Escucha los hipnotizantes sonidos de la naturaleza en otoño
El naturalista y artista sonoro Carlos de Hita nos invita a escuchar el sonido del otoño en costas, estepas y sobre todo bosques; sonidos que se ven ya alterados por el cambio climático. Acaba de publicar el libro ‘Otoño: estación de paso’.
“Dos osos trepan por las ramas de un roble en el que las hojas empiezan a virar hacia el amarillo. Parece que comen bellotas, pero el suelo está sembrado de estos frutos, así que lo más probable es que estén jugando”. Es octubre. Y suena a otoño entre las páginas del último libro del naturalista y artista sonoro Carlos de Hita, que le ha titulado así: Otoño: estación de paso (Anaya Touring).
En un año como 2023, en el que el verano se ha alargado más de un mes, atrasándonos el tiempo de la estación de la caída de la hoja, de las tormentas y de los primeros fríos, Carlos de Hita nos ha querido mostrar “una recapitulación de las cosas que ocurren y son observables desde el punto de vista de una persona que va por el mundo escuchando”. Es la música de la vida que sucede a nuestro alrededor en los espacios naturales, desde finales del estío, la época de reproducción, y el comienzo del invierno. “Es una estación de paso, porque millones de aves viajan desde Europa hasta aquí y millones se van hasta África, porque es el momento en el que los rebaños trashumantes cruzan la península, porque los salmones remontan los ríos mientras la anguilas se dejan caer río abajo y se cruzan en sus caminos”, nos explica el autor, que nos va narrando el calendario, cronológicamente, en el transcurso de cuatro meses.
A lo largo de muchos años, De Hita ha ido recorriendo el país, de las costas gallegas a las marismas de Doñana, pasando por las islas y el Mediterráneo, para grabar en la naturaleza con sus antenas aquello que tantas veces no vemos, pero cuyas voces están ahí para contarnos sus historias. “El gran director de toda esta gran orquesta es el clima; es el que decidía cuándo las aves se ponen en marcha, los rebaños comenzaban a trashumar o los ríos tenían agua para que los salmones saltaran, pero ha perdido el sentido. Siempre fue una época convulsa y ya no tiene orden. Este año, hasta mediados de octubre hemos visto flores en los árboles, ha sido verano. Veremos si se mantiene o se disloca la secuencia lógica de una estación que empezaba con las tormentas al final del verano y la berrea de los ciervos y seguía con la caída de las hojas y la migración de las aves, hasta la primera nevada”.
Como en otras ocasiones, a sus descripciones de los viajes de los halcones de la princesa desde las islas Baleares a Madagascar, al celo de los gamos en Doñana o a los concejos de grajos en tierras de Castilla, las acompañan unos códigos QR que, con un teléfono móvil cerca, nos ponen la banda sonora del relato. “Es una recopilación del trabajo a lo largo de más de 30 años de escuchar y grabar. Y no es un otoño, son muchos. Lo que trato es de contar los paisajes por cómo suenan, así que recomiendo que lean primero el texto y luego escuchen la grabación para comprobar si coinciden. El reto es contar la misma historia desde dos puntos de vista: el mío y la versión de la naturaleza con sus voces”.
Pero son voces, reconoce De Hita, que están cambiando. Las aves migratorias que cada otoño se ponen en movimiento ya modifican sus rutas, como ha confirmado SEO/BirdLife en algunas zonas. Él mismo, recién llegado de Huelva cuando se hace esta entrevista, teme por las decenas de miles de gansos que están cruzando Europa pegando gritos. “Son pura alegría en el aire. Pero cuando crucen las mesetas, lagunas en Villafáfila, Daimiel… y lleguen a su casa, la verán seca y se tendrán que ir, pero no se sabe dónde, porque todo el norte de África está seco y el sur de España también. Sequías, disminución de las dehesas, uniformización de los cultivos, el uso de venenos, etcétera… hacen que las casas de esos animales estén cambiando y lo haga la banda sonora de esos lugares ”. En su mente aún retumba el sonido de las perdices en medio de las marismas secas de Doñana, tal como las grabó a mediados de octubre.
Su obra también nos recuerda que el paisaje sonoro no es sólo la fauna que lo habita, sino la geofonía en la que ésta se mueve: el viento, el agua, el eco, la reverberación… “En los bosques caducifolios vemos que pasa algo contradictorio: a medida que el bosque se enciende y pasa del verde al amarillo, al ocre y todas sus tonalidades, se apaga el sonido. A más colores, menos voces. Sin embargo, escarbando, encuentras sutiles reclamos de algunos pájaros, el último grillo escondido en un matorral, los árboles que crujen y dibujan el bosque”.
¿A qué suena un castañar, un robledal, un pinar?
Seguimos en el bosque. Nos cuenta que varían mucho las notas. Y nos cuenta que “en un robledal de los valles de Liébana, sobre un gran silencio otoñal se escucha el crujido de las ramas” y que en un hayedo vasco “la hojarasca haciendo remolinos, provoca un crepitar de hojas resecas que se arrastran”. “Cada árbol tiene su propio sonido de lluvia y de viento. No es igual el de un pinar, en el que las acículas [agujas] sisean, con un sonido agudo, que un castañar, donde las castañas cimbrean y las anchas hojas parece que aplauden, o que un hayedo, que el viento hace que suene de forma muy peculiar”. “Se trata de ver de oídas. El paisaje sonoro forma una atmósfera, al igual que todos los sonidos de la orquesta juntos forman una música distinta”.
La berrea, los aullidos de lobos, los ‘concejos’ de grajos
En esa banda, uno de los instrumentos imprescindibles es la berrea. “Son como la campanada del inicio de la estación. Hay berrea en encinares, hacia el sur, que son como grandes reuniones de ganado, y de hecho allí llaman reses a los ciervos, mientras en los bosques de Asturias o la montaña palentina son más escasos y braman de forma más dispersa, pero su sonido en la punta de un valle es más agreste e impresiona más; y en Doñana suena a poco, porque es tan grande que las voces se pierden. La berrea es mi ritual otoñal. Mi primera grabación fue de una en los Montes de Toledo. Desde ese instante, no he hecho otra cosa que grabarlas todos los años”.
También le fascinan los aullidos de los lobos, que descubrimos que son más fáciles de escuchar a finales de septiembre porque en esas fechas aún se reúne la manada antes de dispersarse para ir a cazar.
No tan impactantes como los berridos, pero igualmente especiales son los sonidos otoñales en los campos de la meseta castellana. “Lo más llamativo son las bandadas de aves que pasan por encima de tierras de campos, las grullas, las palomas… En esta época, muchas aves que son individualistas o viven en parejas se hacen gregarias y forman grandes grupos. Los palomazos de cientos de miles que se reúnen en dehesas y las bandadas de estorninos parecen forman velos que flotan en el aire. Desde dentro, es un estruendo como las olas del mar, con cientos de miles de alas batiendo a la vez. Y luego están los concejos de los grajos, cornejas, grajillas, cuervos, que es típico en algunos árboles”.
Imposible dejar de mencionar lo que ocurre en las costas, a las que dedica gran parte de sus otoños. Son los meses en los que el tráfico de aves marinas se intensifica. Muchas entran por el norte, en su viaje desde el Ártico, cruzan el Atlántico, doblan los cabos de Galicia y siguen caminos. Otras, como alcatraces o pardelas, comienzan viaje en la Antártida y acaban en el Ártico.
Y los pastores…
Y como no quiere dejar nada fuera, también está el ser humano, eso sí, aquel que está integrado en la naturaleza. Es el caso de la familia de pastores asturianos que pasan parte del otoño en una majada haciendo el rico queso gamoneu de la leche de sus ovejas. “Me fui una semana con ellos en la montaña de Covadonga, porque quería conocer su historia. Una noche, escuchamos aullar a los lobos cerca de donde tenían el rebaño protegido con mastines. Es gente perjudicada por el lobo, aunque entendían que también tenía que vivir. Ya he estado en medio de una manada de lobos y de un rebaño de ovejas que escuchan al lobo”.
Una vez que acabe este otoño, que nos ha llegado con tanto retraso, el siguiente volumen de Carlos de Hita nos anuncia que lo dedicará a la primavera, pero a una que todavía no ha llegado. “Lo que haré será grabar entera la próxima entera, con experiencias nuevas. Así tendré las dos estaciones que cubren casi todo el calendario anual porque el otoño va del final del verano hasta muy adelantado el invierno en algunas zonas del país y, por otro lado, hay regiones del sur donde la primavera empieza en febrero y acaba a finales de julio en Pirineos”.
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