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«Si alguien no duda de lo que escribe, algo malo está pasando»

Por manuelcuellardelrio, el 13 de enero de 2017, en entrevistas

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El escritor y profesor de la Escuela de Escritores Pedro Bosqued.

Admirador de la obra de escritores de culto como Quignard, Julien Gracq o del extremeño Gonzalo Hidalgo Bayal, el profesor del mes de la Escuela de Escritores, Pedro Bosqued, desvela en esta entrevista su pasión por la escritura y por su enseñanza. Autor del libro de viajes ‘Pieles de Italia’ (Confluencias), nos recuerda las bases para participar en el Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario.

¿Cuándo y por qué empezaste a escribir?

Me temo que más tarde del momento en que empezó Proust, por lo que llevar un amplio margen de desventaja, en cualquier aspecto, puede que sea un buen porqué. Y a raíz de ello un estímulo, como puede imaginarse, eterno para mejorar algo. Una micra, sin ir más lejos.

¿Por qué enseñar a hacerlo?

Porque apasiona estimular a la gente a que se atrevan a realizar el deseo de aprender. Porque aprende más el profesor, si cabe, que el alumno, como dice el dicho, y si no estaba dicho, dicho está. Por cosas como que el alumno cambie de elaborar textos explícitos a otros con contenido implícito. Y porque ver cómo sale la voz de un alumno, cómo es consciente de ello y la confianza en que al trabajar con estímulo se mejora, es un motivo como no otro cualquiera.

¿Hay algún escritor a quien consideres tu maestro? ¿Fuiste alumno de algún taller de escritura?

Claro, sin maestros es difícil aprender, lo que no lleva a la pleitesía de llevarle un jarrón sin flores ni un palio sin palo. Fui alumno, lo soy dando clase, y realicé el Máster de Narrativa de la Escuela de Escritores. En la promoción probeta, la conejillo de indias, y me parece que hay un antes y un después de esos dos años que algunos llamarían un par.

Uno puede ser un buen escritor, pero un mal profesor. Los hay que son malos en ambas cosas, como escritores y profesores. ¿Qué cualidades se necesita para enseñar a escribir?

Pues como para ser alumno, tener ganas. En negrita, diríamos, motivación. Y luego saber leer entre líneas, en sentido explícito e implícito, por dónde puede crecer el alumno. La experiencia propia en la escritura es un buen bastón, no hay duda; pero tener el olfato a punto, lleves la nariz limpia o no, es primordial. Y hacerle ver al alumno que tiene un compañero fiel y necesario, también en negrita, la duda. A partir de la duda, se crece. Si alguien no duda de lo que escribe, algo malo está pasando.

¿Qué les exiges a los alumnos que van a tus clases?

Que expriman cada día de clase y cada propuesta y cada semana y cada texto que se lea. Porque no hay otra oportunidad como la de asistir a clase para recibir tal cantidad de información sobre lo que los (sus) textos generan. Y son tan… que no tienen duda de lo que vale la pena el esfuerzo bien dirigido. Eso en algunos lares lo llaman criterio.

¿Alguna vez te has equivocado en cuanto a las expectativas que tienes sobre un alumno, para mejor o peor?

Por supuesto, esa es otra manera de aprender, como profesor. Y hablando de expectativas, algo que me llama la atención y que me ha sucedido en la mayoría de ocasiones. Cuando comentas que das clases y explicas a los que muestran curiosidad cualquier aspecto de lo que se enseña, todos responden que les gustaría hacer algo así o les hubiera gustado matricularse. Es casi unánime el deseo, el problema viene luego, pasar de esa potencia a acto. Y ese paso es de los mejores que se pueden dar.

¿Qué te aporta la enseñanza de la escritura y qué te disgusta de ella?

Aunque parezca una perogrullada, aporta cosas que nada más puede hacerlo. Ver infinidad de maneras de narrar, en teoría, una misma historia. Comprobar cómo el esfuerzo y trabajo dan resultados y el alumno lo percibe, que es lo que importa. Y una vez que sucede eso, surge el pequeño disgusto de saber que ya no volverá a dar ese salto, aunque luego dará otros; como cada vez que terminas de escribir un libro, saber que eres ya otro y la siguiente historia ya no será nunca pasado.

¿Para qué sirve la escritura?

Para mirar con firmeza al frente y entonces captar lo que ocurre a la espalda. Una manera de encontrar el hueco desde el que mirar y ver lo que hace dudar. Sirve para seguir preguntándose para qué sirve la escritura, para mantener la duda que nos hace seguir estando vivos o llevar a la vida hasta el extremo que ni siquiera imaginábamos que pudiera llegar a ser. La escritura también es una quimera, un imposible hecho realidad desde el momento en que estas líneas están aquí y son leídas.

A la hora de escribir, ¿cuál es tu método de trabajo? ¿Cuáles son tus rutinas y tus manías?

Escribir a primera hora de la mañana, o antes de que llegue. Cuando el tiempo no lo absorben los alrededores y la mente anda todavía llena, por soñar que no quede, de mundo imaginario y liberada de formularios. Luego con el día en marcha, da tiempo para pensar en lo escrito y se cuestiona o sedimenta lo hecho. Y supongo que escribir siempre con el mismo tipo de letra y márgenes e interlineado es una rutina estúpida camino de la manía, si no lo es ya.

Un libro que odies por encima de todos.

Odiar no se me da bien y supongo que es un gasto de energía enorme, y la expresión «por encima de todo» no me da confianza. Indiferencia hacia muchos libros, seguro. Y luego algo que no entiendo de la física. Por qué, aunque solo a veces, cuando voy por la calle y paso junto a un contenedor para reciclar papel, hay una fuerza que lleva a que algunos libros se resbalen de mis manos y acaben dentro. No sé si tiene que ver con el rozamiento o que el rozamiento hace el odio y por eso acaban en el contenedor.

Otro que ames por encima de todos.

Muchos, y autores. Como en muchos aspectos de la vida, para conocer el centro de la literatura, sirven los periféricos. La obra de un tangencial como amante de la música, y por lo tanto del silencio, Pascal Quignard, que muestra los silencios de los textos. Y hablando de enseñar, el profesor silencioso que no quería laureles y se puso a construir mundos, Julien Gracq; y más cerca y vivo, otro profesor que no está ni en el candelero ni en el candelabro pero que dentro de cien años será igual de atemporal y, ahí no hay duda, se le seguirá leyendo, el extremeño Gonzalo Hidalgo Bayal.

¿Qué proyecto literario tienes entre manos?

Uno de aliento largo, tranco corto y prisa nula. Como en muchos casos, picar y picar hasta sacar de la piedra casi nada. Pero ese casi, casi sí.

¿Qué le dirías al lector de esta entrevista que quiera convertirse en escritor?

Que si no tiene dudas de la pregunta, que se lance, que no se pregunte nada más porque el camino le dará aún más preguntas y se olvidará de esta.

***

Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario

Según las bases de la entrada de la semana, participa en nuestro concurso. Un barracón de un campo de concentración. Algo que no se ha destruido para no ser olvidado. Pero la acción ya ha pasado, y la conocemos. Con el uso del pretérito indefinido, contar una breve historia, una narración libre cualquiera, de 500 palabras aproximadamente. El ganador podrá cursar un mes gratis en cualquiera de los cursos de la Escuela de Escritores y su relato se publicará en estas páginas con el correspondiente comentario de Pedro Bosqued.

Para enviar el texto, pincha aquí.

Cursos de la Escuela de Escritores

Pedro Bosqued impartirá clases en la Programación de enero en Escuela de Escritores en Zaragoza que puedes consultar aquí:

Escritura Creativa

Pedro Bosqued

 

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