Especial vuelta al cole: robots reciclados y otros cuentos verdes

Portada del cuento El profesor reciclator hace brillar a Yellow-Blue.

Portada del cuento El profesor reciclator hace brillar a Yellow-Blue.

Portada del cuento El profesor reciclator hace brillar a Yellow-Blue.

Portada del cuento El profesor reciclator hace brillar a Yellow-Blue.

Para estos días de comienzo de curso escolar, la sección ‘Vida Verde’ de ‘El Asombrario’ ha seleccionado varios cuentos ecológicos en torno al reciclaje. Hemos elegido tres relatos entre los finalistas de la VI edición de los Premios ‘Los Profes Cuentan’, organizados por Ecoembes entre profesores de Primaria e ilustrados por sus alumnos. El ganador nos habla de un robot distinto, marginado en clase.

Entre los 351 cuentos presentados, el jurado seleccionó diez historias finalistas, que han sido agrupadas en el libro Protagonistas de la aventura más grande del Planeta, editado por Planeta y cuyos beneficios van destinados íntegramente a Aldeas Infantiles. Y de esos diez, nosotros nos hemos quedado con estos tres, procedentes de centros de Ciudad Real, Murcia y Toledo. Buen comienzo de curso para todos.

Para abrir boca, os dejamos además el estupendo corto de animación basado en el relato ganador y adaptado y dirigido por Ángeles González-Sinde, que cuenta la historia de un robot muy especial fabricado a partir de materiales reciclados.

Y aquí van los tres cuentos seleccionados:

‘El profesor Reciclator hace brillar a Yellow – Blue’

Escrito por Marta Montalvo Panadero. Colegio: CEIP Santa Clara PT (AULA TEA). Alcázar de San Juan (Ciudad Real). Curso: 5ºB.

En la ciudad de los robots, los más pequeños iban al colegio, como en cualquier otra ciudad que podáis imaginar.

El colegio de Robotilandia era un centro educativo, como cualquier otro colegio que podáis imaginar.

Los pequeños robots iban a la escuela a aprender, como cualquier otro pequeño que podáis imaginar.

Los maestros del colegio de robots se preocupaban de enseñar a los alumnos robots, como cualquier otro maestro que podáis imaginar.

Pues bien, en la clase de noveno (porque los cursos en Robotilandia sí que son distintos a los que podáis imaginar) había 23 robots que acudían a clase a diario, y que disfrutaban de su etapa escolar, preparándose para que en el futuro pudieran ejercer de gran ayuda a la humanidad por desempeñar funciones útiles, rápidas, prácticas, económicas, precisas, duraderas…

Los robots habían sido engendrados con las mejores tecnologías que sus padres habían podido conseguir. En la clase de noveno, sin embargo, había un robot que había sido creado con materiales muy distintos a los de sus compañeros, era un robot especial. Estaba hecho de materiales reciclados, lo que le daba un aspecto bastante distinto, muy lejano al de sus compañeros, que lucían brillos espectaculares, luces con leds de una amplia gama de colores así como la infinidad de sonidos que eran capaces de emitir al tiempo que se desplazaban.

Este robot especial era “Yellow-Blue”. Su nombre tenía un significado muy sencillo: había sido creado con materiales rescatados de un contenedor amarillo (yellow en inglés) y del contenedor azul (blue en inglés).

Los demás compañeros miraban con recelo a Yellow-Blue. Pensaban que era un tipo raro con el que no solían relacionarse. Esta circunstancia fue detectada por el profesor de Fluorescencia, la asignatura más difícil de toda la escolaridad. Estudiaban espectrometría para medir los diferentes tipos de luz, luminiscencia, radiación ultravioleta… Dicho profesor, era conocido como Profesor Reciclator. Los alumnos de noveno temían la mencionada asignatura, y necesitaban asistir a clases de apoyo para poder aprobar los contenidos tan abstractos que allí se trataban. Sin embargo, Yellow-Blue, era el alumno más aventajado porque poseía una capacidad de abstracción, fantasía, imaginación y creatividad, que el resto de los compañeros no conseguían.

El profesor Reciclator se las ingenió para que Yellow-Blue le ayudara en las explicaciones al resto de los compañeros. Éste les enseñó a percibir la reflexión de la luz en los materiales reciclados, a comprender que determinados tipos de luz no se ven con los ojos pero sí se percibe su calor… Gracias a estas clases de colaboración con el profesor, los robots mega-súper-modernos, comenzaron a ver en su compañero especial, su verdadera luz.

Durante aquel curso, los alumnos de la clase de noveno de la asignatura de Fluorescencia, aprendieron la asignatura, mejor que ningún otro año. Pero lo más importante, según les explicó el profesor Reciclator, es que comprendieron que las apariencias externas, no tienen que ver con las capacidades individuales de cada uno. Todos los robots comenzaron a ver brillante la lata que formaba el cuerpo de Yellow-Blue, empezaron a disfrutar del sonido que producían sus extremidades al moverse, un ruido que se podía catalogar de chirrido y admiraban su expresiva cara, toda elaborada con cartón, plástico, lana y botones, materiales todos de diferentes texturas y tonalidades.

Años más tarde, Yellow-Blue, entró a formar parte de la plantilla de Ecoembes. Actualmente es un asesor de dicha empresa. Se ocupa de conseguir la sensibilización en los centros educativos para lograr que los más pequeños aprendan a valorar el reciclaje y la reutilización de materiales como medio imprescindible para cuidar el medio ambiente en el que vivimos.

‘El nuevo’

Escrito por Lucía Gil Carreño. Colegio: CC Ntra Sra de Las Maravillas. Cehegín (Murcia). Curso: 4º.

Era el primer día de clase y la señorita, con una gran sonrisa, nos dijo que ese año íbamos a ser uno más en clase. Nos mirábamos unos a otros con gran expectación, esperando encontrar alguna compañera o compañero nuevo, pero no lo veíamos.

– Señorita… ¿dónde está?- preguntó Ginés.

– ¿Dónde está quién?- respondió la señorita.

– ¡El nuevo! – dijeron Luis y Rocío al mismo tiempo.

La señorita no contestó inmediatamente, se limitó a sonreír y a dar vueltas a la tiza que llevaba en su mano derecha.

– El nuevo, no ha venido aún, cuando venga sabréis quién es – nos dijo con tono misterioso.

Me gustaba cuando la seño hacía eso, siempre estaba inventando nuevas actividades y nos sorprendía con proyectos y retos que me encantaban. Pensé que esa era una de sus muchas invenciones para llamar nuestra atención, y al poco tiempo ya se me había olvidado “el nuevo”.
Al día siguiente la señorita entró a clase con dificultad porque no venía sola. Entró llevando una figura enorme, hecha con cartón y plástico. Tenía la forma de un niño de nuestra edad, con los brazos en jarras y el pelo de punta. Este es el nuevo compañero del que os hablé ayer. Va a estar todo el curso con nosotros- nos dijo, mientras colocaba la figura en frente nuestra.
– Pero… señorita, “el nuevo”… ¡no es un niño de verdad!- exclamó Lorena, que era muy observadora.

– Lorena, no es un niño de verdad… aún. Va a ir cobrando vida gracias a vosotros.

– No lo entiendo, ¿cómo vamos a hacer eso?- preguntó Jaime, que era el más burlón de la clase.

– Pues muy fácil… ¿qué os digo yo siempre sobre que cada uno de vosotros puede conseguir lo que se proponga? Que sois los héroes y las heroínas del futuro…

– Sí seño, ¿pero eso qué tiene que ver con “el nuevo”? y… ¿cómo va cobrar vida?… ¡ni que fuéramos magos!- exclamó Raúl.
Y todos reímos a pierna suelta, incluida la señorita.

– “El nuevo” como ya veo que lo vamos a llamar. Irá cobrando vida cada vez que vosotros hagáis ciertas cosas.

– ¡Qué cosas! ¡Qué cosas!- dijimos varios a coro.

– Pues…por ejemplo, cada vez que echéis el papel del bocadillo, los envases de zumo y los plásticos en el cubo de basura amarillo que tenemos en clase, le pintaremos el pelo rubio; de un amarillo tan brillante como el color del Sol que nos da calor y energía.

– Vaya… el color amarillo es mi favorito.- dijo Sara entusiasmada.

– Además, cada vez que vayáis al aseo y tiréis bien de la cadena, no derraméis agua por el suelo, y os lavéis las manos cerrando el grifo cuando no haga falta; le pintaremos la camiseta de verde. De un verde tan vivo como los frondosos árboles de los bosques que hay en nuestro mundo.

– Y por último, cuando tiréis los papeles y las hojas de libreta en el cubo azul, le pintaremos de ese mismo color los pantalones. De un azul tan intenso como el de los mares y los océanos que hay en nuestro planeta.

– ¡Sí! ¡Azul como el de los mares y océanos!- corearon Raúl y Azucena.

En ese momento, dije tímidamente – Creo que ya lo entiendo seño…, él cobrará vida porque al hacer esas cosas le estamos dando vida a nuestro planeta, ¿no es así?-.

– Eso es Juan, eso es. “El nuevo” cobrará vida gracias a vosotros y a vuestras pequeñas acciones de todos los días, que ayudan a salvar nuestro planeta. ¡Eso os convierte en héroes de hoy y del mañana!

– ¡Bien! ¡Vamos a darle vida!- dijeron varios niños a la vez.

– ¡Sí! ¡Seremos héroes reciclando y salvando al planeta!- dijo Lorena, que ya estaba más convencida de poder darle vida a “el nuevo”.
Todos mis compañeros comenzaron a entusiasmarse con la idea, y empezaron a relatar cómo iban a llevar a cabo todas las acciones para poder darle vida y cómo iban a intentar no equivocarse a la hora de reciclar.

Y entre todo ese alboroto que comenzaba a bullir en nuestra clase, yo solo podía mirar a nuestra señorita que nos miraba con una gran sonrisa en la cara, y no podía evitar pensar que tal vez la auténtica heroína de nuestra clase era ella, por hacernos aprender, disfrutar y, sobre todo, sacar lo mejor de nosotros mismos para que así, pudiéramos ser los héroes y heroínas del mañana de los que tanto nos hablaba.

‘Un rescate muy emocionante’

Escrito por Vanesa Sánchez-Crespo Juárez. Colegio: CEIP La Fuente. Nambroca (Toledo). Curso: 1ºA

La alarma de socorro sonaba en toda la isla de las hadas. ¡Un caso de extrema urgencia! Pues la morsa Rosa del Polo Norte, y la última que quedaba, estaba atrapada. ¿Dónde estaba Calipasa, el hada? ¡De la naturaleza, ella era la encargada!

El Polo Norte, al no recibir respuesta del hada, comenzó a buscarla. El pingüino Marcelino, el presumido, aleteando y zambullido, nadó apresurado, pero quedó enganchado a un plástico flotando. El reno Alfredo lo vio desde lo alto:

– Pingüino presumido, ¿qué ha pasado?

– La morsa Rosa está atrapada. ¡Corre y avisa al hada!

El reno cruzó la montaña en busca del hada, pero tuvo la mala pata de cortarse con una lata. El castor Ramón, el molón, desde lejos lo divisó y preguntó:

– Reno viejo, ¿qué ha sucedido?

– La morsa Rosa está atrapada. ¡Corre y avisa al hada!

El castor Ramón en un troncó subió y todo el lago recorrió, pero su cola pillada se quedó con una caja de cartón. Chita, la gueparda más bajita, desde la selva sus gritos escuchó:

– Chita, la morsa Rosa está atrapada. ¡Corre y avisa al hada!

La gueparda no se lo pensó y tan rápido como pudo corrió, pero al llegar a la sabana africana con un vidrio tropezó y se cayó. La leona Mariola, la mejor cazadora, la vio y preguntó:

– Chita, ¿qué ha pasado?

– La morsa Rosa está atrapada. ¡Corre y avisa al hada!

La leona Mariola atravesó la sabana y, cuando ya llegaba al Sáhara, se clavó una pila y le hizo herida.

La Iguana Juana, que por allí pasaba, se enteró y empezó su marcha. Llegó al bosque y se encontró a la abubilla Priscila, la más cantarina, que sobrevolaba con alegría.

– Abubilla Priscila, la morsa Rosa está atrapada. ¡Corre y avisa al hada!

La abubilla Priscila, por más que buscaba, no daba con el hada. Ya no se podía esperar o la morsa Rosa podría desaparecer del planeta y no se volvería a ver ninguna igual.

La abeja Jimena, astuta y pequeña, tuvo una idea genial y decidió avisar a la maestra de la localidad y por la ventana, un poco entreabierta, se decidió a pasar. Todos los niños y niñas comenzaron a gritar, pero la maestra la escuchó hablar:

– Maestra Vanesa, ¡necesitamos tu ayuda! La morsa Rosa, del Polo Norte y la última que queda, está atrapada y el hada Calipasa, con su magia, es la única que puede salvarla, pero no aparece, no sabemos qué pasa.

Pero ese no era el único problema, pues seguían atrapados muchos animales del planeta con todos los materiales y residuos que no estaban en su sitio.

– ¡Necesitamos más ayuda! Pero, para eso, están los niños y las niñas de mi clase, que encantados, nos echarán una mano – dijo Vanesa.

¡Vamos todos! ¿Estáis listos? Tengo una idea: ¡Vamos al lío!

Y, de repente, la maestra Vanesa ideó un plan y todos se pusieron a trabajar.

Mientras ella viajaba al Polo Norte a lomos de la cigüeña Manuela, la que más alto vuela, los niños y niñas de la clase, recorriendo el planeta, salvaban a los animales. Y mientras tanto, y no en vano, reciclaban cada material para limpiar el planeta de tanta basura perjudicial.

Usaron el contenedor amarillo para el plástico del pingüino y la lata con la que el reno tuvo mala pata. El azul; para el cartón con el que quedó atrapado el castor Ramón. El verde; para el vidrio con el que la gueparda Chita resbaló un poquito. Y el rojo; para la pila que hirió la pezuña de la leona Mariola en el rastrojo.

La maestra, con la bufanda puesta, llegó a su destino. Encontró a la morsa Rosa atrapada con una cuerda muy latosa y tiró de ella con la ayuda de la cigüeña Manuela, hasta que la morsa pudo sacar la cola.

– ¡Qué alegría, ya me muevo! ¡Me estaba quedando tiesa de estar bajo el hielo! – gritaba la morsa Rosa a los cuatro vientos.

– ¡Qué bien haberlo conseguido! – exclamó la profe Vanesa con mucho brío. Pero ahora hay que volver, que el hada de la naturaleza tiene que aparecer.

Cuando al campo llegó, no lo podía creer. Habían encontrado al hada bajo una botella atrapada, con un ala rota y la otra doblada.

La profe Vanesa se ofreció voluntaria. Con cuidado y mucha maña, levantó la botella y sacó al hada.

Calipasa, que ya respiraba, a la profe Vanesa y a todos los niños y niñas ayudantes reales del reciclaje nombró y un lema mágico les enseñó: en los contenedores debes reciclar el plástico, el vidrio, las pilas, el metal y el cartón y así harás de la naturaleza un lugar mejor y que mole mogollón.

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