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Relato ganador de noviembre: ‘La casa que nos oprime’

Por manuelcuellardelrio, el 25 de noviembre de 2016, en concurso

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Foto: Gregory Crewdson.

Foto: Gregory Crewdson.

Carlos Alonso Aldea, escritor soriano, ha sido el ganador del Concurso Escuela de Escritores / El Asombrario de noviembre con su relato ‘La casa’. Se trataba de escribir un relato inspirado en la fotografía de Gregory Crewd, según las indicaciones del profesor del mes, Rubén Abella, en la lección impartida en este blog. Reproducimos el texto ganador y el comentario del profesor. El autor disfrutará de un mes gratis en cualquiera de los cursos de la Escuela de Escritores, tanto presenciales como por Internet.

La casa

Empezó como una opresión tenue y sorda en el pecho. Aparecía nada más cruzar el umbral y aunque al principio no lo tomé en serio, finalmente acabé por preocuparme. Me preguntaba por la naturaleza de esa extraña sensación cuando descubrí que se limitaba a las cuatro paredes de mi casa. Bastaba con que saliese a la calle para que, a los pocos segundos, me encontrase mejor. Aunque me resistía a creer que la causa estuviese en mí, ya fuese en forma física o psicológica, acudí a distintos profesionales. Su diagnóstico confirmó mis sospechas: era difícil estar más sano. Con aquel certificado de buena salud volví a casa. Me sentía bien, aliviado; hasta que entré en ella. La opresión volvió sobre mí con más fuerza de la que hasta ese momento había experimentado. Parecía que la casa estuviese molesta por haberme hecho examinar y aquella era su manera de demostrármelo. Sentía ahora que la estancia se había vuelto más oscura y el aire más denso. Me sentaba en el salón y observaba a mi alrededor como si aquella no fuera mi casa; como si no llevara más de quince años viviendo allí; como si algo hubiese cambiado aunque yo no alcanzase a descubrir qué era. Por supuesto, todo estaba tal y como siempre había estado. Muebles, cuadros, alfombras; todo exactamente igual y, sin embargo, nada era como antes. A veces me costaba respirar y me sentía mareado, casi como si estuviera colocado. Veía que la casa se estaba convirtiendo en una celda que me privaba del mundo exterior. Las paredes, el techo y el mismo suelo me mantenían en un estado de suspensión de la realidad mientras ventanas y cortinas filtraban la luz del exterior. Podía haberme mudado pero me resistía a irme sin más; al fin y al cabo, aquella siempre había sido mi casa. Para mitigar mi encierro, dejaba abiertas puertas y ventanas todo el día, pero cuando me daba la vuelta las encontraba cerradas. Entonces empecé a agujerear las paredes para que la luz y el viento pudiesen entrar, pero enseguida la casa se rehizo y tapó aquellos pequeños agujeros. “Deben ser más grandes. Así no podrá con ellos”, pensé. Cambié el taladro por la sierra de mano y empecé a serrar el parqué como si fuese a pescar en el hielo. La luz entró a bocajarro en la estancia. Aspiré todo el aire que pude y volví a coger la sierra.

Comentario del profesor, Rubén Abella

Lo he elegido por varias razones. La primera, porque establece una relación muy interesante con la fotografía de Gregory Crewdson. El texto no explica la foto, no la describe. La foto, a su vez, no ilustra el texto. Es decir, no hay entre ambos una relación de subordinación, jerárquica, sino de igualdad. Se hablan de tú a tú. Tanto el cuento como la foto funcionan por separado. Ambos tienen la suficiente fuerza como para sostenerse solos. Es decir, son entidades autónomas, independientes. Pero al juntarse forman una unidad superior, más compleja, más rica. Además el cuento está muy bien escrito. Comunica con gran eficacia la angustia que el protagonista siente entre las paredes de su casa, una congoja llena de misterio, y no hay buena literatura sin misterio. El cuento tiene eco. El lector acaba enredado en su metáfora. ¿Qué significa la historia? ¿Por qué nos inquieta? ¿Qué hay bajo esas tablas agujereadas? No lo sabemos y, para paliar la ignorancia, imaginamos nuestras propias historias. El papel de la literatura es hacer preguntas, no contestarlas.

Todos los cursos de la Escuela de Escritores.

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Comentarios

Hay 2 comentarios

  • 02.12.2016
    Charo Bernal dice:

    Me ha fascinado porque desde las primeras líneas me ha enganchado y me ha trasmitido esa angustia.

  • 03.01.2017
    Rosaura Cruz dice:

    Increíble relato. Me sentí profundamente identificada con la sensación de agobio. Por otra parte, me parece que el escritor otorga a lo inmaterial una fuerza aplastante, tiente tanta vida la casa como él, se debaten en duelo de vida o muerte. ¡Mil gracias por este relato! ¡Felicidades!

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