cuatro obras audiovisuales, a partir de las explicaciones del museo y de algún comentario del artista: “God (Dios) (2007) muestra al joven Ragnar con un sencillo esmoquin negro, al frente de una orquesta de jazz, en un falso salón de baile decorado con una cortinas de satén rosa chillón, escenificación que remite al Hollywood de los años 50 y juega con los clichés de ese glamuroso pasado. Una vez que la orquesta de 11 músicos toca las primeras notas, Kjartansson, con la cadencia de un cantante melódico, entona una y otra vez, durante 30 minutos, la misma frase: “Sorrow conquers happiness (la pena vence a la felicidad)”. Lo que el artista llama “un tableaux vivant”.
“The End (El final), (2009). Las cinco proyecciones que conforman esta videoinstalación se completan con cinco canales de audio que, sincronizados, crean una composición de música country indeterminada. Grabada en las montañas de la provincia canadiense de Alberta, presenta a una pareja de músicos frente a bucólicos y gélidos paisajes, mientras interpretan una serie de improvisaciones que dan forma a una única canción”. “La música y los atuendos nos transportan a un mundo de frontera, de forajidos; nos llevan también a la herencia romántica del individuo frente a la inmensidad de la naturaleza y del artista como mediador de lo sublime, recordando a las obras de Caspar David Friedrich”. Ineludible la referencia al piano nevado de la portada del disco Even in the quietest moment, de Supertramp.
“The Man (El Hombre) (2010) capta fielmente una actuación del músico de blues Pinetop Perkins, con 97 años, que era para Kjartansson la ultima leyenda del blues, y que falleció un año después del rodaje de este vídeo. El piano vertical de Perkins aparece al aire libre, bajo el sol, en medio de una vasta extensión de pastizales con un viejo granero y algunos árboles visibles en la distancia. Paisaje melancólico e introspectivo que remite a la obra de Andrew Wyeth El mundo de Cristina. El encuentro del artista con la leyenda del blues se materializa en un estado permanente de transitoriedad, un espacio adecuado para la melancolía, la belleza y el anhelo”.
Nuestro bucle humano
Pero, finalmente, cuando llegué a la impresionante sala donde se proyecta The Visitors (Los visitantes) (2012), una instalación en nueve pantallas, decidí que nada de lo anterior merecería la pena sin la subrayada recomendación de visitar esta obra. Decidí que debía titular por ahí y que el artículo debería centrarse en esta magistral pieza, elegida por el diario británico The Guardian como una de las 25 obras de arte maestras de lo que vamos del siglo XXI. “Documenta la actuación de un grupo de músicos en una descuidada mansión del norte del Estado de Nueva York, junto al río Hudson, una casa de 1815, admirable por su elegante deterioro. The Visitors es un himno al amor romántico, la ruptura, la nostalgia del lugar, pero también de la alegría del reencuentro, de estar juntos y construir comunidad. Es además una sensual conmemoración de ABBA, la banda de los años 70 preferida de Kjartansson”.
El artista lo describe como un “canto espiritual femenino nihilista” y la sensación que produce su hora larga de duración es la de envolverte y absorberte en una repetitiva melodía que produce una profunda melancolía y hace pensar –y aún me pregunto por qué y aún me pregunto cómo ha conseguido transmitirlo Ragnar de una manera tan profunda y universal y aún me pregunto por el efecto hipnótico de la repetición– en quiénes somos, de dónde venimos y hacia dónde va nuestro bucle humano.
‘Paisajes emocionales’, de Ragnar Kjartansson, en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Hasta el 26 de junio. Con la colaboración de Fundación Ecolec.
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